La comunicación es el reflejo del carácter

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Mucho hablamos ya en este libro sobre el carácter. Sin embargo, quizá todavía podamos ahondar más en este tema dado que es vital para llevar a cabo una docencia extraordinaria. En principio, como ya dijimos en Ordene sus prioridades y fortalezca su carácter, enfocarse en sus prioridades, controlar sus emociones y administrar sus decisiones fortalecerán su carácter y mejorarán cualitativamente sus relaciones con los alumnos y las demás personas. No obstante, debemos detenernos en algo también primordial y de lo que poco se habló hasta ahora en este libro: la comunicación no verbal. Es el vehículo de su carácter y será lo que determine, al fin de cuentas, el momento exacto de su encuentro con los demás.

Pensemos de qué manera se mueve un estudiante que pasa a exponer y no sabe del tema. Yo se lo recordaré. El estudiante balbucea, no fija la mirada o la pasea por todo el salón, no lo mira a usted directamente porque tiene el temor de que usted diga esa frase condenatoria "no estudiaste". Pero volvamos al estudiante, se mueve rápido, se balancea de un lado a otro, mira a sus compañeros de grupo si es el caso, como si buscara ayuda. En su mente se desarrolla lo que ya vimos sobre el comportamiento del cuerpo cuando se siente amenazado en Después de leer esto, no se querrá enojar nunca más. Cualquier situación en la que su cuerpo o su mente sientan que usted está en peligro desencadenará una serie de reacciones. La inyección de adrenalina, por ejemplo, la aceleración del ritmo cardíaco o la oxigenación que se pronuncia son predisposiciones que le permitirán escaparse o pelear contra una posible amenaza. Son vestigios físicos y psicológicos del tiempo en el que el hombre debía enfrentarse de manera regular a los peligros de la naturaleza, animales salvajes, etcétera. Tanto como la piloerección (la piel de gallina) que, si tuviéramos todavía mayor vello corporal como en algún otro tiempo, nos haría ver más grandes frente a otros animales y así persuadirlos de atacarnos.

Ese estudiante que no estudió espera, ansioso, que se lo libere de esa situación. Casi se puede oír cuando, luego de decirle que se siente, respira como si hubiera estado conteniendo una gran cantidad de aire. Es el primer punto que debemos tocar. Controle su respiración y controlará su cuerpo. Y, por cierto, piense en ese estudiante y haga todo lo contrario. Un truco que suelo usar para comenzar a hablar en público es decir la primera palabra en mi mente. Por lo general las personas comienzan una exposición o dan una respuesta empleando alguna muletilla. Lleva ese nombre porque justamente les permite sostener la palabra mientras se deciden a comunicar sus ideas. Por ejemplo, yo era dado a decir "bueno, primero les voy a hablar sobre...", entonces lo que hice fue decir en mi mente "bueno (...)," y luego continuar con mi voz "primero les voy a hablar". Paul Demory, un gran orador y escritor francés, decía que el 80% del mensaje es corporal. Mire en este momento su espacio personal, lo está ocupando del todo. Es decir, ¿tiene las piernas encogidas o estiradas?, ¿Su espalda está recta o encorvada?, ¿sostiene el libro de manera tal que mira hacia abajo o lo tiene en frente de usted? Luego de cruzar miradas con alguien, ¿mira para abajo o para el costado? (Nunca baje la mirada. Nunca. Si la va a quitar, hágalo al costado), ¿mantiene la mirada o la aparta lo más rápido posible? El primer axioma de la comunicación de Watzlawick es que es imposible no comunicar. El silencio también comunica, maneje los silencios. Aquí otra sugerencia para lograrlo. Cuando le pregunten algo, cuente hasta 3 en su mente antes de responder. El silencio suele incomodar a las personas que no son seguras de sí mismas, el silencio se puede emplear de muchas maneras en el aula y en la vida en general.

Cuando cursaba el colegio secundario teníamos una profesora de historia, Silvia Speranza, que era sin duda una experta en el manejo del silencio. Tenía una voz fuerte, firme, que cruzaba toda el aula en diagonal.

-Ozuna, comentame... -decía la profesora. Claro, cada clase tenía asignada una bibliografía que por supuesto en un principio muy pocos leíamos. Como este mecanismo se repetía clase a clase, la constancia terminó convirtiendo la lectura de la lección de historia en un hábito más. Haga algo durante 27 días seguidos y se convertirá en un hábito.

-... -ese soy yo, comentando...

En ese momento, Silvia Speranza ladeaba la cabeza, se tomaba unos segundos y apenas suspiraba. Era imperceptible. Uno querría mantener esa atención, pero ya el apellido de otra persona era el que se escuchaba y se perdía para siempre la oportunidad de contestar a lo que se le preguntaba. Todavía hoy, cuando me encuentro con algún compañero de la secundaria, rememoramos el carácter de esta peculiar profesora. Así de grande es el efecto del silencio.

El libro de oro del Docente ¡Conviértase en un docente extraordinario!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora