Puedo ser lo que vos quieras
F
Hyunjin abrió la heladera. Estaba vacía, excepto por la botella de jugo de pomelo en la puerta. La batió un poco antes de abrirla y tomar un trago.
El aviso de deuda estaba sobre la mesada bajo la carta de Felix. La dueña del departamento no tenía cómo contactarlo y Hyunjin la ignoraba cuando venía a buscarlo personalmente, así que imprimía esas notas y las pasaba por debajo de la puerta mientras Hyunjin no estaba. Debía tres meses de alquiler y necesitaba ponerse al día en la próxima quincena para que no lo echaran.
Puedo ser lo que vos quieras.
Las palabras resonaron en su mente en el camino al trabajo y mientras se sacaba la ropa en el camarín. Se quedó con una musculosa negra que se adhería a su cuerpo y marcaba sus músculos, y las calzas cortas que ya estaban agujereadas por usarlas todas las noches.
Bailó lo mejor que pudo y estaba deslizándose hacia abajo en el caño cuando notó a un grupo de mujeres que lo miraban desde un sillón en el centro del bar, justo frente a su plataforma. La encargada se acercó a hablarle cuando bajó.
— ¿Te interesa atender a unas clientas? —dijo en su oído. Hyunjin miró a las mujeres en el sillón; eran cuatro y conversaban entre ellas por encima de sus copas, lanzando miradas en su dirección.
— ¿Son esas? —preguntó, secando el sudor de su nuca con la toalla. La encargada asintió.
—Pidieron específicamente a Sam. Te quieren contratar.
— ¿Para bailar? —Hyunjin se sorprendió. La encargada negó con la cabeza—. ¿Qué quieren, entonces?
—A vos. —La encargada rodeó los hombros de Hyunjin con un brazo en un gesto de compasión fingida—. Te quieren tener por una hora para hacerte lo que quieran.
Hyunjin miró al grupo de mujeres una vez más. Se veían elegantes, espaldas erguidas, ropa cara y dedos largos adornados con anillos de piedras brillantes.
— ¿Cuánto me van a pagar?
—Tres veces más. Cada una.
Hyunjin apretó la toalla con los puños mientras hacía las cuentas en su mente. Tres veces lo que cobraba bailando un día debía equivaler a un mes de alquiler. Y eso por cuatro personas, por solo una hora de trabajo.
— ¿Con cuánto vas a quedarte? —preguntó.
—Con la mitad —respondió la encargada—. Vení a conocerlas. —Empujó a Hyunjin por la espalda hasta el sillón—. Saludá.
Hyunjin inclinó la cabeza. Cruzó las manos al frente del cuerpo y acarició su propia muñeca con un dedo. La mujer más cercana a él lo tomó del brazo, obligándolo a soltarlas, y reemplazó las caricias con las suyas. Estaba usando un brazalete que brillaba de color rojo bajo las luces.
—Mucho gusto, Sam —dijo, descruzando las piernas. Dió golpecitos con la otra mano sobre su regazo, invitando a Hyunjin a sentarse. Hyunjin dió un paso hacia atrás y se encontró con el brazo de la encargada que no le permitía alejarse.
La mujer se levantó y los tacos que estaba usando la hacían tan alta como él. Alejó un mechón de pelo húmedo de los ojos de Hyunjin y lo acomodó detrás de su oreja.
— ¿Venís con nosotras? —preguntó, pero sonó más como una afirmación.
Podrían pagarle suficiente. Podrían salvarlo. Hyunjin solo tenía que recostarse y dejar que lo tuvieran, dejar...
Puedo ser lo que vos quieras.
—Les preparo uno de los cuartos de atrás. Hyunjin tiene que bañarse primero.
—A mí me gusta así.
Las cinco mujeres rieron. La encargada llevó a Hyunjin de vuelta al camarín. Le dejó ropa interior limpia y una bata sobre la silla con la orden de que se las pusiera cuando saliera de la ducha. Hyunjin no las tocó. Tampoco fue a bañarse. Se abrigó con su propia ropa, levantó del piso la botella de jugo de pomelo y tomó lo que quedaba. Estaba amargo y tibio y ya no tenía sabor a fruta.
—No voy a aceptar —le dijo a la encargada cuando vino a buscarlo.
—Ah. —La mujer se inclinó contra el marco de la puerta con los brazos cruzados—. Bueno.
—Quiero trabajar doble —dijo Hyunjin, mirándola a los ojos—. Bailando. Quiero bailar dos rondas de media hora por noche.
—Eso no lo decidís vos —respondió la mujer. Hyunjin tragó saliva; apretó la botella vacía en sus manos—. Andate. Volvé mañana a la hora de siempre.
En el camino de vuelta a casa, Hyunjin visitó el puesto de comida en su barrio que se mantenía abierto toda la noche. Vio las luces prendidas en cuanto dobló en la esquina, y al señor preparando algo en la freidora.
—Buenas noches, Hyunjin —dijo con una sonrisa. Hyunjin le devolvió el saludo—. ¿Vas a cenar?
—Me gustaría, pero... ¿puedo pagarle mañana? —Hyunjin escondió la nariz dentro del cuello de su campera, avergonzado.
—Sí, sí, sí, sentate. —El hombre hizo señas para que se acerque y Hyunjin ocupó una de las banquetas frente al mostrador—. ¿Qué vas a querer?
—Lo que tenga está bien.
— ¿Te gustan los langostinos?
—Sí, gracias. —Hyunjin aceptó el plato de langostinos en tempura con una sonrisa. Se quemó la lengua por apurarse a probar uno.
— ¿Mal día en el trabajo? —preguntó el señor, limpiándose las manos con un trapo. Hyunjin bajó la vista a su regazo.
—Sí... Hoy no me pagaron la noche —murmuró.
El hombre le acercó un platito con salsa, dio unas palmaditas en su hombro y lo dejó comer.
—Llevá para el desayuno —le dijo cuando Hyunjin estaba por irse un rato después, ofreciéndole una bolsa de pancitos rellenos caseros.
—No puedo pagarlos —Hyunjin la rechazó.
—No, no, no, no hace falta —insistió el hombre. Colocó la bolsa en sus manos y le dio palmaditas en la mejilla—. Pasá mañana si necesitás más.
Hyunjin pestañeó para evitar que se le cayeran las lágrimas.
Puedo ser lo que vos quieras.
No logró quedarse dormido cuando se acostó. Después de dar vueltas en la cama por un rato, se levantó a escribir una nueva carta.
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Bubblegum [Hyunlix] 🧁
FanfictionHyunjin y Felix intercambian cartitas con corazones. 😊 Parte 2 de "Ámbar" pero se puede leer suelta! "Dulce en sus manos que se colaban por debajo de la remera de Felix para tocar la piel de su espalda, algodón de azúcar." A Felix le gusta Hyunjin...