~ CAPITULO 24 ~

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Kendall y Rachel se encontraban en la oficina de su superior, Phil Conway, y esperaban a que terminara de hablar por teléfono. Kendall se preguntó con cuál de sus dos hijas estaría hablando. No podía deducirlo, porque Phil siempre las llamaba «cielo» o «cariño». Conocía a ambas. Trisha era la mayor y estaba casada con un banquero; se había mudado a San José después de su boda, siete años atrás, y ya le había dado a Phil tres nietos de los que nunca se cansaba de hablar. La menor, Pauline, había estudiado Medicina y después de graduarse se casó con un colega y se mudaron a Raisin City, donde ambos además trabajaban. Todavía no le había dado ningún nieto a su padre, pero Phil presentía que pronto le anunciaría que estaba embarazada y que su pequeña lo haría nuevamente abuelo.
—Kendall está aquí, sí. —Una sonrisa perfectamente blanca hizo contraste con su piel morena.
—¿Quién es? —preguntó Kendall mientras se acercaba al escritorio.
—Es Trisha, te manda saludos y pregunta cuándo irás a visitarla.
—Dile que cuando el esclavista de mi jefe me lo permita —respondió en voz alta y se aseguró de que Trisha lo oyera desde el otro lado de la línea.
Phil Conway lanzó una carcajada.
—Yo también te quiero, cielo. Adiós, cuídate.
Colocó el auricular en su sitio y se recostó contra el respaldo de su silla. Observó a Kendall y a Rachel con atención; lanzó una bocanada de aire y cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Qué tenemos del caso del Asesino de las Flores? —preguntó en tono burlón. Como policía y jefe de la División de Crímenes Violentos le molestaba que la prensa siempre se encargara de buscarles apodos a los asesinos. Lo único que conseguían con eso era fomentar su popularidad y era justamente eso lo que aquellos delincuentes buscaban: el reconocimiento por sus crímenes. Esperaba que, algún día, la prensa comprendiera que aquello solo aumentaba su pervertido ego.
Rachel le entregó una carpeta.
—Las autopsias de las tres víctimas parecen una fotocopia una de la otra. Las tres murieron por estrangulación, ninguna muestra signos de haberse defendido, no hay rastros de piel o tejido debajo de sus uñas. No fueron atacadas sexualmente y fueron encontradas con los ojos abiertos.
-Para que su rostro fuera lo último que vieran antes de morir —acotó Kendall.
Phil asintió, sus ojos negros se posaron con rapidez en las fotografías que ilustraban el expediente del caso.
—¿Qué han podido averiguar sobre el tatuaje?
—Se los hace post mortem con alguna especie de instrumento de acero inoxidable. Es un símbolo de origen celta. Me he puesto en contacto con una experta, me reuniré con ella lo antes posible —anunció Rachel.
—Bien. ¿Qué hay de la tercera víctima? ¿Por qué cambió su patrón?
—Creemos que intenta mandar un mensaje. —Kendall frunció el ceño.
—Ahí es donde entra la señorita _______ Carmichael.
Ambos asintieron pero fue Kendall quien continúo hablando.
—El mensaje está dirigido a ella, el asesino talló una variación de su nombre en el cuerpo de Tessa Hodgins.
—«_____(d).»
—Sí, según Steven también fue post mortem, ya que no se encontraron rastros de sangre en la escena del crimen, lo que sí hemos hallado esta vez es una huella parcial de un calzado —señaló mientras observaba a Rachel.
—Ahí están los resultados, señor. A pesar de lo poco que obtuvimos tras hacer el molde con yeso, hemos llegado a la conclusión de que se trata de algún tipo de bota militar.
Nuestro sospechoso calza un 42 y mide, aproximadamente, 1'75 cm.
—Bien, al menos es algo. —Hizo una pausa—. ¿Han podido hablar con _______ Carmichael?
Rachel se puso de pie.
—Será mejor que Kendall le responda, señor. Yo, mientras tanto, pasaré por el laboratorio a ver si hay resultados de la caja que esta mañana le ha sido enviada a la señorita Carmichael.
—Está bien, Rachel.
Cuando la puerta se cerró tras ella, Kendall se sintió un poco cohibido bajo la mirada inquisidora de su jefe y amigo.
—¿Y bien? ¿Qué has conseguido con la señorita Carmichael?
Kendall se enderezó en el asiento.
—Por lo pronto, he logrado que acepte colaborar en el caso. Ha comprendido que estos asesinatos se relacionan con su secuestro y me temo que el incidente de la caja también.
—¿Crees que está en peligro?
—Sí.
Phil Conway lanzó un suspiro.
—Cuando tu padre y yo trabajamos en el caso de su secuestro nos devanamos los sesos por intentar atrapar a ese lunático. Tú, mejor que nadie, sabes el juego perverso que comenzó a jugar con él. Le enviaba mensajes que decían que _______ estaba bien y que no deseaba regresar a su casa; repetía una y otra vez, que estarían juntos para siempre, que ni tu padre ni nadie podría jamás separarlos, que antes prefería matarla que perderla. Luego, tres meses después, ella logra escapar y aparece casi moribunda en un bosque en el lago Big Bear. Jackson y yo creímos que por fin lograríamos cerrar el caso, pero cuando descubrimos que no recordaba nada de lo que había sucedido, sentimos que era como volver a empezar de cero.
—Sigue todavía sin recordar —dijo Kendall y apretó la mandíbula.
—Es una pena, estoy seguro de que si pudiera recobrar la memoria nos ayudaría a cerrar su caso y a detener los crímenes.
—Lo sé, Phil. Le he propuesto que consulte a algún especialista; le sugerí que probara con la hipnosis, pero no quiero presionarla demasiado. Lo que menos desea es recuperar el calvario que debió de ser su vida durante esos tres meses.
—Espero que logremos algo de ella, antes de que otra joven inocente se convierta en la cuarta víctima del Asesino de las Flores.
Kendall asintió, pero no le confesó que su temor más grande era que _______ fuese la próxima en su lista.
_______ jugaba con el arroz bañado en queso dentro de su plato. No tenía apetito. La imagen de la cabeza ensangrentada de Otelo no desaparecía de su mente. Sabía que le costaría dormir esa noche y que, si no recurría a las «pastillas mágicas» de Leslie, se quedaría despierta y recrearía en su mente, una y otra vez, el momento en que había abierto la caja.
—No tienes hambre. —Leslie estaba sentada junto a ella y tampoco había probado bocado.
_______ negó con un ligero movimiento de cabeza.
—No logro dejar de pensar...
—Shh, ni siquiera lo digas. —Le tocó el hombro—. Sé que no es fácil, pero trata de olvidar lo que ha pasado.
—Si lo lograse con solo desearlo. —Clavó sus ojos castaños en los ojos de su amiga—. Pero no puedo.

NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora