Garrapiñadas 2

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Felix no se animó a hacerle preguntas, pero le aseguró que estaría en la puerta de la galería cuando Hyunjin saliera, y eso hizo. Se sacó el vestido durante el día para no ensuciarlo, pero se lo volvió a poner antes de salir, agregando una chaqueta de jean para que no le diera frío, y esperó a que Hyunjin saliera de trabajar.

Veía todos los días la sonrisa que Hyunjin ponía cuando volvían a encontrarse después de pasar tiempo lejos, y siempre lo hacía igual de feliz. Estaba seguro de que eso no cambiaría aunque pasaran mil años.

Subieron al micro juntos y en algún momento Felix pensó que podían estar yendo al cementerio, pero prefirió no mencionarlo, y se dio cuenta de que se había equivocado cuando el vehículo dobló en la dirección opuesta. No tenía ni idea de dónde estaban, pero la mano de Hyunjin en la suya hacía que le resultara imposible sentir miedo. Reconoció la avenida sobre la que estaba MANIAC cuando el micro se detuvo en la parada, aunque no podía darse cuenta si el bar quedaba a la derecha o a la izquierda.

Caminaron en silencio algunas cuadras, hasta que ya no se veían locales y las manzanas estaban ocupadas por casas bajas y algún edificio pequeño. Felix se mordió el labio para no preguntar nada.

—Es ahí —Hyunjin dijo al fin, señalando un puestito en una esquina rodeado por una guirnalda de luces cálidas. Felix podía ver los fuegos prendidos y las nubes de vapor que se levantaban en el aire, y el olor del aceite caliente se sentía desde lejos.

El señor alzó la vista cuando los escuchó llegar.

—Hyunjin —saludó—, y...

—Felix, mi pareja —dijo Hyunjin. Felix levantó la mano para saludar y se puso de puntitas para ver lo que el señor estaba revolviendo en la sartén: maní y azúcar.

—Hola, Felix. —El señor sonrió—. Qué bonito vestido.

—Hyunjin lo hizo para mí. —Felix apretó la mano de Hyunjin y la acarició con el pulgar. El señor asintió con la cabeza, sin dejar de sonreír.

—Le traje esto. —Hyunjin se dirigió al señor, sacando del bolsillo un sobre blanco. Se lo ofreció sosteniéndolo con las dos manos y el hombre alejó la sartén del fuego antes de limpiarse las manos con un trapo y recibirlo—. Por las veces que me ayudó.

El hombre miró dentro del sobre achicando los ojos, una nube de vapor dulce cruzando frente a su rostro. Felix no llegaba a ver lo que contenía el sobre, pero se imaginó que era igual al que Hyunjin le había dado a ella y que por alguna razón estaba en una deuda con el señor del puestito de comidas que ahora intentaba saldar.

El hombre miró a Hyunjin un instante, tensando los labios como intentando tomar una decisión.

—Gracias, Hyunjin. —Sonrió y se estiró por encima del mostrador para darle unas palmaditas en la mejilla. Felix estaba seguro de que el hombre se sentía como él: no quería aceptar el dinero pero sabía que era lo correcto—. Te ves como si te gustaran mucho los dulces —dijo, mirando a Felix.

Felix asintió con la cabeza. Se escondió detrás de Hyunjin sin soltar su mano y solo salió para aceptar la bolsita de garrapiñadas que el hombre le estaba ofreciendo.

—Gracias —dijo Felix.

—Están recién hechas.

—Gracias —Hyunjin repitió, y tiró de Felix para empezar a caminar.

— ¡Vuelvan pronto! —Felix escuchó la voz del señor detrás suyo.

Aunque Hyunjin no le explicó quién era ese hombre ni de qué maneras lo había ayudado, Felix podía hacerse una idea. Apretó la mano de Hyunjin en el camino de vuelta a la avenida, donde iba a estar lo suficientemente concurrido para encontrar un taxi. Felix probó las garrapiñadas enseguida; desató la bolsita y se metió unas cuantas en la boca al mismo tiempo. Estaban tibias y dulces, perfectamente crocantes, y el sabor a maní se volvía más intenso a medida que la capa de azúcar se disolvía.

Hyunjin tuvo que chocar su cadera con la de Felix para que le hiciera caso.

— ¿Me das una? —pidió con la mano abierta frente a Felix, que depositó un puñado sobre su palma.

Antes de llevárselas a la boca, Hyunjin agarró una y la apoyó sobre los labios de Felix para que la comiera. Felix rió; partió la garrapiñada entre las muelas. El aire estaba cálido y las mariposas volaban por encima de los arbustos como corazones de papel. Pateó una piedrita que rebotó sobre la vereda y cayó frente a Hyunjin, y Hyunjin la pateó de vuelta.

—Mirá, amor —dijo, y Felix levantó la vista—. Peluchitos.

— ¡Peluchitos!

Felix corrió hasta la máquina, luminosa y colorida en la vereda junto a la puerta de un kiosco. Apoyó las manos en el vidrio mientras Hyunjin entraba al kiosco para conseguir cambio y miró todos los peluches hasta ubicar uno que estuviera fácil de sacar, escuchando la musiquita repetitiva y saturada que salía por los parlantes viejos de la máquina.

Hyunjin volvió con un puñado de monedas y dos botellitas de jugo.

— ¿Elegiste uno? —preguntó, dándole a Felix las botellas antes de insertar una moneda en la máquina.

—El pingüinito.

Felix lo señaló, y Hyunjin empezó a mover el mando para ubicar el gancho en la posición adecuada. Felix tomó juguito mientras miraba, aportando ocasionalmente alguna indicación útil. El teléfono sonó en su bolsillo justo cuando Hyunjin presionó el botón para que el gancho descendiera. El nombre en la pantalla lo puso de mal humor.

— ¿Qué pasó? —Hyunjin preguntó, apretando el pingüino de peluche en sus manos. Debía haber notado su expresión de fastidio. O miedo. Felix atendió la llamada y la puso en altavoz.

—Hola, pá.

—Buenas noches, Felix —respondió la voz de su padre del otro lado, tan formal y soberbia como siempre—. ¿Cómo estás?

—Bien —dijo Felix, y se quedó en silencio. Hyunjin acarició su pelo.

—Me alegro. —Probablemente era mentira—. Te llamo para invitarte a la cena del veinticuatro. Llevamos mucho tiempo sin vernos porque el año pasado no viniste.

—El año pasado no me invitaste.

Felix pestañeó para espantar las lágrimas que querían aparecer en sus ojos. Escuchó a su papá aclararse la garganta.

—Bueno, estoy invitándote ahora. ¿Todavía sos amigo de Han Jisung? —preguntó, y Felix le contestó que sí—. Podés decirle que venga.

— ¿Puedo...? ¿Puedo ir con mi pareja? —dijo. No estaba seguro de por qué quería llevar a Hyunjin. Su papá no se merecía conocer a Hyunjin, pero Hyunjin sí se merecía saber todo sobre la vida de Felix, incluso las cosas que a Felix no le gustaban, las cosas que eran parte de su historia por mucho que quisiera negarlas porque no le hacían feliz.

—Claro. Los espero.

Hyunjin apoyó el pingüino sobre su pecho cuando Felix cortó. Le dio un abrazo que atrapó al peluche entre ambos, y Felix se dejó caer en sus brazos. Respiró hondo.

— ¿Era tu papá? —Hyunjin susurró. Felix asintió con la cabeza frotando la mejilla sobre su camisa.

Quería ir a dormir. Quería abrazar a Hyunjin y quedarse dormido sobre él y despertar entre sus besitos y nunca más tener ninguna otra responsabilidad más que ser felices juntos.

— ¿Tenés planes para Navidad?

Bubblegum [Hyunlix] 🧁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora