Brownies

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Vivir con Hyunjin era divertido. Incluso las mañanas en las que Felix despertaba pegajoso, acostado en el piso de un castillito de sábanas que empezaba a derrumbarse, con todo el peso del cuerpo de Hyunjin encima suyo.

—No puedo respirar, amor. —Felix acarició los brazos de Hyunjin, que rodeaban su cintura.

—Nnnhhmah...

— ¿Eh? —Felix soltó una risita.

—No me importa —Hyunjin murmuró, apretando a Felix un poquito más, sin abrir los ojos.

— ¿Ah, no? ¿Y si me muero? —Felix dió golpecitos sobre la espalda de Hyunjin con las manos abiertas para acentuar las palabras—. ¿Y si un dragón viene a atacar nuestro castillito? ¿Quién te va a salvar si yo no estoy?

—Oh, no.

Hyunjin se incorporó entonces, sosteniéndose con las dos manos a cada lado de Felix sobre el almohadón vaca. La miró a los ojos a través de pestañas pesadas, humedecidas por el sueño.

—Rápido, hagan algo. —Se acercó para besar a Felix en la boca; susurró sobre sus labios—: No podemos perderla.

Vivir con Hyunjin era divertido porque compartían la ducha y el desayuno y caricias suavecitas, y pasaban el resto del día con poca ropa, leyendo o pintando bajo el sol que entraba por la ventana, la música que dejaban sonando de fondo un indicador poco preciso para el tiempo que iba pasando.

Era divertido incluso cuando Felix no despertaba pegajoso porque Hyunjin había limpiado cariñosamente todo lo cochino de su cuerpito mientras ella se relajaba y se quedaba dormida. Durante la noche, transpirados y con los cachetes rojos porque no eran capaces de soltarse, buscaban aliviar el calor perdiendo sus pijamas nuevos entre las sábanas.

Felix aprendió toda una lista de cosas nuevas sobre Hyunjin. En la mañana, su pelo era puro caos y sus ojos se veían más pequeños porque su carita despertaba hinchada. Sus mejillas eran más esponjosas de lo que parecían; sus labios eran tan esponjosos como parecían, y se separaban instintivamente cuando Felix los tocaba.

Descubrió el lunarcito en el pecho de Hyunjin una tarde, sentado sobre su regazo en el sillón, sus remeras en algún lugar del piso. Estaba ubicado en el mismo lugar que el suyo, y Felix recordó esa leyenda que dice que los lunares...

—Marcan los lugares donde tu alma gemela más te besó en tu vida pasada. —Tocó el lunarcito con el índice, sintiendo los músculos firmes debajo de la piel de Hyunjin.

— ¿Qué quiere decir eso? —Hyunjin preguntó, deslizando las manos de arriba a abajo sobre los brazos de Felix.

—Quiere decir... —Felix acarició el pecho de Hyunjin y sostuvo su mentón con dos dedos para hacerlo girar la cara hacia un lado y hacia el otro. Tocó con el índice el lunarcito debajo de su ojo—. Quiere decir que no te besé lo suficiente.

Felix se encargó de compensarlo. Cada vez que alguna parte del cuerpo de Hyunjin terminaba cerca de su boca, dejaba un besito ahí. Así vio los moretones en las piernas de Hyunjin sanar bajo sus labios hasta desaparecer.

Cuanto más tiempo pasaba mirando a Hyunjin, más hermoso le resultaba. Felix empezó a guardar en su pecho todas las cosas que le gustaban de Hyunjin, como trocitos de un gran tesoro:

La profundidad de sus ojos. El cuidado con el que sostenía las manos de Felix en las suyas; la necesidad de estar siempre en contacto. El desinterés con el que recogía su pelo oscuro en un peinado desprolijo y la insistencia contradictoria con la que lo desarmaba y lo volvía a atar. La dulzura con la que las sílabas rebotaban en sus labios cuando hablaba, porque a Felix le hacía pensar en malvaviscos.

Bubblegum [Hyunlix] 🧁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora