Haga esto y sus alumnos lo amarán

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Tome usted un billete nuevo de 500 pesos de su billetera. Haga esta pregunta a sus alumnos "¿Cuánto vale ese billete?"; "500 pesos" le responderán; ¿alguno lo quiere?, pregunte usted. Todos o la mayoría le dirán que sí. Entonces arrúguelo. Luego vuelva a preguntar si lo quieren, le volverán a decir que sí. Luego agite el billete, arrójelo al suelo, piselo, patéelo,insúltelo. Levántelo y pregunte si lo siguen queriendo, "¡Claro que sí!, dirán sus alumnos. Entonces haga la pregunta.

- ¿Saben por qué lo siguen queriendo? -haga una pausa, genere el suspenso, controle el silencio- Porque no ha cambiado su valor, sigue valiendo lo mismo. Así sucede con las personas, pueden ser zamarreadas, maltratadas, arrojadas al suelo, pisadas, pateadas e insultadas, pero no por eso pierden su valor. Así son de valiosos ustedes, para mí y sobre todo para ustedes mismos, sin importar las cosas que les hayan pasado o las cosas que les puedan pasar. Aunque los hayan insultado o maltratado, nadie puede quitarles lo que valen.

Lo más importante es que no sea solamente una puesta en escena, para ser un docente amable (amable técnicamente significa "que se puede amar") usted debe aprender a apreciar genuinamente a los demás y sobre todo a sus alumnos ¿No le ha pasado que usted sale muchas veces de sus clases con la sensación de haberlo hecho realmente bien? Y esta sensación se normaliza porque usted es un buen docente y lo hace bien y no necesita que lo feliciten por eso. Y bien que no lo necesita porque, quédese tranquilo, rara vez o nunca lo harán. No obstante, resulta que una vez, en una clase algo sale mal y rápidamente le llaman la atención por eso. Lo llaman a una reunión y probablemente en un tono no muy agradable le harán saber lo que hizo "mal". Es parte de la ingratitud que todos los docentes alguna vez evocaron, casi siempre en la frase "la docencia es una profesión hermosa, pero muy ingrata". Muchas veces estas experiencias generan resentimiento o simplemente disminuyen su entusiasmo. Ya lo sabemos: cuando una vez hacemos algo mal, pronto nos criticarán; aunque hagamos cien veces algo bien, no dirán nada. Usted puede cambiar esto. Usted no puede obligar a sus directivos o colegas a que aprecien su trabajo -aunque puede influir en ellos, eso lo veremos más adelante-, pero sí puede practicar el aprecio genuino y sincero por el trabajo de sus estudiantes.

Es una actitud que le proveerá inclusive de nuevos amigos y benefactores. Había una profesora que realmente me caía muy mal. Su nombre es Geraldine, había sido designada como jefe de departamento del área de Lengua a través de un sorteo y su modo de gestionar no me parecía correcto. Contestaba a todo con ironía casi al punto de faltar el respeto, intentaba imponer sus ideas descalificando a los demás y solicitaba tareas a los docentes fuera del horario escolar. Inclusive llegamos a recibir solicitudes de ella pasadas las doce de la noche y hasta domingos al mediodía. Su excusa: "hago las cosas cuando tengo tiempo". Su desorganización y ansiedad generaba en el equipo un gran malestar. En una jornada de capacitación me propuse lo siguiente "voy a encontrar algo en ella que sea admirable". Noté que tenía en el celular la foto de un niño de unos 6 o 7 años. Le pregunté si era su hijo y cómo se llamaba. Al hablar de su hijo, Geraldine cambió totalmente su tono, sus maneras eran amables e inclusive sonreía contando alguna que otra anécdota. Era y es una madre excelente y preocupada. Además, hace algo que muchas madres no hacen: organiza su tiempo para poder pasar al menos una hora con su hijo dibujando o pintando o simplemente acompañándolo. Está presente para él. Descubrí en ella cosas realmente admirables y a partir de ese momento me concentré en esas cosas y no en aquello que me molestaba. Ese acercamiento me permitió también sugerirle que no envíe mensajes los fines de semana o que quizá si delegaba algunas tareas podría pasar más tiempo con su hijo y darles más participación a los miembros del grupo. Nuestra relación, que no es estrictamente una amistad, mejoró sustancialmente, incluso escribí un ensayo sobre sus poesías, que se publicó en la Antología de Sade 2019. Waldo Emerson decía "no conozco a ningún un hombre que no sea superior a mí en algún aspecto".

Usted aprenderá qué principios me permitieron mejorar mi relación con una persona que, a las claras, yo no soportaba. Usted aprenderá cómo emplear esos principios para lograr que sus estudiantes hagan lo que usted les pida porque quieran hacerlo y no porque usted se los pide. Obligar a los alumnos es frustrante, para ellos y para usted.

Primer principio: Debe encontrar en esa otra persona algo admirable. Así como usted no es perfecto y tiene algunos defectos, también tiene muchas virtudes. Alguien alguna las notó y por eso lo eligió para ser su amigo, su pareja. No le estoy pidiendo que se enamore de sus alumnos, pero probablemente habrá algo en cada uno de ellos que los hace especiales. Aprenda a identificar eso y...

Segundo principio: aliéntelos a hablar de ellos mismos. Es muy importante tener una actitud de escucha. Dispongámonos a escuchar. Dice un viejo proverbio chino que "tenemos dos oídos y una sola boca, para escuchar el doble y hablar la mitad". Cuando escuche a las personas, se sorprenderá de todo lo que están dispuestos a contarle. Tenía un estudiante que solía faltar mucho, le pregunté por qué y me contestó "es que entreno hasta muy tarde y por eso no puedo despertarme a la mañana". Si yo no lo hubiera escuchado realmente, si tan solo estuviera esperando mi turno para demandarle puntualidad y asistencia le hubiera dicho algo así "a mí no me importa que entrenes hasta muy tarde o lo que sea que hagas, vos tenés que venir a la escuela y punto, así que no sé cómo vas a hacer, pero si seguís faltando te vas a quedar libre", ¿les suena? En cambio, lo que hice fue preguntarle "¿Entrenar?, ¿hacés algún deporte?", me contó que practicaba BasketBall. Le dije entonces que probablemente él quería ser muy bueno en ese deporte y que para eso debía enfrentarse a múltiples desafíos. Estuvo de acuerdo. Seguí diciéndole que los deportistas tienen que hacer muchos sacrificios, y eso es lo que los hace atletas realmente destacables. Levantarse temprano, llevar una vida equilibrada, respetar las horas de sueño, evitar ciertas comidas... son tantos desafíos y los atletas los enfrentan y los superan, ¿cómo pensaba hacer todo eso si no podía simplemente poner un despertador y levantarse para venir a la escuela? Sonrió. Buena señal. Para lograr esto lleve a la práctica el...

Tercer principio: Concéntrese en aquello en lo que están de acuerdo, olvide aquello en lo que no lo están. Su predisposición cambiará hacia esa persona, sea su alumno, colega, o directivo y entonces podrá, sinceramente, alentarlo a superarse. Esa es la razón por la que cuando, por ejemplo, juega la selección de fútbol argentina y hacen un gol, nos abrazamos con quien tengamos a mano. Compartimos algo, eso nos identifica. Recuerde que identidad es el rasgo que comparte con un grupo, personalidad es el rasgo que le es propio. Nos relacionamos en la lógica de la identidad, no de la personalidad. Recuerde también que el trabajo organiza a los grupos, darle un objetivo a un estudiante es darle sentido a lo que le estamos pidiendo. Si solo le decimos "venís a la escuela y punto", la propuesta será tan fuerte como la predisposición del estudiante; si decimos "venir a la escuela será un desafío que vas a superar, como lo hacen los grandes atletas", ese objetivo lo guiará hacia el grupo al que pertenece o quiere pertenecer: "los grandes atletas".

Diga varias veces el nombre de su alumno. El nombre es algo que nos personaliza. Cuando usted emplea su nombre, es como si acariciara su ego. Hágalo sentir importante, si le cuenta que juega al fútbol, pregúntele cuál fue su mejor gol, pídale que cuente cómo fue. Si es arquero, que le relate su mejor atajada. Si es una alumna que baila, pregúntele qué baile le sale mejor. Siempre busque que hablen de aquello de lo que están orgullosos. De aquello que les hace sentir importantes. Cuando hable con un estudiante, colega o directivo, procure no estar de frente, colóquese de costado. Esto da la sensación de que usted no se enfrenta a él, no es una amenaza. Sonría de verdad. No haga chistes para divertirlos, haga chistes para divertirse junto con ellos. Usted es un docente, no un bufón. Busque mostrar al estudiante lo que logrará si hace lo que le pide. Tenga en cuenta las necesidades de él, no las suyas. Haga promesas que pueda cumplir, lo mismo con las advertencias. Si decimos "silencio o te cambio de lugar", ante el mínimo sonido, cámbielo de lugar. Pero al hacerlo no lo critique ni le diga cosas negativas, en cambio prodigue a sus estudiantes con frases como "son inteligentes, por eso les exijo", "sé que podés hacer un gran trabajo y no quiero distracciones, por eso te cambio de lugar". Alimente su autoestima, acaricie su ego, hágalos sentir importantes. Y preste atención, realmente, realmente celebre sus triunfos. Hable bien siempre de ellos, si no puede decir algo bueno de ellos, no diga nada. Sobre todas las cosas, no los juzgue, no se queje de ellos ni con ellos y nunca, nunca jamás los critique. Cumpla con estas pautas y sus alumnos lo amarán.

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