~ CAPITULO 9 ~

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Desesperada, desvió su mirada hacia la mesita que estaba junto a la ventana. Tal vez, podría llegar hasta ella y buscar la pistola que guardaba dentro del último cajón. Si no recordaba mal, ella misma la había cargado antes de colocarla allí, en caso de necesitarla en alguna ocasión, y aquel parecía ser el momento propicio.
Debía ser rápida para cubrir la distancia que la separaba de la pistola, pero le era imposible moverse ni siquiera una pulgada. Estaba petrificada por el miedo, sentía que las pesadillas que la atosigaban por las noches se habían convertido en realidad. Su corazón bombeaba frenéticamente dentro de su pecho, se pasó una mano por el cuello y, cuando el extraño comenzó a caminar hacia ella, se recostó contra la puerta. ¿Dónde estaba Jennifer? ¿Acaso le había hecho daño a su amiga y venía por ella? Podría correr si al menos las malditas piernas le respondieran. Creyó desmayarse cuando vio que él buscaba algo dentro del bolsillo de su chaqueta.
—Señorita Carmichael, no se alarme. —Sacó con cuidado la placa y la extendió hacia ella—. Soy el detective Kendall de la División de Crímenes Violentos. —Era completamente consciente de que ella se había aterrorizado al descubrirlo dentro de su casa.
_______ podría haberse sentido aliviada tras saber que era policía, pero, muy por el contrario, aquello la perturbo aún más.
—¿Dónde está Leslie?
—¡_______! ¡Qué bueno que has llegado! —Leslie entró en la sala, cargaba una bandeja con dos tazas de café humeante—. El detective Schmidt ha venido a verte.
Los ojos castaños de _______ se ensombrecieron hasta volverse casi negros. «Schmidt», recordaba muy bien aquel apellido, pero no conocía al hombre que había sorprendido saliendo de su taller de pintura.
Leslie dejó el café sobre la mesita y le sonrió a su amiga. Sabía, por la expresión poco amigable en su rostro, que aquella visita no le agradaba en absoluto. De inmediato, se dio cuenta de que lo mejor sería dejarlos a solas y, sin mediar palabra, regreso a la cocina.
Kendall dio dos pasos hacia ella.
—Señorita Carmichael, necesito que hablemos —dijo, con voz baja y vehemente.
Carmichael. Aquel era su apellido. Sin embargo, le parecía completamente desconocido. Después de su secuestro, le habían aconsejado que se lo cambiara por su propia seguridad, y no había tenido más remedio que acceder, sobre todo, para complacer a su hermano mayor quien, desde aquel hecho, la trataba como si en cualquier momento fuera a romperse.
—No lo creo. —Su respuesta fue tajante.
Kendall dejó escapar un áspero suspiro. La observó en silencio un instante. Algunos mechones sueltos se habían pegado a su cuello transpirado, y una mancha de sudor que descendía por el centro de su atuendo pegaba la tela a su piel y acentuaba así la redondez de sus pechos. Kendall aparto la mirada y se enfrentó de nuevo a aquellos ojos que lo miraban con recelo.
—Se que ha pasado mucho tiempo y...
_______ le lanzó una mirada fulminante y le impidió continuar.
—Usted lo ha dicho, detective. —Lo miró directamente a los ojos—. No comprendo por qué después de tanto tiempo la policía viene a buscarme otra vez.
—Créame que si he venido hasta aquí es porque es absolutamente necesario que hablemos.
Había determinación en el tono de su voz y, por un instante, _______ se sintió intimidada por él y por esos ojos tan chocolates que la observaban impacientes.
—Mire, no sé qué quiere de mí, pero lamento decirle que ha sido en vano que haya venido hasta aquí —comenzó a decir.
—Él ha vuelto —soltó, antes de volver a escuchar que había cometido un error al buscarla.
_______ se dejó caer en el sillón y agachó la cabeza. Un silencio tenso pareció aplastar el aire que los rodeaba. Kendall no supo qué hacer y comprendió, demasiado tarde, que no debería haber dicho aquello de esa manera. Se sentó en el sillón frente a ella y esperó a que estuviera lista para hablarle.
Un par de minutos después, _______ alzó la mirada y buscó la suya con desesperación.
—¿Qué quiere decir con eso? —Le temblaba el mentón, y sus manos se movían inquietas sobre sus piernas desnudas.
Kendall tuvo el impulso repentino de sentarse a su lado y apretar aquellas manos temblorosas con fuerza, pero no lo hizo. Odiaba tener frente a él a una mujer vulnerable y no poder hacer nada para hacerle sentirse mejor.
—Señorita Carmichael —hizo una pausa para contemplar aquellos ojos castaños e intensos que no solo imploraban una respuesta sino también un abrazo reconfortante— estamos casi seguros de que la persona que la secuestró a usted hace cuatro años es la misma que ha cometido ya dos asesinatos en la ciudad —explicó y estudió su reacción.
_______, entonces, se puso de pie y caminó hacia la ventana que daba al jardín.
—¿Qué le hace pensar eso? ¿Ha dicho que estaban «casi seguros»?
Kendall se acercó a ella y se paró a su lado. Los rayos de sol, que entraban a través del cristal de la ventana, se posaban delicadamente sobre su rostro y en la mata de cabello castaño recogido en la coronilla en una cola de caballo. Sus ojos se detuvieron un instante en su boca y percibió que todavía estaba temblando.

NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora