Una vieja historia nos cuenta de una rana que está dentro de una olla y siente que el agua que la rodea está cada vez más caliente. La temperatura en un momento le resulta apenas incómoda y con el tiempo se acostumbra y hasta le toma gusto. La temperatura aumenta un poco más y la rana está tan acostumbrada al calor que, aunque siente que es demasiado, lo deja estar y trata de sobrellevarlo. Así, la temperatura se eleva hasta 50 ° y la rana adormecida por el calor y sin fuerzas para moverse, muere sin haber nunca advertido el proceso que la llevó a ese punto. Lo interesante de esta historia es que si a la rana la hubieran colocado directamente en la olla con el agua a 50°, hubiera saltado y quizá hubiera escapado, salvando así la vida.
La vida está llena de procesos que son tan lentos e imperceptibles que solo los notamos cuando producen algo que nos moviliza. Hay miles de ellos: el deterioro de las instituciones públicas, de la representatividad política, de la educación, de la institución policial, de la economía argentina. Sin embargo, el que le interesa ahora es el de la pérdida de su autoridad. Porque la autoridad es un pilar fundamental para la autoestima del docente. Se cree erróneamente que la autoridad en el aula se construye desde el conocimiento. Es ridículo. Es como si dijéramos "alumnos, tienen que respetarme porque sé ubicar todas las provincias en un mapa" ¿Recuerdan cuando decíamos que la autoestima es como una armadura? Bien, la autoridad es como un manto de tela que tenemos sobre nosotros. Cada vez que decimos que sí y damos un permiso, es como si de a poco ese manto se deshilachara y perdiéramos así, en un proceso imperceptible, nuestra autoridad.
"Profe, ¿puedo ir al baño?" Usted sabe que la dirección prohibió que los alumnos vayan al baño en hora de clase. Mira a su estudiante y trata de descifrar si realmente quiere ir al baño o simplemente quiere salir del salón. Lo trata de pensar en términos de buen o mal alumno, lo trata de analizar desde sus actitudes para con usted, se pregunta si le está tomando el pelo o si no puede aguantar más las ganas de orinar, usted tarda en responder, duda, él se da cuenta y ataca otra vez, "profe... necesito ir al baño, ¿puedo ir?"
No dude. Si usted tomó la decisión de que nadie iría al baño en su hora. Diga no. Enérgico. Fuerte. Hágalo ahora. Escúchese. No. No. No. Sin culpa. No existe la culpa, existe la responsabilidad. Usted es responsable de decir que no cuando quiere decir que no y cuando debe decir que no. Debe decir un no tan enérgico que corte la posibilidad de que repitan la petición. Y si lo hacen, no vuelva a decir no, diga "no insistas", "ya te respondí", "no te lo voy a repetir". Son palabras mágicas, créame. Rápido y casi a modo de chisme le voy a contar por qué nos cuesta decir que no. Resulta que de niños nuestra madre o padre, o la persona que queríamos y de quien dependíamos emocionalmente nos gratificaba y nos recompensaba cada vez que lo complacíamos. Generalmente escuchamos, "ese niño es muy bueno, muy obediente", "es muy educado, siempre hace caso", "se porta bien, no contesta". Así crecemos creyendo que para agradar a los demás debemos complacerlos. A esto se suma que hay personas con tan poca tolerancia a la frustración que escuchar un no pareciera que es peor que asestarle una puñalada entre las costillas. La fórmula ya está dada. No queremos que se enojen con nosotros, decimos que sí; nos sentimos culpables por el daño que nuestro no pudiera ocasionar, decimos que sí; deseamos que nos agradezcan, nos gratifiquen, piensen que somos buenos y no malos como los que dicen que no, y entonces decimos que sí.
Se acuerda que le dije que le daría un contacto, bien, le voy a dar una serie de pautas -hay muchas más, pero con estas puede empezar- que va a seguir durante una semana para afianzar su autoridad y autoestima; luego, si desea, que espero así sea dado que me encantaría saber de sus experiencias, me puede enviar los resultados que obtuvo a mi correo, . Tenga por seguro que así me tarde mucho tiempo, le contestaré, porque respeto profundamente el hecho de que lea este libro y que se tome el tiempo para hacerme llegar sus impresiones. Es mucho más lo que se puede hablar de la autoridad, pero por ahora lo dejaremos aquí.
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El libro de oro del Docente ¡Conviértase en un docente extraordinario!
Non-Fiction¿Te has preguntado alguna vez cómo mantener la atención de tus alumnos o qué hacer cuando parece que nadie valora tu esfuerzo como docente? Usted no está solo. En este libro, lo invito a un viaje donde no solo encontrará respuestas a esas preguntas...