~ CAPITULO 16 ~

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Ella volvió a mirarlo y sus ojos estaban húmedos. A Kendall se le hizo un nudo en la garganta.
—Comprendo lo difícil y traumático que puede resultar todo esto para usted, pero si no nos ayuda, tal vez, nunca lo atrapemos —le aseguró—. Es un sujeto bastante inteligente y organizado, no deja huellas en las escenas de los crímenes y entra en las casas de sus víctimas sin despertar la mínima sospecha.
—Pero yo no recuerdo nada de él —dijo a punto de llorar—. ¿Cómo puedo serle de utilidad si ni siquiera sé lo que me pasó durante los tres meses que estuve desaparecida?
—Solo le pido que acepte colaborar en el caso. —Reprimió el impulso de apretar nuevamente su mano al ver que una lágrima rodaba por su mejilla—. Iremos despacio y si es necesario, recurriremos a alguna terapia alternativa para hacerle recordar.
_______ lo miró aturdida.
-Qué quiere decir con eso?
—He estado indagando y hay buenas probabilidades de que, si se somete a la hipnosis, pueda recuperar su memoria —explicó.
Ella no pronunció palabra durante un rato. No era la primera vez que alguien le mencionaba la idea de hipnotizarla para recuperar sus recuerdos. Y como aquella primera vez, no estaba tan segura de que eso fuera, en realidad, lo que quería hacer. Era terrible convivir, día a día, con la incertidumbre de no recordar lo que había sucedido en esos tres meses, pero sería más terrible aún descubrir qué había ocurrido realmente con ella durante su cautiverio.
—No lo sé —respondió, por fin.
—Piénselo, sería de mucha ayuda —le dijo. Sentía, por fin, que la barrera que se había creado entre ambos comenzaba a desmoronarse poco a poco.
—_____(d) —dijo ella de repente.
—¿Le trae algún recuerdo ese nombre?
_______ movió la cabeza.
—No, nunca nadie me ha llamado así. —Se mordió el labio inferior—. Al menos, que yo sepa.
—Parece que, al menos, una persona sí la llamaba de esa manera —sentenció Kendall.
_______ sintió un escalofrío bajar por su espalda.
—Es extraño.
—¿El qué? —Kendall enarcó las cejas.
—Como le he dicho, nadie me llama así; sin embargo, siento que estoy familiarizada con ese nombre.
—Tal vez es un recuerdo que pugna por salir de su mente —adujo él.
—No, ni siquiera es eso, es solo... una sensación. —Quería que comprendiera lo que trataba de explicarle, pero estaba habituada a que la gente se quedara mirándola cada vez que decía algo como aquello. Después de su secuestro, era común despertarse con la sensación de vivir algo ya vivido, o escuchar una melodía por primera vez y tararearla de principio a fin. Eran sensaciones que la sorprendían de improviso; cualquier cosa podía despertarlas: un perfume, una canción, una imagen. Pero nunca conseguía nada más y cuando se esforzaba por recordar, lo único que obtenía era un terrible dolor de cabeza.
—Entiendo —respondió él. Pero _______ sabía que, en realidad, no era así.
_______ se enjugó las lágrimas con la mano y volvió a clavar sus ojos castaños en él. Aquel hombre esperaba una respuesta de su parte y aunque estaba segura de que se arrepentiría toda la vida por lo que estaba a punto de hacer, no dudó cuando le dijo que aceptaba ayudarlo.
Una amplia sonrisa iluminó el rostro anguloso de Kendall Schmidt.
—Sabía que tarde o temprano me diría que sí.
—¿Es confianza en sí mismo o pura arrogancia? —preguntó mientras se ponía de pie.
—Soy la clase de persona que, cuando se empeña en conseguir algo, hace lo imposible por lograr sus objetivos.
—Lo tendré en cuenta, detective.
—Por favor, llámeme Kendall; después de todo, de ahora en adelante, vamos a pasar mucho tiempo juntos.
_______ esbozó una tenue sonrisa. Las palabras del detective quedaron rondando en su mente mientras lo acompañaba hasta la puerta. «Pasar mucho tiempo juntos.» No sabía exactamente a lo que se refería, pero esperaba que él no la presionara demasiado. Se conocía y sabía que no podía desenvolverse bien bajo la presión de los demás.
Antes de marcharse, Kendall se volvió y la observó.
—Buscaré al mejor especialista en hipnosis del país si es necesario —le aseguró.
Por un instante, _______ tuvo miedo de su convicción, sobre todo, porque la de ella distaba mucho de la de él.
—¿Puedo pedirle algo?
—Lo que sea.
—No corra; necesito tiempo para habituarme a la idea.
Kendall lanzó un suspiro.
—Tiempo, lamentablemente, es lo que no tenemos, _______.
Ella asintió sin decir nada. Él extendió la mano para despedirse y cuando sus manos volvieron a unirse, ninguno de los dos estuvo ajeno a la corriente de calor que los envolvió.
—Seguimos en contacto —dijo él sin soltarla todavía.
—Tengo su tarjeta —respondió _______.
Sus manos se separaron, pero la sensación que ambos habían compartido permaneció en el aire mucho más tiempo.
No percibieron su presencia; tampoco se dieron cuenta de que estaban siendo observados.
_______ se despertó tarde a la mañana siguiente, era su día libre y le gustaba quedarse retozando en la cama durante un buen rato. Extrañaba a su compañero de aventuras, y su semblante se nubló al observar que Otelo no estaba durmiendo a sus pies hecho un ovillo, como cada mañana. Habían pasado tres días desde su desaparición y nadie parecía haberlo visto. Ella y Leslie habían pegado carteles dentro del complejo de viviendas y también en la zona aledaña. Pero nadie había llamado para dar ningún dato, aun con la recompensa de quinientos dólares que ofrecía.
No le había mencionado nada a Kevin todavía y agradecía que él continuara fuera de Fresno supervisando la construcción de una escuela en Easton, porque sabía que lamentaría tanto como ella la desaparición de Otelo.
Se levantó de la cama y observó que el día había amanecido con un sol espléndido y que, a esa hora de la mañana, ya comenzaba a hacer calor. Abrió las cortinas de par en par y dejó que los rayos de sol inundaran la habitación. Estiró los brazos sobre la cabeza, exhaló e inspiró un par de veces y Kendall Schmidt se apoderó de sus pensamientos. Eso la pilló por sorpresa.
Había insistido y finalmente la había convencido. Estaba segura de que, con su persuasión, podría conseguir muchas cosas en la vida.
—¿En qué piensas? —Leslie entró a la habitación. Cargaba una bandeja con una taza de café, un par de croissant y un enorme vaso de zumo de pomelo.
—¿Todo eso es para mí?
—Depende.
—¿De qué? —_______ intentó a quitarle la bandeja a su amiga, pero Leslie la apartó a un lado.
—De que me digas en qué o en quién estabas pensando cuando he entrado.
—En nadie —soltó enseguida _______.
—¡Ah! Entonces estabas pensando en alguien y no en alguna cosa. —Leslie entrecerró los ojos.
_______ intentó arrebatarle la bandeja una vez más, pero fue inútil.
—¿Qué diferencia hay?
—Mucha. —Finalmente le entregó la bandeja y se sentó a su lado en la cama—. Apuesto a que no me va a costar mucho adivinarlo.
_______ se encogió de hombros.
—Es el detective guapo, ¿verdad?
Ella se metió un trozo de croissant en la boca para no responderle.
—Tu silencio es bastante elocuente, amiga.
_______ tragó la crujiente masa y la miró.
—¡No he dicho nada porque no podía hablar! ¡Estaba comiendo!
—Tú di lo que quieras, pero sé que no me equivoco. —Entrelazó los dedos sobre su regazo—.
Ha venido a verte tan solo un par de veces y sin embargo sé que te ha impactado.
_______ frunció el ceño y sonrió nerviosa.
—Estás equivocada. —Miró su reloj—. Son más de las diez, ¿no llegas tarde a la oficina?
—Si piensas que vas a evadir hablar del tema, te advierto que no lo vas a lograr. —Se puso de pie e hizo un ademán con los brazos—. ¡No me niegues la posibilidad de ilusionarme con la idea de que, por fin, te gusta un hombre después de no sé cuánto tiempo!
—Lamentaré decepcionarte, entonces —respondió.
—Será mejor que continuemos con esta charla luego, si no me voy, mi jefe me va a matar.
Se despidieron con un beso en la mejilla.
—¡Ah, lo olvidaba! —Leslie le gritó desde las escaleras—. ¡Ha llegado un paquete para ti, lo he dejado en la mesita de la sala!
—¡Está bien! —respondió _______.
Se terminó el desayuno y como la curiosidad era más urgente que su ducha matinal, bajó hasta la sala para buscar el paquete que le habían enviado. Seguramente era algún obsequio que le mandaba su hermano. Desde lo de su secuestro vivía consintiéndola y debía reconocer que le agradaba sentirse mimada por él. Kevin era su única familia y siempre habían estado muy unidos, en especial después de quedarse solos cuando eran ambos adolescentes.
Bajó corriendo las escaleras y la vio de inmediato. Una enorme caja cuadrada forrada en papel celofán color rojo. Se acercó y buscó alguna tarjeta, pero no la halló. Pensó que la encontraría dentro, rompió el envoltorio y lo arrojó al suelo. Parecía una niña que ansiaba abrir su regalo la mañana de Navidad, hasta sonreía como una. Pero esa sonrisa se congeló cuando quitó la tapa y descubrió, por fin, lo que se escondía en el interior de la caja.
Sus gritos de espanto retumbaron en el silencio de aquella soleada mañana de verano.

NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora