La increíble historia de Liz Murray

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Liz Murray nació en la parte más pobre de su ciudad (Bronx, New York). Sus padres se habían hecho adictos a la cocaína y a la heroína durante los 70. Además, habían contraído VIH. Liz abandonó la escuela -donde sus compañeros se burlaban de ella porque siempre estaba sucia y llena de piojos- para poder cuidar a su madre quien además empezaba a sufrir ataques de demencia. Al poco tiempo la mujer falleció. Su padre la abandonó y se fue a vivir a un hogar para indigentes. A los 15 años de edad, Liz no tenía casa, no tenía familia, había abandonado la escuela y tampoco podía trabajar en condiciones legales siendo menor de edad. Transitó refugios para indigentes donde la golpeaban y la humillaban las demás chicas que vivían allí.

Un día Liz se cansó de llevar esa vida y decidió irse de ese lugar. Vivió mendigando durante un tiempo hasta que decidió volver a la escuela. Una vez allí se desanimó porque ya era mayor y pensó que estaba en desventaja con sus compañeros más jóvenes y pensó en abandonar sus estudios otra vez. Y lo hubiera hecho de no haber sido por un profesor -sí, ¡un docente!, los ángeles silenciosos- que la animó a seguir. Un profesor que conseguía grandes oportunidades a sus estudiantes siempre y cuando cumplieran estrictas reglas como la puntualidad, la asistencia y la dedicación, entre otras. La visión de ese profesor era que los estudiantes se desarrollen tanto académicamente como personalmente. Tenía un sueño. A un sueño debemos convertirlo en un objetivo a cumplir en un determinado tiempo. Entonces dejará de ser un sueño para convertirse en una meta. Tener una meta es darle sentido a nuestra práctica. Un docente que no encuentre el sentido a lo que hace, es como un barco que no tiene un destino fijado. En algún momento sus recursos se agotarán y el barco tocara puerto en cualquier lado. Con el tiempo, dejará de navegar.

Este profesor le acercó a Liz la oportunidad de visitar Hardvard. A partir de ese momento, ella tuvo el sueño de estudiar en esa universidad. Cuando un concurso de escritura del New York Times ofrecía como premio una beca para Harvard, la fecha de entrega cumplió ese sueño en una meta a alcanzar. Solo como dato adicional le cuento que para ingresar a Hardvard, además de poseer sendos antecedentes académicos, promedio mínimo de 4.0 -lo que aquí sería 9/10- , cartas de recomendación de personas influyentes, aprobar exámenes muy rigurosos, usted debe pagar la matrícula anual y renovarla todos los años mientras sea estudiante. En el periodo 2018-2019, rondó los 45.000 dólares, lo que, en nuestra devaluada moneda, al día de hoy 14 de enero de 2020, suman 2.699.515,17 pesos.

Liz Murray ganó el concurso organizado por el New York Times, ingresó a Hardvard con una beca y egresó como psicóloga. Hoy en día también es escritora y recorre el país dando conferencias sobre todo lo que vivió estando en la calle hasta llegar a una de las universidades más importantes del planeta. La joven que cuenta "comíamos cubos de hielo porque nos llenaban. También compartíamos un tubo de pasta de dientes para cenar" pudo vencer todas sus dificultades y triunfar en la vida. La razón para escribir su historia la resume en la siguiente frase "Intento transmitir que no importa lo que te haya pasado antes en tu vida, siempre puedes hacer algo para avanzar. Siempre se puede tomar una decisión, una decisión que cambie las cosas".

¿Qué le dio poder a Liz para llevar adelante sus sueños? No caiga usted en la tentación de decir "la educación". No. La educación es como el amor, es un concepto, es una idea. El amor se debe practicar para verificarse. Lo mismo sucede con la educación. Quien estuvo detrás de cada momento fue un educador, fue un docente. Pero no un docente cualquiera. Un docente como usted, comprometido con desarrollarse personal y profesionalmente. Era un docente que tenía un sueño. El sueño de llevar la educación a las personas expulsadas del sistema formal. Un soñador, un realizador, que logró inspirar a Liz Murray a soñar. Usted también puede inspirar a sus alumnos a soñar y después, guiarlos para que pongan una fecha para realizar esos sueños y así convertirlos en metas. Le mostrará que esas metas se pueden dividir en pasos para cumplir y entonces ya tendrán un plan. Usted les mostrará que un plan, apoyado en las acciones concretas y constantes, convertirá ese sueño en una realidad.

El libro de oro del Docente ¡Conviértase en un docente extraordinario!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora