Farsa de amor con el chico oveja [Finalizada Sin Corregir]

CAPÍTULO 37

Me permití llorar todo lo que quise cuando llegué a la residencia, Ava estaba durmiendo y Olivia probablemente estaba con aquel chico que la visitaba casi siempre.

Derramé lágrimas silenciosas, lo que menos quería era despertar a Ava.

Lloré como nunca lo había hecho, realmente hubiera deseado que todo terminara diferente, pero la realidad era dolorosa. Lloré tanto que terminé quedándome dormida.

Un leve empujón me hizo despertarme de repente. Lo primero que vi fue a Ava sentada en un lado de mi cama.

Le sonreí rogando internamente que no pudiera notar que había estado llorando. Me senté en la cama para estar más cómoda, y fue ahí donde miré que Olivia estaba mirándome desde su cama.

—¿Qué sucedió? —inquirió Ava mientras pasaba su mano por mi cabello.

Mi labio inferior tembló cuando fui incapaz de decir que estaba bien.—No se te escapa nada a ti —dije mientras me permitía sonreír débilmente.

Olivia sorprendentemente se puso de pie y también se acomodó en mi cama.

—No te rompieron el corazón ¿verdad? —preguntó Ava.

—Yo rompí el de ambos —dije y decidí ser sincera con ambas.

Les conté todo desde un principio, cómo y por qué habíamos iniciado a fingir y cómo comenzamos a sentir más que atracción. Ava nunca dejó de acariciar mi cabello y Olivia no bromeó ni se molestó porque siempre le había mentido.

—Si de algo estoy segura, es que ustedes nunca estuvieron fingiendo
—dijo Olivia.

Ava la apoyó.—Si tú misma pudieras verte cuando hablabas de él, desde un principio, sabrías porque decimos eso.

—Si fingimos o no, ahora no importa, él se irá.

—Él no quiere irse Emma, ¿qué caso tiene hacer todo para que él se vaya si al final ya no es lo que desea? —las palabras de Ava hicieron que volviera a sentir esas ganas de querer ir y decirle que no se fuera. Pero no podía retroceder.

—Entonces se quedará por él mismo, no quiero que sea por mi y luego se arrepienta.

Olivia y Ava se limitaron a escucharme y pronto la noche cayó.

Al día siguiente decidí dejar una nota para ambas, me iría a casa durante un tiempo. Necesitaba a mi mamá.

Las cuatro horas de viaje fueron eternas, y en todo el viaje intentaba mantener mi mente en blanco.

Al llegar mi madre se sorprendió pero me recibió con los brazos abiertos. Su calidez era suficiente para darme ánimos.

—¿Vas a contarme?. —La escuche decirme al oído.

—Sí, pero primero quiero dormir un poco.

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