Tiene 30 minutos para llegar a la escuela a tiempo. Se da cuenta de que no tiene combustible suficiente para hacer el trayecto. El desvío para cargar combustible puede costarle 10 o 15 minutos. De seguro llegará tarde. Se empieza a lamentar porque tendría que haber cargado el día anterior. No quiere llegar tarde pero no sabe a ciencia cierta si el combustible le alcanzará para llegar. Piensa "si quedo a unas cuadras puedo caminar rápido y llegar sobre hora o me voy a cargar combustible ahora y aviso que tengo un retraso, aunque ya sería la cuarta vez que pasa y la directora ya me hizo un llamado de atención" Entre estas cavilaciones mira su reloj y ¡ahora solo le quedan 20 minutos para llegar a la escuela! ¿Qué haría usted? Lo más lógico es suponer que iría por el combustible y luego enfrentaría la situación de llegar tarde. Sin embargo, muchas personas irían a la escuela hasta donde puedan llegar, se encontrarían con que llegarían tarde igual, además irían corriendo y a la salida se encontrarían con otro problema: no tendrían combustible para volver. En vez de tomarse el tiempo para resolver un problema, se generaron más.
Educar es equipar. Equipar es dispensar equipo. No se puede dar lo que no se tiene. Para poder equipar, usted debe aprender a preparar su equipo. No le estoy hablando de su vehículo. Claro que no. Me refiero a que, si realmente quiere ser un docente excepcional, debe trabajar en usted todos los días. Lo primero que debe trabajar es su desarrollo personal. Lo segundo que debe trabajar son sus habilidades profesionales. Un docente debe ser capaz de inculcar el sano hábito de cargar combustible. Quiero decir, de preparar su equipo para combatir en el aula. Imagine que tiene pensado dar algún tema que ya lo tiene leído, entonces antes de ir a clases, repasa más que mal, se hace unos garabatos en una libreta y con eso más o menos da el tema durante una hora. Tenga por seguro que, en la mayoría de los casos, será una clase que sus alumnos no recordarán. Debe tomarse el tiempo de cargar combustible. Aquí un viejo truco que me enseñó un profesor ya entrado en años, los cuales lo cargaron de experiencias y no solo de situaciones vividas. Practíquelo y la calidad de sus clases aumentarán al máximo.
Cada vez que lea algo que va a llevar al aula, diseñe la clase que dará con ese material. Hágalo en una computadora, en una libreta, como quiera. Registre sus impresiones, las actividades que se le ocurran. Guarde esa producción porque es muy valiosa. El día menos pensado deberá dar esa clase, y usted no sabe si tendrá tiempo de prepararla. Si va con un poco e improvisa el resto, estaría haciendo lo mismo que las personas que eligen ir en el vehículo sin combustible para luego quedarse a pie, probablemente llegando tarde y con el problema que tendrán después al salir. Entregue lo mejor de sí, primero por usted mismo, y luego por respeto a sus estudiantes y a su profesión. Le puedo asegurar que un docente que no sabe dirigir la clase es un docente que no puede dirigirse a sí mismo. De igual forma, quien pueda dirigirse así mismo estableciendo prioridades, reconociendo su propio valor, siendo consciente de sus fortalezas y trabajando para atenuar sus debilidades, no solo es un gran docente, sino que también es una persona enorme.
El primero de ellos consiste en inventar una frase o un conjunto de ellas que sus alumnos identificarán rápidamente con usted. El segundo, en generar momentos que perdurarán en la mente de sus alumnos mucho tiempo después de que usted ya no esté en sus vidas.
Cuando era niño mi madre me daba frutas entre comidas. Yo había adquirido el hábito de comer bananas a media mañana. En córdoba, lugar donde residíamos, la banana no se vende por docena sino por kilo. Llegaba la hora, digamos, 10:30 más o menos, y yo pedía "una manana". Como mi madre estaba tan compenetrada conmigo le sucedió que, al ir al mercado a comprar frutas, le dijo al muchacho que atendía la verdulería "Deme un kilo de manana", "¡¿Un qué?!" dijo el verdulero. Mi madre cuya impaciencia fue puliendo con los años le repitió fuerte y ofuscada "le dije que quiero un kilo de manana". Es una anécdota familiar que siempre nos causa gracia, sírvase usted darse cuenta del poder de las palabras, del poder del lenguaje para generar que sus estudiantes se identifiquen con usted. La palabra "manana" es el disparador del humor en esta anécdota, a su vez, toda la vida estará ligada a mí. En mi familia, me relacionan con esa palabra que remite a esa anécdota. Usted puede hacer lo mismo con sus estudiantes. Por ejemplo, tenía yo una grandilocuente profesora que entraba al salón y saludaba "¡Buen día sujetos!". El humor es poner algo donde no va. El solo hecho de agregar "sujetos" registraba su palabra, inconfundible. En este momento usted está pensando en esa persona que tiene esa peculiar forma de hablar. Y es esa la razón por la que se queda en su mente.
Hay una película, Los juegos del hambre, que tiene una frase particular, "¡Qué comiencen los juegos!"; la usan cuando comienza la feroz competencia por la supervivencia. No hace mucho entré a dejar el libro de temas al salón cuando mi colega, la profesora de Tecnología acababa de darles el examen. Antes de salir escuché que gritó "¡Qué comiencen los juegos!". El buen humor, el ambiente sano y la sonrisa en el marco del respeto, fomentan la concentración, libera endorfinas, ayuda con el estrés de la situación de examen para los estudiantes, ¿Acaso usted mismo no hace mejor las cosas cuando está de buen humor? Use las palabras en forma positiva, genere espacios saludables de trabajo y sus alumnos siempre lo recordarán.
Producir momentos memorables no es gratuito. Pero la inversión no siempre es dinero. Usted está pagando el precio en este momento, porque invierte su tiempo en leer este libro. Sin embargo, el conocimiento está dentro de usted y se lo voy a demostrar. Supongamos que a usted se le encarga organizar la cena de jubilación de una docente histórica de la escuela. Se le dice que tiene un presupuesto a su disposición y puede elegir los colegas con quienes trabajar. Usted, para organizarse, se preguntará, ¿Qué debe haber en la fiesta? Y comenzará a hacer la lista. Música, comida, ¿un animador?, un servicio de telas para cubrir las sillas y las mesas, ¿qué color?, ¿qué música?, ¿y la vajilla? La bebida, no debemos olvidar ¿Podré compilar un vídeo con fotos de la docente y proyectarlo en una pantalla gigante? Es una enorme cantidad de energía, tiempo y dinero -que esperemos que no sea el suyo- que va a emplear para producir el evento. Recuerde que producir significa "hacer para mostrar".
"¡La fiesta fue un espectáculo, la pegaron con la música, me fascinó!"; "me encantaron los colores, las luces, las telas, una maravilla"; "Yo sentí un montón de cosas cuando pusieron el vídeo"; "las palabras de la directora me encantaron"! Usted cumplió con lo que se propuso, y la fiesta será recordada durante mucho tiempo. Sin embargo, como usted habrá notado en los comentarios, a cada uno le gustaron cosas distintas. Eso es porque algunas personas son auditivas, otras son visuales y otras son kinestésicos. Los auditivos son aquellas personas en las que predomina la información del mundo que perciben a través del sentido del oído (...la pegaron con la música, me fascinó; .... las palabras de la directora me encantaron...). Los visuales son aquellas personas en las que predomina la información del mundo que perciben a través del sentido de la vista (...me encantaron los colores, las luces, las telas, una maravilla...). Por último, los kinestésicos son aquellas personas en las que predomina la información del mundo que puedan percibir a través de sus emociones (...Yo sentí un montón de cosas cuando pusieron el vídeo). Usted puede emplear esta información para identificar de qué manera puede estimular mejor a sus estudiantes. Muchas veces en un curso un video fue una buena herramienta para captar su atención sobre un tema, mientras en otro curso el mismo video fracasó estrepitosamente.
Para producir recuerdos memorables, como sucedió con la fiesta, usted debe estimular a todos sus estudiantes. No se apure por hacer algo grande de una sola vez, usted tiene todo un año escolar para llevar distintos estímulos para sus estudiantes. Ahora, usted se puede preguntar, ¿para qué quiero yo que mis estudiantes me recuerden?, ¿para qué quiero yo que mis estudiantes me quieran? Usted es un docente, un docente debe ser un líder. La clave del liderazgo es la influencia. Usted puede influir positivamente en la vida de sus estudiantes, y puede aprovechar esta hermosa profesión para mejorar sustancialmente también su propia vida, ¿cuántas veces tenemos la posibilidad de dirigir a un grupo de personas y probarnos a nosotros mismos? Cada clase es una batalla y usted, aplicando los principios que hay en este libro, será un excelente general. En cada proyecto que proponga, sus estudiantes aprenderán a trabajar en equipo, a valorar a los demás, y verán en usted un ejemplo a seguir. Este libro le propone que aproveche cada oportunidad que tenga para liderar con éxito los procesos educativos ¿Y cuál es la clave para lograrlo? Tener muy clara su visión.
Ahora responda, ¿qué quiero lograr con mi práctica docente?, ¿cómo sueño que debe ser la educación para que influya en forma positiva en la sociedad?, ¿de qué manera quiero y puedo aportar a ese sueño? Las respuestas que usted dé a esas preguntas, configurarán su visión. Crea en su visión, porque usted puede salvarles la vida a sus estudiantes.
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El libro de oro del Docente ¡Conviértase en un docente extraordinario!
No Ficción¿Te has preguntado alguna vez cómo mantener la atención de tus alumnos o qué hacer cuando parece que nadie valora tu esfuerzo como docente? Usted no está solo. En este libro, lo invito a un viaje donde no solo encontrará respuestas a esas preguntas...