Capítulo 6. Me habéis salvado la vida.

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Daniel

–Bueno Dani...–Susurra, y me mira a los ojos.

Me acerco un poco y solo le saco escasos centímetros. Se peina el flequillo y me sonríe. Sé que se esta dando cuenta que le estoy mirando los labios, pero me da igual, no os imagináis que vistas.

–¿Qué?–Pregunta riendo, y se humedece los labios con la lengua.

No contesto, y la miro a los ojos. Ahora es ella la que me mira los labios y sonrío sin querer. Le agarro de la cintura y levanta la mirada juntándose con la mía.
La verdad, no sé si esto está bien, solo la conozco de unas horas. Y no sé si a ella le parecerá bien, o me mandará a la mierda. Tampoco tengo ni idea de si puedo confiar en ella o no. Igual es la típica loca que en cuanto llegue a casa va a contar a todas mis seguidoras lo que ha pasado, y yo me tendré que inventar alguna escusa de esas convincentes.

Me acerco un poco y siento su respiración chocando en mi cara. Le miro a los ojos y creo que me están pidiendo a gritos que la bese, y que confíe en ella. Continúo con las manos en su cintura y ella las tiene en mi pecho. Rozo mi labio inferior con su superior, y encarno una ceja y sonríe encima de mis labios. Sé que era lo único que necesitaba para besarla, y así lo hago.

Noto su lengua rodeando la mía y sé que debo confiar en ella. Me separo un instante para coger aire y creo que a ella ni le doy tiempo a hacerlo porque la vuelvo a besar.

 Me separo un instante para coger aire y creo que a ella ni le doy tiempo a hacerlo porque la vuelvo a besar

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Sonríe y yo no puedo evitar hacer otra cosa que imitarla.

Minutos después se separa y me mira. Le retiro un mechón de pelo y se lo coloco detrás de la oreja.

–Me tengo que ir–Sonríe y le beso la mejilla–Hasta mañana–Gira la llave que ya estaba dentro de la cerradura, y desaparece de mi vista en segundos.
Suspiro y me muerdo el labio.

Miro a mi alrededor y diviso a varios ancianos que supongo que se irán ya a casa porque es tarde.
Mañana la veré...
Mierda.
No le he pedido el teléfono.
Bien Daniel, date con la cabeza en la farola.
Espero que Jesús tenga el número de Raquel, por la cuenta que le trae.
Suena mi móvil, por lo que salgo de mis pensamientos y veo que mi hermano me esta llamando. Llega a hacerlo un minuto antes, y le corto los huevos como me hubiera interrumpido con Marta.

–Dani–Dice, nada más descolgar.

–¿Tienes el número de Raquel?–Pregunto lo más rápido que puedo, y me confirma que sí, por lo que suspiro agradecido–¿Que pasa?

Ríe un momento y yo me dispongo a intentar averiguar por donde coño hemos venido.

–No sé donde estoy–Me confirma.

–Yo tampoco–Digo, y reímos a la vez.

Camino un poco y me encuentro con el nombre de la calle colgado de un cartel rojo. Parece mentira que viva aquí y no sepa ni donde estoy.

–Creo..–Dice mi hermano al otro lado de la línea–Creo que aquí es donde quedé con... ¿Inés? Creo que se llamaba así–Suspira un segundo–No, aquí quede con Lucía, o Claudia...–Rio y el bufa y rio más–No me acuerdo bien, ¿Vale?

–Vale vale–Y levanto la mano que no tengo ocupada en señal de defensa, por lo que rio como un gilipollas porque ni siquiera me puede ver–Calle Lope De Vega, pone aquí–E intento situarme, pero de verdad que estoy perdido.

–Aquí pone... Pérez Galdós.

–Illoo...–Digo alargando la última vocal desganado–Eso está a dos manzanas de casa.

–¿Enserio?–Pregunta ilusionado, y rio porque no os imagináis lo que quiero a este imbécil.

–Claro.

–Bueno, pues me voy, te dejo que te encuentres tu solo, hermano–Y suelto un insulto muy peculiar. Aunque sé que jamás dejaría que me pasara algo.

Por un momento me acuerdo de cuando éramos pequeños y veíamos El libro de la selva continuamente. El protagonista era un niño que vivía en la selva y nuestra madre nos decía que como nos portáramos mal nos mandaría a la selva con los monos. Me acuerdo que yo le decía que quería ir-Porque de siempre me ha encantado todo lo relacionado con la naturaleza-Pero Jesús se ponía a llorar y decía que el prefería quedarse en casa con papá y mamá.

Y como el mismo decía y dice, no podemos estar separados. Así que decidí quedarme en casa con él y no ir a la selva con los monos.

–Tierra llamando a Dani...–Dice y sonrío.

–Llamaré a mamá–Digo finalmente, es la heroína que me salva de todos los apuros.

·Vale, yo ya sé donde estoy–Y chasqueo la lengua envidiándole–Quédate en el portal de Marta–Giro y me siento justo al lado de la puerta–E intenta que no te vea nadie... Bueno, que no te reconozcan–Y sé que lleva toda la razón del mundo, porque si no, habría problemas–Y si pasa algo, llama ¿De acuerdo?

–De acuerdo papi–Pongo voz de bebé y suelta una carcajada.

–Hasta ahora–Y suenan los pitidos que dan por finalizada la llamada.

Llamo a mi madre y le cuento mi situación geográfica. Me regaña con cariño, por no saber donde coño me encuentro y no saber ni por donde he venido. Mamá, en lo único que me fijaba era en la forma de reír de Marta, no en que baldosas estaba pisando.

Cinco minutos después, veo el coche de mis padres aparecer y me acerco sonriente.

–Me habéis salvado la vida–Saludo, entrando y dándoles dos besos a cada uno.

–¿Tu hermano?–Me preguntan a la vez.

–Estaba cerca de casa, así que ha ido directo...–Y doy las gracias a mi madre por arrancar y no preguntarme nada más. No sabéis las ganas que tengo de ver a Jesús, y eso que ni siquiera lo soporto.

Aparcamos y vemos a Jesús sentado en el suelo, al lado del portal.

–¿Y tus llaves?–Pregunta mi padre, metiendo la suya en la cerradura.
Jesús me mira de arriba a abajo y encarna una ceja.

–Ahora hablamos tú y yo–Me susurra y mira a mi padre–No sé, las habré perdido–Y él suelta un suspiro vencido.
Mi madre nos asesina con la mirada.

–Os he dicho muchas veces que no os separéis.

Yo suspiro cansado y entro en casa sin hacerle mayor caso.
Pero mi hermano se limita a explicarle que nos hemos separado para acompañarlas, bla bla.
Jesús siendo pelota nivel uno.

Tu Sonrisa En Mis Pupilas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora