~ CAPITULO 28 ~

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Rachel le acercó el vaso y se lo colocó entre las manos.
—Bebe un poco. Es agua con azúcar.
_______ levantó la vista, tenía los ojos irritados de tanto llorar, la nariz enrojecida y la palidez instalada en su rostro.
—Gracias —balbuceó apenas. Clavó la mirada en la puerta por donde unos minutos antes Kendall había desaparecido y bebió un pequeño sorbo del agua que la detective Parker le ofrecía.
—Regresará en cuanto le sea posible —le dijo Rachel. Era indudable que la joven estaba esperando que Kendall apareciera por esa puerta de un momento a otro. Se sentó junto a ella y meditó un momento sobre la escena de la que había sido testigo. En otras circunstancias lo que había presenciado carecería de algún significado importante; pero cuando después de entrar en aquella oficina, completamente desencajada, se había arrojado entre los brazos de su compañero, supo de inmediato que allí había algo más. Tal vez algo de lo que ni ellos mismos eran conscientes.
El teléfono comenzó a sonar.
—Discúlpame. Debo responder. —Rodeó el escritorio y levantó el auricular—. Parker... —Hizo una pausa—. Entiendo —Comenzó a jugar con un bolígrafo—. No te preocupes, me encargaré de ella. Mantenme al tanto. Se lo diré, adiós.
—¿Era el detective Schmidt?
—Sí, está en tu casa con los peritos. Me ha dicho que intentes comunicarte con tu amiga para avisarle de que busque un lugar en donde pasar la noche —le informó mientras colocaba el auricular en su lugar.
—¿No podremos regresar a casa? —su voz sonaba todavía conmocionada.
—Me temo que no, ese lugar ya no es seguro.
—Creía que estaría protegida en un lugar como ese.
—A veces ningún lugar es seguro cuando te enfrentas a un psicópata como este. —Sus palabras eran duras y solo ayudaban a desanimarla aún más, pero debía ser sincera con ella.
Después de todo, el tipo había estado en la misma habitación con ella y nadie se había percatado de nada.
—No entiendo qué es lo que quiere de mí. —Juntó las rodillas y apoyó las manos en su regazo.
—No te esfuerces en entenderlo —le aconsejó—. Puedo decirte que he visto de todo, pero nunca ha dejado de sorprenderme.
—¿Cuánto hace que eres policía?
—Van a ser tres años en noviembre —respondió.
—¿Hace mucho que eres la compañera del detective Schmidt?
—Dos años. Yo trabajaba en la policía de Fremont y pedí mi traslado para incorporarme a la División de Crímenes Violentos. Allí me asignaron para trabajar junto a Kendall.
_______ asintió. Hacía dos años que estaban, prácticamente, casi todo el día juntos; no era extraño entonces que hubiera alguna intimidad entre ellos.
—Supongo que lo conoces bien. —Ni siquiera supo por qué había hecho aquel comentario.
Rachel se sorprendió por lo que ella acababa de decirle; le pareció percibir un atisbo de celos oculto en aquellas palabras.
—Ya sabes, nunca se llega a conocer demasiado a una persona, pero con Kendall hubo una conexión casi repentina, congeniamos desde el primer día y no podría elegir un mejor compañero que él. —Esperaba saciar su curiosidad con la respuesta que le había dado.
—Entiendo. —Terminó de beberse el agua con azúcar—. ¿Podría usar su teléfono para llamar a mi amiga?
—Por supuesto, habla tranquila. Regreso en un momento. —Recogió el vaso vacío y salió de la oficina.
_______, lentamente, se puso de pie y caminó hacia el teléfono, marcó el número de su amiga y cuando escuchó la voz de Leslie, intentó no derrumbarse por segunda vez.
—¿Qué sucede, _______?
¿Cómo reaccionaría ella cuando supiera que un extraño había estado en su casa la noche anterior y que habría ocurrido una tragedia si alguna de las dos lo hubiese descubierto?
—¿Tienes algún sitio en donde pasar la noche?
—¿Por qué me estás preguntando eso?
—No podremos volver a la casa, Leslie: él estuvo allí anoche.
Por unos segundos que parecieron eternos, _______ no escuchó nada del otro lado de la línea.
—¡Dios, _______! ¿Tú estás bien? Cuando he salido esta mañana de casa ni siquiera he pasado a despedirme a tu habitación; he preferido dejarte dormir después de lo tarde que habías llegado de tu reunión.
—Estoy bien, no me hizo nada.
—¿Dónde estás ahora?
—En la comisaría de policía, en la oficina del detective Schmidt.
—¿Qué harás tú?
La pregunta de su amiga la tomó desprevenida.
—No lo sé.
—Podríamos alquilar una habitación en algún hotel hasta que podamos regresar.
—No sé si voy a poder regresar, Leslie: ese lugar ya no es seguro.
—¿Qué te han dicho en la policía?
—Hasta ahora solo sé que no podemos regresar. Están recogiendo pruebas y entorpeceríamos su trabajo —le explicó mientras enredaba el dedo en el cable del teléfono.
—Seguramente. —Hizo una larga pausa—. Yo puedo quedarme en casa de Verónica; ya sabes, la rubia encargada de la sección de espectáculos. No creo que tenga problemas en hospedarme por algún tiempo.
—Muy bien, hazlo. Yo veré qué es lo que hago.
—La propuesta de compartir una habitación de hotel sigue pendiente —le recordó.
—Si no encuentro ninguna otra solución, te aviso, y vemos qué es lo que hacemos. ¿De acuerdo, Leslie?
—De acuerdo, _______. Llámame por cualquier cosa que necesites. A propósito, ¿crees que nos dejarán sacar algunas cosas de la casa?
—Le preguntaré a los detectives.
—Bien, cuídate, por favor. No permitas que ese loco se acerque a ti otra vez —le pidió afligida.
—Lo intentaré —le prometió, pero era consciente de que aquella promesa no dependía de ella.
Colgó y volvió a sentarse en la silla. La puerta permanecía cerrada y ni la detective Parker ni el detective Schmidt aparecieron durante el siguiente cuarto de hora. La impaciencia estaba acabando con la poca fortaleza que le quedaba. Pensó en salir de aquel lugar y regresar a su casa; necesitaba que alguien le explicara cómo aquel hombre había podido acercarse tanto a ella. Se le erizó la piel de solo pensar que había estado a su lado mientras ella dormía tan tranquila en su cama.
Debía también preocuparse por buscar un lugar en donde pasar la noche. Podría haber telefoneado a Kevin pero no estaba dispuesta a obligarlo a regresar a Fresno cuando hacía apenas veinticuatro horas que se había marchado. Además estaba en medio de la construcción de una escuela y corría contra reloj para poder terminarla a tiempo. La opción de llamar a Jennier ni siquiera se le pasó por la mente. Debía pensar en algo, de otro modo, acabaría durmiendo en la habitación de algún hotel.
Comenzó a golpear los pies contra el suelo; el sonido acompasado de los tacones de sus zapatos repiqueteando le trajo un poco de calma. Se reclinó hacia atrás y apoyó la cabeza contra la pared. Cerró los ojos y respiró hondo. No supo cuánto tiempo estuvo allí, solo supo que debía ser ya la hora del almuerzo, porque su estómago comenzaba a gruñir. La detective no había regresado aún y ella quería marcharse de aquel lugar.
De repente la puerta se abrió y Kendall acortó la distancia que los separaba en un santiamén. _______ sintió que era arrastrada por una oleada de emociones cuando lo vio. Deseaba que él, nuevamente, la estrechara entre sus brazos como había hecho temprano aquella mañana. Pero ya estaba más calmada y nada justificaría una acción semejante de su parte.
—¿Cómo estás? —le preguntó él y se sentó a su lado.
_______ se dio cuenta de que era la primera vez que él la tuteaba y aquella nueva intimidad le produjo un extraño hormigueo en la piel.
—Mejor, gracias.
—Habría querido venir antes, pero no he podido —le explicó mientras le ofrecía una sonrisa.
—¿Han podido encontrar algo?
—Hemos encontrado un par de huellas de pisadas en el sótano.
—¿Entró por allí?
—Presumimos que sí, la claraboya estaba entreabierta. Al parecer pisó algo de lodo antes de entrar en la casa y dejó un par de huellas. Las compararemos con las halladas en la casa de Tessa Hodgins para confirmar que se trata del mismo hombre.
_______ arqueó las cejas.
—Tú sabes que sí lo es —dijo y lo tuteó por primera vez ella también.
Él lanzó un suspiro, no podía evitar ponerse contento por el paso que habían dado casi sin darse cuenta. Era como si un muro de formalidad se hubiese derribado entre ellos.
—Sí, pero siempre es mejor contar con las evidencias para confirmarlo.
—¿Por qué crees que estuvo allí y no me hizo nada?
Kendall se encogió de hombros; quería tener una respuesta sensata para ella pero no podía dársela cuando él mismo la ignoraba.
—En realidad, no lo sé; tal vez tenía miedo de arriesgar demasiado si te llevaba consigo. Creo que le da pánico ser atrapado antes de poder llevar a cabo su misión.
_______ apretó los labios.
—Matarme.
Kendall se acercó aún más y le tomó ambas manos.
—No lo creo; si quisiera matarte, lo habría hecho anoche.
_______ intentó controlar los latidos de su corazón; no porque estuvieran hablando de que su vida estaba en peligro, sino porque la cercanía de Kendall solo conseguía perturbarla.
Él sintió deseos de acariciar el cuello largo y arqueado que asomaba por encima de la camisa entallada que llevaba _______, pero sacudió la cabeza con violencia y rechazó la idea.
Debía recordar que se encontraban en su oficina y que ella acababa de pasar por una situación angustiosa. La poca fuerza de voluntad que le quedaba se desvaneció por completo cuando ella levantó los ojos hacia él.
Si en ese momento Rachel no hubiese irrumpido en la oficina habría cometido la mayor estupidez de su vida; algo que, definitivamente, no se podía permitir.
—¡Has llegado por fin! —su exclamación pareció quedar suspendida en el aire cuando observó cómo las manos de _______ Carmichael descansaban entre las manos de su compañero.
Kendall las soltó de inmediato y se puso de pie.
—¿Dónde estabas? —le preguntó a Rachel sin mirarla directamente a los ojos.
—Estaba en la cafetería y me he entretenido hablando con Steven. —Miró un segundo a _______—. ¿Hace mucho que has regresado?
—No, en realidad acabo de llegar —respondió y se sentó en la punta del escritorio.
—¿Qué ha pasado en la casa?
Kendall le explicó todo y, por unos minutos, mientras ellos hablaban, _______ se sintió una intrusa a pesar de que lo que estaban diciendo tenía estrecha relación con ella.
—¿Has conseguido dónde pasar la noche? —le preguntó de pronto Rachel.
_______ se puso de pie y se alisó la falda.
—No todavía; mi amiga Leslie se quedará en casa de una compañera de trabajo. Me ha dicho que, si no encontraba nada, le avisara para que nos fuéramos a un hotel —les explicó.
—¿Qué hay de tu hermano?
—Preferiría no molestarlo. Está retrasado en su trabajo y mi presencia allí solo serviría para preocuparlo; además vive en Clovis.
Rachel asintió.
—Necesito hablar contigo en privado. —Kendall sujetó a su compañera del brazo y la arrastró casi hasta el pasillo.

NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora