~ CAPITULO 34 ~

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—Te acompaño.
_______ los observó con atención desde la cocina. Rachel le estaba diciendo algo a Kendall mientras él le sonreía. Luego ella le guiñó el ojo y antes de salir recibió una palmadita en el hombro de parte de él. Cuando él la miró ella apartó la vista de inmediato.
—¿Tienes hambre? —preguntó él, ya en la cocina.
—No, he perdido el apetito. —Se bajó del taburete y se dispuso a salir de aquel lugar donde se sentía por completo invadida por su presencia.
—¿Sucede algo? —La sujetó del brazo y le impidió el paso.
—No, pero me he comido dos porciones de pizza por la tarde y ahora no tengo hambre.
—¿Estás segura de que es solo eso? —Había un ligero desafío en el tono de su voz.
—Sí, segura. Prefiero irme a dormir, si no te importa —le dijo y lanzó una fugaz mirada a su mano que aún rodeaba su brazo.
—En absoluto. —La soltó—. Que duermas bien.
Antes de marcharse necesitaba decirle algo.
—Quería hablar contigo de un asunto.
—Te escucho. —Se cruzó de brazos y la tela de su camisa se tensó sobre los músculos de su pecho.
_______ alzó la mirada y se enfrentó a la intensidad de sus ojos verdes que aquella noche se habían oscurecido más.
—Se trata de mi trabajo. Estoy en medio de un proyecto importante, que dirijo y...
—¿De qué se trata? —la interrumpió para saber más.
—El lanzamiento de una colección de libros de arte a nivel internacional —le informó—. Jennie me confió este proyecto a mí y debo entregarme a él en cuerpo y alma. No puedo abandonar mi trabajo.
—Nunca te pediría que lo hicieras.
—Perfecto, entonces mañana iré a la editorial como todos los días —dijo satisfecha.
—Tampoco he dicho eso.
—¿Qué quieres decir?
—Puedes ir mañana a la editorial, pero le explicaras a tu jefa que las cosas no serán como antes.
—¿Qué demonios tratas de decirme?
—No podrás ir a la editorial todos los días como hacías antes. Eso sería un riesgo innecesario.
—¡Pero es mi trabajo! ¡No me lo puedes impedir! —Intentó controlar las lágrimas de impotencia.
—Habla con ella y, tal vez, podáis llegar a una solución que os convenga a las dos. —Hizo una pausa—. Es por tu propia seguridad, _______. Yo no puedo estar contigo las veinticuatro horas del día.
—¡Nunca te lo he pedido! —le espetó furiosa.
—Mañana te acompañare y si quieres, yo mismo puedo hablar con tu jefa y explicárselo.
_______ lo interrumpió.
—No, no hace falta. Yo puedo explicarle como están las cosas.
—Como quieras, pero sí te llevare hasta allí.
Asintió, le lanzo una última mirada y salió, casi corriendo, de la cocina para encerrarse en la habitación.
A la mañana siguiente, tal y como Kendall le había dicho, él mismo se encargaría de llevarla a Sunrise Press.
_______ se despertó cerca de las ocho y tras darse un baño y vestirse con una falda azul oscuro y una camisa a tono, salió de la habitación. Llevaba aún el cabello suelto y cuando Kendall la vio pensó que sin duda era una mujer hermosísima, simple y naturalmente bella. No necesitaba ni siquiera maquillarse; su rostro aniñado y fresco resaltaba por sí mismo. _______ se detuvo en seco cuando lo vio salir de la cocina, llevaba puesto solo los pantalones de su pijama y su torso estaba desnudo.
No era la primera vez que veía a un hombre semidesnudo pero no pudo evitar sentirse turbada frente a él. Sus ojos se sintieron atraídos por el magnetismo animal que despedía Kendall. Contempló sus hombros anchos, el pecho bien formado cubierto con un poco de vello oscuro que bajaba por su estómago, plano y firme, y terminaba perdiéndose bajo la tela de su pijama. Alzó la vista y sin poder evitarlo los colores se le subieron a la cara cuando se enfrentó a su mirada. Algo en sus ojos había cambiado, había deseo en ellos y _______ sintió la misma sacudida que provocaba un choque eléctrico.
—Buenos días.
Su voz sonaba más ronca de lo habitual y aquellas dos palabras solo lograron agitarla aun más. Era un simple saludo de buenos días pero a _______ le pareció que le estaba pidiendo que hicieran el amor allí mismo.
—Bu... buenos días. —_______ se interrumpió y tragó saliva.
—Tienes el desayuno listo; yo, mientras tanto, me daré una ducha —le indicó con una sonrisa.
_______ asintió y desvió la mirada. Lograba estremecerla con solo sonreírle y aquello ya no era normal.
Sola en la cocina tomó una taza de café y se comió una tostada. Luego, salió a la terraza y encontró a Sam, que aún descansaba en su posición favorita, las patas delanteras a ambos lados de la cabeza y los mofletes pegados al suelo.
Cuando Kendall salió de la habitación la buscó en la cocina, pero no la halló. Fue hasta la sala y entonces la vio en la terraza apoyada sobre el balcón. Se quedó un momento contemplándola antes de anunciarle su presencia.
Le estaba dando la espalda y su mirada bajó hasta la falda estrecha que se ceñía a sus caderas y terminaba por encima de sus rodillas. Su larga melena castaña caía libremente sobre la espalda y el sol le daba algunos matices dorados. Ella volvió el rostro y los rayos de sol iluminaron su perfil casi perfecto. Unas pestañas largas y espesas, una nariz redondeada y aquellos labios carnosos que, cada vez que la tenía cerca, solo deseaba besar.
_______ se dio la vuelta y entonces lo vio. Sabía que él estaba allí, había sentido su presencia aún sin verlo y cuando lo vio avanzar hacia ella tuvo que sostenerse con fuerza del balcón para controlar el temblor que le recorría el cuerpo. Era demasiado apuesto y su sola presencia atentaba contra ella y su fuerza de voluntad. Le dedicó una fugaz mirada. Se había puesto unos vaqueros azules que resaltaban los músculos de sus piernas y una camisa blanca tan estrecha que _______ percibió la firmeza de su pecho debajo de ella. Él se acercó más y antes de que pudiera decir o hacer algo ella intervino.
—Si no nos damos prisa, llegaremos tarde.
Pasó a su lado y lo dejó solo en medio de la terraza. Kendall no tuvo más remedio que correr detrás de ella para alcanzarla.
—Necesito volver a mi rutina, recuperar mi vida —le dijo ella, de repente, mientras iban de camino a la editorial.
—Te escucho —le respondió con atención.
—Lo de mi trabajo, ya te lo expliqué; hablaré con Jennie y ella sabrá qué hacer al respecto. Pero hay otras cosas —hizo una pausa—. Mis pinturas, extraño pasar las horas encerrada en mi taller, tal vez no lo entiendas, pero para mí significan mucho.
—Comprendo.
—Hay algo más. Estoy acostumbrada a salir a correr todas las mañanas. Ya hace tres días que no lo hago y mi cuerpo me lo está pidiendo.
Kendall la miró; debían existir muchas otras cosas que su cuerpo le pedía y que ella le negaba.
_______ se movió inquieta y creyó que el bolso que sostenía en la mano se le caería al suelo.
—¿En qué piensas? —Se arrepintió enseguida de haberle hecho esa pregunta al descubrir la manera en que él la estaba mirando.
—Veamos; para lo del taller, creo tener la solución perfecta. Solo déjame arreglar algunos asuntos y haré todo lo posible para que puedas recuperarlo.
—Gracias. —Un destello de alegría encendió sus ojos castaños.
—Con respecto a lo otro, no puedo obligarte a que no lo hagas, pero tienes un gimnasio a tu entera disposición en la terraza.
—Pero me gusta correr, sentir la brisa que golpea contra mi rostro.
—No puedes salir sola todas las mañanas, es peligroso y lo sabes —la interrumpió.
_______ estuvo a punto de protestar.
—¡Está bien, está bien! Veo que es importante para ti. —Sonrió de oreja a oreja—. Yo mismo te acompañaré, pero, cuando no pueda hacerlo, no saldrás tú sola, ¿de acuerdo?
_______ ni siquiera dudó un instante en aceptar su propuesta. Volvería a salir y a respirar la libertad que sentía que le estaban quitando al menos un rato cada mañana.
—Empezaremos mañana.
—¡Genial! —_______ le indicó que faltaban tres calles para llegar a la editorial y cuando por fin el Mustang se detuvo frente al edificio lo miró y le dijo:
—Kendall, prefiero que me esperes aquí. No es necesario que subas conmigo —dijo mientras apretaba su pequeño bolso sobre su regazo.
Kendall supo que aquellas palabras en realidad tenían un significado diferente. No quiero que subas conmigo, no quiero que nos vean juntos, no quiero que nadie me acose a preguntas.
Él aceptó de mala gana y la observó mientras entraba al edificio en el que se encontraba la editorial. Tal vez _______ no quería que alguien en especial la viera llegar acompañada de él. No conocía nada de su vida privada, solo lo que había leído en los expedientes. _______ y su hermano habían perdido a sus padres a una temprana edad y desde entonces Kevin, como su hermano mayor, se había hecho cargo de ella. Había tenido un novio y había roto con él antes de su secuestro. Además de eso, la vida privada e íntima de _______ Carmichael era un completo misterio para él. Nunca le había mencionado nada de ningún novio, pero no tenía por qué haberlo hecho, no era nadie en su vida como para tener que estar hablando de aquellos asuntos personales.
¿Y si, en efecto, estaba saliendo con alguien? Lo dudaba, nunca había visto a otro hombre cerca de ella, además de su hermano. Si tuviera algún novio escondido por ahí, _______ lo habría llamado cuando más lo necesitaba. Y él lo sabría. Además, si lo tuviera ya habría aparecido en su casa para llevársela de allí; ningún hombre en su sano juicio permitiría que su novia viviese con otro hombre bajo las circunstancias que fueran.
Apretó los dedos alrededor del volante. _______ no podía estar saliendo con alguien, simplemente, porque no podía concebir la idea de que otro hombre estuviera cerca de ella.
Jennie la recibió en su oficina de inmediato.
—_______, nos tenías alarmados. Te esperábamos ayer —dijo Jennie y la invitó a sentarse.
_______ se tranquilizó al percibir preocupación y no reproche en el tono de su voz.
—Lo siento, Jennie; habría querido llamarte, pero han pasado algunas cosas y...
—¿Qué ha sucedido? —preguntó inquieta; la expresión en el rostro de _______ no le agradaba.
_______ le relató todo lo sucedido lo mejor que pudo, no le ocultaría nada. Nunca lo había hecho y no iba a empezar en ese momento aunque su sinceridad tal vez le costara su empleo.
—Jennie, si quieres sacarme del proyecto y contratar a alguien más...
Jennie apretó la mano de _______.
—Jamás se me cruzaría por la cabeza hacer algo así —le aseguró._______ sonrió aliviada.
—Te elegí a ti y serás tú la que lleve este proyecto hasta el final.
—Pero no sé si podré venir todos los días hasta aquí y continuar con mi rutina de trabajo habitual, no hasta que lo atrapen.
—Lo entiendo.
—Mi «carcelero» no me lo permitiría —comento para poner un poco de humor a aquella situación tan angustiosa.
—Solo quiere protegerte y me alegro de que lo haga. —Jennie frunció el ceño—. ¡Todavía tengo la piel de gallina debido a lo que me has contado! ¿Cómo es posible que ese loco haya logrado llegar hasta tu habitación?
_______ negó con la cabeza.
—No lo sé, Jennie.
—Al menos ahora ya no estás en esa casa y alguien cuida de ti. —Le sonrió.
—Sé que debería sentirme agradecida, pero me cuesta aceptar la realidad que me toca vivir. —Lanzó un suspiro—. Me siento protegida y cuidada pero no puedo evitar sentirme prisionera de ese hombre. Ese hombre que no puedo recordar y que sabe cosas de mi vida que yo ignoro.
—¿Qué tal esta tu «carcelero privado»? —pregunto y cambió de tema.
—Se llama Kendall Schmidt, es detective de la División de Crímenes Violentos y trabaja en el caso del Asesino de las Flores, que no es otro que el hombre que me secuestró hace cuatro años.
—Bien. —Jennie notó algo de nerviosismo en ella—. Ya me has dado los datos de su currículum vitae, ahora dime lo más importante.
_______ se enderezó en la silla y jugó con una arruga de su falda.
—No te hagas la desentendida, _______. Sabes perfectamente a lo que me refiero.
—No sé a qué te refieres. —Se puso de pie y caminó hacia la ventana.
—Sí lo sabes —le replicó—. Quiero que me cuentes todo, si es guapo, si está soltero. ¿Ha pasado algo entre vosotros?
—Podrás conocer la respuesta a tu primera pregunta si te asomas por la ventana —le dijo.
Jennie no dudó un segundo en obedecerla.
—¿Es él?
_______ asintió.
Kendall había salido del automóvil y estaba fumándose un cigarrillo, cómodamente recostado contra la parte trasera del Mustang.
—Pues ya quisiera yo estar en peligro para tener un hombre así encima de mí todo el tiempo —comentó, sin despegar los ojos de la ventana.
—Te lo cedo sin ningún problema.
—No, tú lo necesitas más.
_______ suspiró resignada.
—Lamentablemente, sí.
—¿Y qué hay de las demás preguntas?
_______ la miró, sabía que no le permitiría salir de allí sin recibir sus respuestas.
—Es soltero, creo, aunque estoy casi segura de que tiene algo con su compañera.
—¡Qué pena!
_______ hizo caso omiso a su comentario.
—Ahora responde a la última pregunta. —Jennie la tomó del hombro—. ¿Ha pasado algo entre tú y ese bombón relleno de músculos?
_______ estaba nerviosa, pero Jennie consiguió hacerla reír.
—¿Te ríes por lo que acabo de decir o porque tienes algún secreto sucio que no me quieres contar?
—No hay ningún secreto —se apresuró a responder—. No ha pasado nada entre nosotros; él se limita a hacer su trabajo y yo trato de acostumbrarme a la idea de vivir continuamente bajo su vigilancia. —Era una mentira a medias y esperaba que Jennie no se diera cuenta de ello. «Una mentira que con solo un roce o un beso se convertiría en la verdad más absoluta», pensó.
Jennie la miraba con desconfianza. Entonces _______ prefirió cambiar de tema antes de que descubriera lo que en realidad sucedía.
—¿Has pensado en alguna solución?
—¡Pues arrójate a sus brazos y entonces te aseguro que definitivamente va a pasar algo!
—¡Jennie! ¡No estoy hablando de eso!
—Lo sé, perdóname. —Caminó hasta su escritorio—. Lo único que se me ocurre es que trabajes desde casa.
—¿Es eso posible?
—No es lo habitual, pero creo que no va a haber problemas.
—¿Y Brandon Tanner? Se suponía que trabajaríamos juntos.
—Lo haréis, por supuesto. Hablaré con él, no creo que tenga ningún inconveniente en visitarte en el Tower District.
—Jennie, ¿puedo pedirte un enorme favor?
—Lo que quieras —respondió y se volvió a sentar.
—No le cuentes a Brandon la verdad. Cuantas menos personas estén enteradas de todo este asunto, mejor —le pidió.
—Como quieras, pero le va a parecer extraño.
_______ meditó un segundo. Tenía razón, debía inventar una excusa lo suficientemente creíble para darle a Brandon Tanner. No quería perder la oportunidad de trabajar junto a él.
—Dile que no me he sentido bien y que prefiero quedarme en casa, al menos por el momento. Luego veré qué le digo.
—¿Cómo justificarás la presencia de tu detective en su propia casa?
Ni siquiera había pensado en ello.
—No sé, le diré que estoy viviendo con un amigo.
—Está bien, de todos modos, te reunirías con él solo por las tardes —le explicó.
—Perfecto, es cuando Kendall casi no está en el loft —respondió complacida.
—Muy bien, hablaré hoy mismo con él y te avisaré.
_______ sacó un papel de su bolso.
—Este es el número de la casa de Kendall.
—Gracias, lo llamaré y lo invitaré a salir —bromeó.
—Hazlo, no creo que dude en aceptar.
—Prefiero dejártelo a ti.
—Ya te he dicho que...
Sonó el teléfono de Jennie y no pudo terminar de hablar.
—Jennifer Shelton.
_______ la saludó con la mano y salió para dejarla hablar tranquila.
Al llegar a la acera, Kendall seguía recostado sobre el Mustang pero ya no fumaba.
—¿Todo bien?
_______ asintió en silencio. Caminó hacia la puerta del lado del acompañante y dejó que Kendall la abriera para ella.
—Gracias.
Cuando apoyó la mano en la parte superior de la puerta para subirse al Mustang sus dedos chocaron con la mano de Kendall y _______ experimentó una fuerte oleada de calor que le subía por el cuello.
—¿Estás bien? —le preguntó él mientras aspiraba el aroma que despedía su cabello.
Ni siquiera se atrevió a mirarlo y como pudo se metió en el automóvil. Él sabía lo que su proximidad despertaba en ella y parecía disfrutar cada vez que se tocaban por accidente, aunque _______ presintió que aquel contacto poco había tenido de casual.
Él entró y encendió el motor. _______ no solo era consciente de su presencia y de las sensaciones que provocaba en ella, sino que comenzaba a aceptar que lo deseaba. Deseaba a Kendall Schmidt más allá de toda lógica y de una manera casi irracional.

NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora