~CAPITULO 33 ~

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—Solo te pido que me comprendas y que, por una vez, olvides el protocolo. —Se sentó sobre el escritorio de su compañera—. Sabes que te necesito.
Rachel agachó la mirada y suspiró resignada.
—Está bien, no voy a decir nada. —Levantó la mano antes de que él hablara—. Pero debes prometerme una cosa primero.
No le gustaba hacer promesas sin saber primero en qué consistían.
—¿De qué se trata? —preguntó mientras fruncía el ceño.
—No te involucres sentimentalmente con _______ Carmichael. —Apoyó su mano en la de él—. Eso solo te llevaría a cometer errores. No lo arruines, Kendall, no vale la pena.
Kendall quería hacerle esa promesa y asegurarle que la cumpliría, pero sabía que era imposible.
—Me pides demasiado, Parker.
—Al menos, inténtalo, Schmidt. No solo por el caso, sino por ti y también por ella.
—¿A qué te refieres?
—_______ confía en ti; no es secreto para nadie que se siente segura a tu lado. —Recordó el momento cuando había ido a buscarlo tras descubrir que su secuestrador había estado en su casa—. Está demasiado vulnerable. Puede terminar por confundir las cosas y buscar algo más que tu protección, Kendall.
Kendall asintió. Rachel tenía razón y él lo entendía, pero también sabía que lo que le estaba pidiendo iba más allá de toda lógica y de toda razón. Podía ordenarle a su cabeza que hiciera hasta lo imposible para dejar de pensar en _______ cómo una mujer a la que deseaba con locura, pero era inútil cuando su corazón y cada poro de su piel le pedían a gritos lo contrario.
_______ trató de calmarse e hizo uso de una técnica de respiración que le había enseñado Leslie hacía un par de meses. Pero después de unos minutos se dio cuenta de que era inútil.
Había apagado la radio y estaba en el salón, recostada en el sofá. Sabía que no tenía nada que temer en aquel lugar; el loft de Kendall se había convertido en una fortaleza para ella y él no la encontraría allí.
Se masajeó las sienes con los pulgares y el dolor de cabeza, poco a poco, comenzó a disminuir. Cada vez que le sucedía aquello era porque un recuerdo se empeñaba en aflorar a la luz, pero muy pocas veces lograba rescatar algo de verdad importante. Todo parecía desvanecerse cuando se esforzaba más por recordar. La melodía le era claramente familiar y la dedicatoria estaba sin duda dirigida a ella; sin embargo, y por más que lo intentara, no conseguía descubrir lo que significaba aquella canción en realidad. Su mente era una nebulosa gris donde, de vez en cuando, un rayo de luz lograba traspasar la oscuridad pero se desvanecía antes de que pudiera retenerlo en su memoria.
Se recostó en el sofá, se colocó en posición fetal y cerró los ojos. Intentó concentrarse pero fue en vano; los recuerdos venían y se iban con voluntad propia. Eran imprevisibles y se disparaban erráticamente; la tomaban por sorpresa y la dejaban débil y más confundida aún. Al final, su cuerpo y su mente fatigados sucumbieron al agotamiento y cayó en un tranquilo sopor.


—¿Crees que _______ lo habrá escuchado? —preguntó Rachel sentada en el asiento del acompañante del Mustang de Kendall.
—No lo sé, pero está sola y tengo miedo de que algo le suceda.
Rachel percibió su preocupación y supo que no solo era porque estuviera bajo su cuidado. Nunca antes lo había visto actuar de aquella manera, hasta el punto, incluso, de arriesgar su propio empleo por una mujer.
—Quiere acercarse a ella y no se cansa de hacérselo saber. —Abrió la ventanilla del automóvil y sonrió complacida cuando la brisa fresca comenzó a jugar con su cabello—. Las muertes, el mensaje en la última víctima, las flores en su almohada y ahora le dedica una canción en la radio. Si no fuera por los crímenes y el mensaje en el cuerpo de Tessa Hodgins diría que se trata solamente de un hombre enamorado.
—Por más sádico que parezca, lo está, Rachel. —Hasta a él se le heló la sangre al decir aquello—. En su fantasía _______ lo ama tanto como él a ella y no concibe la vida de otro modo.
—Entiendo —meditó un segundo—, ¿por qué esperaría cuatro años para volver por ella?
A Kendall también se le había pasado por la cabeza aquella pregunta cientos de veces.
—No lo sé. Tal vez durante todo ese tiempo no ha logrado dar con ella. _______ se cambió el apellido y abandonó casi todos los vínculos que la unían a la época de su secuestro.
Solo su hermano y su amiga han seguido formando parte de su vida después de eso.
—Sí, pero igual siento que hay algo que no encaja en todo este asunto. ¿Qué ha sucedido con él en esos cuatro años? ¿Dónde ha estado? ¿Qué ha hecho?
—Demasiadas preguntas y ninguna respuesta, Parker.
—Lo sé, lo sé —mascullo entre dientes. Odiaba encontrarse frente a un enigma que no podía resolver—. ¿Y si ha estado preso o internado en algún hospital psiquiátrico? —sugirió de repente.
Kendall sabía que aquella no era una idea del todo descabellada.
—Podríamos revisar los registros y ver qué hallamos —sugirió ella.
—Rachel, sería como buscar una aguja en un pajar. No sabemos nada del sujeto, ninguna pista que al menos nos permita cotejar datos —le respondió antes de que se entusiasmara demasiado.
—Es realmente complicado este caso; creo que, si no comete un error, nunca lo atraparemos. Es demasiado organizado y perfecto para mi gusto.
—No existe el crimen perfecto, Rachel. Lo atraparemos, te lo aseguro.
Ella asintió y recostó la cabeza en el asiento.
Minutos después ambos llegaron a la casa de Kendall. Cuando entraron encontraron a _______ durmiendo en el sofá con Sam tendido a sus pies.
—¡Qué imagen tan adorable! —susurró Rachel.
Kendall hizo caso omiso al comentario burlón que había hecho su compañera y observó el cuadro que tenía enfrente. Tuvo que reconocer que le gustaba la sensación provocada por aquella imagen.
—Dejemos que duerman. —Sujetó a Rachel del brazo y la arrastró hasta la cocina—. ¿Quieres una cerveza?
Rachel asintió. Echó un vistazo a la radio y miró a Kendall. Él la encendió y descubrió que estaba sintonizada en la estación que había pasado aquel mensaje, pero no le extrañó porque él mismo escuchaba esa emisora de vez en cuando.
—¿Te han dicho cuándo nos entregarán la grabación con la llamada?
—Mañana mismo. El operador ha sido muy amable con nosotros —comentó Rachel distraída.
Kendall sonrió al recordar la cara del pobre hombre embobado con su compañera y con el escote en su camisa.
—Ha sido más amable contigo y no lo culpo. —Le guiñó el ojo.
Rachel se sonrojó.
—Hagamos un brindis. —Extendió el brazo con la lata de cerveza fría en su mano—. Brindo por la amistad y por este trabajo que, aunque muchas veces apesta, no sabríamos vivir sin él.
Kendall sonrió y ambos chocaron las latas haciendo que un poco de espuma se volcara encima de su camisa.
—Lo siento, Schmidt —dijo Rachel y reprimió una risita—. Será mejor que repare de inmediato este desastre. ¿Dónde tienes un paño?
—Allí, en el primer cajón.
Rachel sacó un paño de la encimera y lo mojó con agua.
—Déjame ver qué puedo hacer.
—No hace falta, Rachel. En serio, no te preocupes.
—Tú, déjame a mí —le indicó.
Pasó el paño húmedo sobre la mancha, pero solo logró que se hiciera más grande.
—No resulta, Kendall.
—Parece que no —respondió él y levantó la vista. Fue entonces cuando vio a _______ parada junto a la puerta con los brazos cruzados. No supo con exactitud cuánto tiempo llevaba allí, pero la expresión en su rostro le indicó que estaba un poco molesta.
—_______, te has despertado. —Apartó, nervioso, la mano de Rachel que aún seguía sobre su pecho y volcó toda su atención en ella.
—He escuchado murmullos y risas en la cocina —explicó mientras miraba de soslayo a Rachel.
—Lamentamos haberte despertado—dijo Rachel.
—No os preocupéis —respondió con indiferencia. Se sintió una tonta por haber aparecido justo cuando parecían estar compartiendo un momento de intimidad. Más que nunca estaba convencida de que había algo más que una relación profesional entre ellos. No estaba segura de si soportaría que Kendall la trajera a su loft, mientras ella estuviera allí.
—Nos han avisado de que habían dejado otro mensaje para ti, una dedicatoria a través de la KFCF; no sabíamos si lo habías escuchado o no y hemos querido venir a ver que estabas bien.
_______ se sentó en el taburete.
—Sí, lo he oído —dijo y entrelazó los dedos de la mano—. La canción que me ha dedicado...
—¿Qué pasa con ella? —Kendall se sentó a su lado en el otro taburete.
—La he escuchado antes; de algún modo, me resulta familiar.
—¿Recordabas la canción? —Los ojos verdes de Kendall se iluminaron.
—No exactamente. Sé que esta tarde no ha sido la primera vez que la he oído, pero no puedo recordar de dónde la conozco —explicó desanimada.
—Esa canción debe tener algún significado para él y también cree que significa lo mismo para ti.
—Me he esforzado por recordar más pero el dolor de cabeza es tan intenso que termino extenuada.
—¿Estás bien ahora? ¿No quieres que vayamos a ver a un doctor?
_______ esbozó una sonrisa cargada de amargura.
—No es necesario, Kendall. La cabeza ya no me duele. Además, los médicos ya me han dicho que es normal.
—Tal vez estás comenzando a recordar.
—No te hagas ilusiones —le aconsejó. Después de cuatro años ella ya se había resignado a no saber lo que le había sucedido durante los tres meses que había estado secuestrada.
—Sigue su consejo, Kendall —intervino Rachel—. No es bueno crear falsas expectativas.
Kendall le lanzó una mirada fulminante. Detestaba cuando su compañera le hablaba con un doble sentido.
—Mañana mismo me pondré en marcha para encontrar al mejor especialista en hipnosis.
_______ asintió, aunque no le dijo que estaba asustada. No quería mostrarse temerosa delante de él una vez más.
—Bueno, será mejor que me vaya —dijo Rachel con una amplia sonrisa—. Mi hermana me espera para cenar.

NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora