Tommy asintió sin pronunciar palabra, mientras su padre se colgaba la escopeta sobre su espalda y cargaba a la muchacha en sus brazos.
—Tú adelántate y dile a mama que prepare la camioneta, debemos llevarla hasta el hospital de Loma Linda de inmediato.
Tommy no respondió, solo dio media vuelta y empezó a desandar el sendero hacia la cabaña. De vez en cuando, se daba la vuelta y observaba cómo su padre intentaba apresurar el paso con la muchacha colgando de sus brazos.
—Resiste, jovencita —le pidió a viva voz—. No voy a permitir que mueras ahora que te hemos encontrado.
Toda la familia Paddington decidió acompañar a Burt hasta el hospital de Loma Linda. Christine y Penny se habían ubicado en el asiento trasero del Land Rover, junto a la muchacha que, todavía, seguía sin reaccionar. Tommy, que iba sentado junto a su padre, no dejaba de contemplarla. Temía que, en cualquier momento, su respiración pausada se detuviera definitivamente, sin duda, aquel era un temor que compartían todos en la camioneta. El miedo latente de que, en cualquier momento, la joven desconocida muriese en los brazos de Christine. Burt hacía lo imposible para que los sesenta kilómetros que separaban la pequeña ciudad de Loma Linda del lago Big Bear se acortaran rápidamente, pero el tráfico, un tanto pesado esa mañana, no ayudaba demasiado.
—¿Aún respira?
Christine le respondió que sí a su esposo, por enésima vez.
Cuando tomaron Barton Road y el edificio apareció ante ellos, Burt recorrió el trayecto que quedaba sin importarle recibir una multa por exceso de velocidad. Consiguió estacionar en un puesto libre en la parte frontal del hospital, y, sin perder tiempo, volvió a cargar a la muchacha en brazos y enfilo hacia el interior, seguido por su esposa y sus dos hijos.
—¡Necesitamos un medico con urgencia! ¡Esta muchacha se está muriendo! —grito e irrumpió en la sala de emergencias.
Dos enfermeras se acercaron a él y lo guiaron hasta un pequeño cuarto rodeado de cortinas blancas.
—Por favor, señor, recuéstela sobre la camilla y retírese —le pidió una de las enfermeras. Burt la coloco con sumo cuidado sobre la camilla fría y, antes de dejarla allí, le apretó la mano.
—Señor, debe retirarse.
—Sí, sí. —Retrocedió unos pasos y, a través de las cortinas entreabiertas, pudo observar a los médicos abalanzarse sobre ella con agujas y unos estetoscopios que colgaban de sus cuellos.
Con una pequeña linterna esculcaban las pupilas de sus ojos. Escuchó palabras que no alcanzó a comprender, mientras una de las enfermeras le ponía una máscara de oxigeno que le cubría casi todo el rostro. Otra enfermera se acerco nuevamente a él para ordenarle que se marchase de allí. Echó una última mirada a aquella joven que parecía estar librando una batalla, en clara desventaja, contra la misma muerte. Salió y se reunió con su familia para hacer lo único que estaba a su alcance, orar y esperar que todo saliera bien.
—¿Señor Paddington? —Un sujeto desgarbado y de cabello rojo se detuvo frente a él.
—El mismo —respondió Burt y se levantó de su asiento.
—Soy el comisario Trevor Cassidy. Tengo entendido que usted y su hijo han encontrado a una jovencita moribunda en los bosques que rodean el lago Big Bear. —Extendió la mano.
Burt se seco el sudor acumulado en la palma de su mano debido a los nervios y a la angustia de la espera, y respondió a su saludo.
—Así es, esta mañana, mi hijo Tommy —señaló al pequeño, que dormía sobre el regazo de su madre cerca de ellos— había salido a poner algunas trampas, y ha sido entonces cuando la ha encontrado. Ha corrido a alertarnos y me ha llevado hasta el lugar donde la había visto. Estaba muy mal cuando la he encontrado. Sin perder tiempo, la hemos traído hasta Loma Linda y estamos aquí esperando que nos den alguna novedad —explicó.
—Está bien. —Le sonrió amable.
Burt Paddington se dejó caer en su asiento, pero se puso de pie al instante.
Un medico atravesaba el pasillo y caminaba raudamente hacia ellos. Burt lo reconoció como uno de los que había atendido a la joven en la sala de emergencias.
—¿Los señores son familiares de la señorita que ha ingresado esta mañana?
—No, doctor —respondió Burt—. Nosotros la hemos traído, pero ni siquiera sabemos quién es.
—Doctor, soy el comisario Cassidy —intervino el policía—. Alguien de su hospital nos ha llamado.
—Sí, es evidente que la joven ha sufrido alguna especie de tortura. Tiene varias laceraciones en las muñecas, presenta también un deterioro general, además de desnutrición y deshidratación aguda —indicó con seriedad—. Esta joven ha recorrido un largo trayecto antes de ser encontrada, sus pies están muy lastimados.
—¿Se va a poner bien? —Burt hablaba por él y por el resto de su familia que se había unido a la conversación para ponerse al tanto de las novedades.
—Deberá permanecer un tiempo internada, pero el pronóstico es bastante alentador. —Palmeo el hombro de Burt—. Si no la hubiesen encontrado, no habría resistido otro día más en aquel bosque.
Burt Paddington no era un hombre que se emocionara con facilidad, pero aquellas palabras le provocaron un nudo en la garganta. Asintió y se quedo en silencio mientras apretaba la mano de su esposa.
—¿Podría hablar con la muchacha? —pregunto el comisario Cassidy.
—Me temo que eso deberá esperar. No ha recuperado el conocimiento todavía y, con los sedantes que le hemos dado, no lo hará hasta mañana.
—Está bien, doctor. Gracias.
—De nada, lo veré mañana.
Trevor Cassidy observó una vez más a Burt Paddington.
—¿Ha verificado si llevaba alguna identificación, algo que nos indique quién es?
Burt negó con la cabeza.
—Nada, llevaba solamente un vestido sin bolsillos, y no he encontrado un bolso o algo que se le parezca junto a ella. —Hizo una pausa—. Pareciera que tan solo hubiese surgido de la nada.
—No, amigo. Vino de alguna parte y, de acuerdo con lo que ha dicho el doctor, desde muy lejos. Es muy probable que alguien la esté buscando.
—Seguramente —repitió Burt.
—Pobre muchacha —dijo Christine y abrazó a Tommy contra su pecho.
—Les agradecería que pasaran por la comisaría para declarar. Abriremos una investigación, y será necesario contar con su testimonio y el de su hijo. —Miró a Tommy, quien todavía parecía estar conmocionado por lo sucedido.
—¿Es necesario que Tommy declare? —Christine no quería que su hijo tuviera que pasar por aquello.
—Me temo que sí. —Alargó la mano y le tocó la frente al niño—. Apuesto a que Tommy estará encantado de visitar la comisaría.
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NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDT
FanfictionEs mi novela favorita. Les va a encantar. Todos los créditos al autor original.