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Ya no quiero

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Soy una persona paciente. Lo digo en serio.

De hecho, a veces dicen que mi tolerancia es demasiada.

Solo que todo tiene su límite y dependiendo de que se trate exploto. Aunque no solo depende de eso, sino también de cómo me haya ido en la semana y siendo sincera, había ido bien, pero…

Los trabajos en grupo con más de tres personas en ocasiones me sacan de las casillas.

A cualquiera.

No tengo problema en hacerlo, me gusta la idea y todo, no obstante, todo deja de ser bonito cuando debe haber igualdad, y es justamente lo que me está colmando hasta fibra más pacífica de mi ser. En la preparatoria solía ser quien llevara en cargo y si no era así, de igual forma me hacían caso.

Mi problema aquí es que nadie escucha lo que digo; realmente nadie escucha a nadie y no hacen más que pelear y pelear. Las únicas que estamos de brazos cruzados mirando todo, somos Alexandra y yo —también está conmigo en el grupo.

—Es tu casa ¿Les puedes decir que se callen?

—No me van a escuchar —asegura ella.

—Tienes razón. Tocó a las malas.

Me separo de la pared empujándome con el hombro, y tomo una calada de aire. Carraspeo preparándome y…

—¡¿PUEDES CERRAR LA BOCA DE UNA PUTA VEZ?! —grito y por suerte me escuchan. Digamos que mi tono de voz suele ser alto—. ¡ME TIENEN HASTA EL CULO CON SUS PENDEJADAS! —los señaló a todos—. así que, o cierran la boca ¡O yo misma me encargo que les duela hablar por una buena semana! —alzo la voz otra vez y escucho un silbido por parte de Alexa—. Que tiene mucha azúcar, magdalenas, muffins, cupcakes, que si se bate mucho, poquito, chocolate —repito lo que escuché—. ¡Vamos a salir mal en esa mierda si no llegamos a nada! Es la casa de Alexandra, y les agradezco que se comporten porque ni siquiera hemos llegamos a un puto acuerdo para saber qué carajos vamos a hacer.

—Pero Tatiana…

—¡Estoy hablando! —le grito a Daisy que inició todo—. Se van a calmar y vamos a hablar civilizadamente, respetando…

—Tú tienes menos moral en ser civilizado.

—Chad, cállate —le pido al pelirrojo que me mira mal—. Vamos a decidir y llegar a un acuerdo, y les juro que si vuelven a pelear los saco de la casa…

—Esta no es tu casa —habla otro, Noah, y clavo mis ojos en él.

—Tú serás el primero y no voy a dudar en pasarle tu nombre a la profesora para que sepa que no hiciste ni mierda. ¿Aceptan o no? Porque Alexandra está de mi lado.

Ella asiente y todos repiten el gesto.

Miro a mi amigo pelirrojo y le hago una seña.

—¿Tienes tus gomas de mascar?

Saca de tu bolsillo la cajita y me pasa una sin decir nada.

—Tranquilízate ya —pasa su mano por mis brazos atrayéndome hacia él y yo suspiro.

—¿Qué vamos a hacer al final? —pregunta Alexa.

El pelinegro habla:

—Daisy quiere hacer cupcakes de chocolate, y Chad prefiere muffins, pero Sarah magdalenas y…

—Un momento —lo interrumpe Alexa—. Anotemos las ideas y organizamos, y hacemos los tres, tenemos material de sobra y aun tiempo. Hacemos distintos sabores y probamos varios métodos, mientras más variado es mejor, porque centrarnos en un solo sabor será aburrido —bosteza—. Somos seis y cada uno sabe de distintas cosas, hagamos lo que les digo y ya. Si falta algo alguno sale a comprar y todos felices.

ErroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora