No lo escuchó acercarse, pero supo de inmediato que estaba detrás de ella. Después de todo, hacía tiempo ya que venía siguiéndola, como una sombra que se pierde en medio de otras sombras.
La sujetó del brazo y la levantó. No protestó ni luchó. Tampoco lo hizo cuando la acostó en la cama y pasó las esposas alrededor de una de sus muñecas.
—No estarás atada por mucho tiempo esta vez, _____(d) —le susurró mientras pasaba la cadena de acero por detrás de dos barrotes y cerraba el otro extremo de las esposas en la muñeca libre de _______.
Ella cerró los ojos para no ver su rostro desagradable. No la había vendado, pero sentía la enorme necesidad de apretar sus párpados con fuerza.
—Quiero que me mires, _____(d). —La tomó de la barbilla—. Abre los ojos.
_______ los cerró con más fuerza aún, hasta sintió que comenzaban a dolerle.
—¡Abre los ojos, _____(d)! —le ordenó.
Ella empezó a llorar, pero sus ojos seguían cerrados. Pensó en Kendall y en la última vez que lo había visto. Si iba a morir, al menos quería que la última imagen que se llevase fuera la del hombre que amaba.
—¡No! ¡No! —le gritó y le sacudió la cabeza.
Entonces, él la sujetó del cuello y apretó su garganta.
—¡Mírame!
_______ abrió los ojos; las lágrimas acumuladas le habían nublado la visión, pero aún así pudo distinguir la furia y la mueca de disgusto en su rostro.
Su mano seguía presionándole la garganta y _______ sintió cómo, poco a poco, se le escapaba el aire. Se retorció en la cama, intentó mover las piernas, pero él se había sentado encima de ellas.
De pronto, la expresión de su rostro cambió radicalmente y la soltó.
—Lo siento, _____(d). —Le acarició la mejilla—. Lo siento.
Se puso de pie de un salto y caminó hasta los pies de la cama.
—Haces que pierda la cordura, _____(d). —Había ladeado la cabeza y una sonrisa siniestra comenzó a dibujarse en su rostro.
—¿Por qué me haces esto? —le preguntó entre sollozos.
Se acercó de nuevo y se sentó junto a ella.
—¡Oh, _____(d)! ¿Acaso no lo entiendes? —Su dedo índice subió por su pierna, sus ojos oscuros seguían aquel lento movimiento. Volvió a mirarla—. Estamos destinados el uno para el otro, _____(d). Te amo y sé que tú me amas.
—¡Estás loco! —le gritó _______ y observó cómo su dedo seguía subiendo por su pierna.
—No, no lo estoy —respondió tranquilo—. Te he amado desde la primera vez que te vi. Fue en el patio de la universidad; tú estabas con unas amigas y, en ese preciso momento, supe que eras para mí. Te veías tan bella, tan cercana e inalcanzable al mismo tiempo.
_______ intentó buscar en su memoria los recuerdos de aquella época, pero estaba segura de que nunca lo había visto antes.
—Yo, yo no me acuerdo de ti —balbuceó.
—No. —El tono de su voz cambió—. Ni siquiera sabías que existía; yo te amaba en silencio, te admiraba desde mi lugar, desde las sombras. Porque solo era eso, una sombra que vivía solo por ti y a la cual ignorabas por completo. _______ notó enojo en aquellas palabras. —Toda mi vida me habían enseñado que mirar a una mujer era pecado y que su cuerpo era la morada que el demonio había elegido para tentar al hombre. —Su dedo se detuvo en la parte más alta de su muslo—. Pero cuando te conocí a ti, supe que existía otra clase de mundo.
Los ojos castaños de _______ se fijaron en su dedo.
—¡Tú no formabas parte de mi mundo! —le espetó ella.
—De alguna manera sí lo hacía —aseveró—. Te quería para mí, _____(d). Mi mundo y toda mi vida eras tú. Eres tú —se corrigió—. No importa cuánto luches por negarlo; aunque reniegues de lo que nos espera, terminaremos juntos.
—¡Prefiero morir a estar contigo! —Le escupió al rostro y entonces él apartó el dedo. Comenzó a reír y _______ se aterrorizó. Había cometido un error y estaba segura de que lo pagaría.
—¿Por qué te niegas a aceptar que nuestro destino es estar juntos para siempre? —Se puso de pie e hizo un ademán con las manos en alto.
—¡No te amo! ¡Ni siquiera te conozco! —le gritó con furia—. ¡Eres un loco enfermo!
Peter se dio media vuelta. No podía verle el rostro en ese momento, pero sabía que lo que acababa de decirle solo lograría enardecerlo más.
Le vio lanzar un suspiro y alzar la cabeza. Unos segundos después, se giró para volver a mirarla.
—¿Es por él, verdad? —Sus ojos eran dos dagas afiladas y cargadas de rencor—. Él no te ama, _____(d). Nadie podrá amarte como yo lo hago. —Volvió a acercarse—. Tuvo el descaro de profanar tu cuerpo, el templo de tu cuerpo que estaba destinado a unirse al mío en la eternidad.
_______ sabía que estaba delirando; no podía concebir que él, de verdad, creyera lo que le estaba diciendo.
—¡Nadie ha profanado nada! ¿De qué demonios hablas?
—Cometió un sacrilegio y deberá pagar por eso, _____(d). —La miró directamente a los ojos—. Nunca debería haber puesto las manos sobre ti; tú eras mi virgen sagrada y se ha atrevido a poner sus asquerosas manos sobre ti.
¡Por Dios! ¡Aquel hombre estaba completamente desquiciado! Hablaba como si ella fuera alguna especie de divinidad que no podía ser profanada.
Hablaba como si supiera lo que había sucedido entre Kendall y ella. Los había visto.
—¿Tú vigilabas la vivienda de Kendall? —Después de decirlo tuvo la certeza de que era así.
Él asintió.
—Os vi esa noche en la terraza, _____(d). Tu cuerpo se friccionaba contra el suyo —dijo en voz baja—. No eras tú, lo sé. Un demonio te obligó a hacerlo; el mismo demonio que puso a ese hombre en nuestro camino.
—¡No existen los demonios, lunático! ¡Solo los que están en tu cabeza! —Se movió en la cama; las lágrimas le bañaban el rostro—. ¡Lo que viste esa noche fue la más bella demostración de amor que un hombre y una mujer se pueden dar! ¡Algo que tú nunca vas a vivir en tu perra vida, desgraciado!
Él levantó una mano y su movimiento fue tan rápido que, cuando la vio acercarse a su rostro, ni siquiera sintió el golpe seco que la dejó inconsciente.
—Vas a pagar tu traición, _____(d), y la vas a pagar de la peor manera.
La comisaría comenzó a llenarse de gente poco a poco y cuando las personas más cercanas a _______ comenzaron a llegar, Kendall sintió que un nudo amargo se le formaba en la garganta.
—¡Kendall! —Kevin entró en la oficina acompañado de Leslie y Brandon Tanner.
Él le puso una mano en la espalda.
—Créeme que estamos haciendo todo lo posible —le dijo. Sabía que no era suficiente para su hermano escuchar aquello, porque él tampoco conseguía conformarse. Deseaba salir corriendo y buscarla, aun sin saber por dónde empezar.
Kevin asintió y se dejó caer abatido en una de las sillas.
—¡No puedo creerlo! —Leslie estaba conmocionada, sostenía un pañuelo blanco y no cesaba de llorar—. ¡Yo misma lo acerqué a ella!
—Leslie, no pienses en eso. —La tranquilizó—. Habría encontrado la manera de llegar a ella de cualquier modo.
—¡Es culpa mía! Si algo malo le sucede a _______...
Kendall la interrumpió.
—¡Nada malo le va a pasar a _______!
Leslie asintió pero sabía que solo buscaba calmarla.
—Será mejor que te sientes con Kevin y Brandon. —Le hizo señas al diseñador para que fuera a buscarla—. Brandon, quédate con ella.
Él se la llevó y la sentó junto a Kevin, pero regresó a su lado.
—Detective. —Frunció el ceño—. ¿Tienen alguna pista certera de dónde puede estar?
Kendall sabía que, en aquellos casos, a veces era necesario mentir u ocultar parcialmente la verdad, pero él no tenía ganas de hacerlo.
—No —respondió abatido—. Estamos vigilando su casa y nuestros hombres la están poniendo patas arriba; si hay alguna pista de dónde pueden estar, lo sabremos de inmediato.
—Pobre chérie. —Se cruzó de brazos—. confió en ese loco y ni siquiera sabía con quién estaba realmente.
Kendall no dijo nada, mucho menos le mencionó que, en algún momento de la investigación, había sospechado de él. Sobre todo tras el incidente con Sam, cuando apareció de repente en el edificio para ayudar a _______.
Había estado equivocado y había dirigido su atención a la persona errónea, tal vez solo por celos, y estaba pagando las consecuencias.
Rachel abrió la puerta de la oficina y tras saludar fugazmente a todos le hizo señas de que saliera al pasillo.
—Me acaban de llamar los muchachos; han dicho que han encontrado un par de recibos de alquiler de un depósito en el centro de la ciudad. Al parecer, lo alquiló a principios de mes y todavía sigue pagando.
—Que envíen a la unidad de rescate y a los SWAT si es necesario —le indicó y regresó a su oficina—. Voy por mi arma.
Rachel asintió y se puso en camino.
—¿Qué sucede? —preguntó Kevin y se levantó de un salto.
—Tenemos una pista. Estamos yendo en este mismo momento —le respondió mientras se acomodaba la cartuchera en la cintura.
—¡Yo también voy!
—¡De ninguna manera! No podemos arriesgar la vida de ningún civil —le dijo y lo detuvo antes de que saliera con él—. Esperad aquí, yo mismo os avisaré si hay alguna novedad.
Kevin respiró hondo.
—Tráela de regreso, Kendall —le pidió.
Kendall no dijo nada, solo asintió.
En el pasillo, Phil Conway le salió al encuentro.
—¿Dónde está Rachel?
—Organizando el operativo —le informó.
—Supongo que llevarás suficientes refuerzos.
—He pedido a los SWAT.
—Bien, has hecho bien, hijo. —Le dio una palmadita en el hombro—. Cuídate.
Salió de la comisaría y, cuando faltaban unos cincuenta metros para llegar a su coche, su teléfono móvil comenzó a vibrarle dentro de los pantalones.
—¡Maldición, ahora no!
No le hizo caso y dejó que siguiera sonando, aunque quien fuera que quisiera hablar con él debía tener mucha urgencia.
Con una mueca de fastidio sacó el teléfono y respondió.
—Diga.
No se oyó más que silencio en el otro lado. La insistencia de quien llamaba parecía haberse evaporado al oír el sonido de su voz. Se le tensaron los músculos del estómago. Era él. Lo sabía.
—Eres tú, ¿verdad? —Hizo un tremendo esfuerzo por no gritar.
—Tu intuición no te falla, detective.
—¿Dónde la tienes? —Observó que Rachel le hacía señas de que se diera prisa.
—Yo he sido quien ha llamado y, por lo tanto, seré yo quien hable —le dijo, molesto.
—Adelante, te escucho.
—Quiero que sepas que _______ está bien, porque está donde tiene que estar; donde siempre debería haber estado: a mi lado. —Hizo una pausa que solo logró impacientar más a Kendall—. No pensaba hacerlo, pero he decidido darte la oportunidad de verla por última vez. Verla antes de que se una a mí definitivamente.
Kendall sabía lo que aquello significaba.
—¿Cuál es tu plan? Porque seguro que tendrás uno —dijo y aparentó calma. No podía quitarse aquellas palabras de la cabeza. «Verla por última vez, verla antes de que se una a mí definitivamente.»
—Deberás venir solo y no avisar a nadie, tampoco a tu compañera.
—Está bien.
—Nada de armas ni de teléfonos móviles —le advirtió.
—Como tú digas.
—Espero que entiendas que te estoy dando una gran oportunidad y que si la desperdicias, ni siquiera la verás por última vez: la mataré antes de que llegues.
—¡No! ¡Haré lo que me pidas!
—Está bien —le indicó dónde estaban y, antes de colgar, volvió a advertirle—. No juegues sucio, detective, si no _____(d) pagará las consecuencias de tu estupidez.
Kendall cortó y caminó hacia Rachel.
—¿Qué hablabas por teléfono?
Se quedó absorto y miró a su compañera.
—Unos datos que me ha enviado uno de los muchachos que está en la casa de Massey —respondió y mostró tranquilidad.
—¿Algo importante? —Abrió la puerta del Mustang.
—Rachel —sabía que iba a sonar extraño, pero no tenía otra salida—, ¿por qué no vas con uno de los oficiales?
—¿Me estás echando de tu coche, Schmidt?
—El dato que acabo de recibir tal vez sea importante. Encárgate tú de supervisar el operativo; yo te alcanzó después —le aseguró y la dejó parada junto a la puerta del acompañante.
—¿Estás seguro de que es lo que quieres hacer? —Rachel lo miró atónita.
—Sí, Rachel. Tú adelántate. Debo confirmar unos datos primero.
—¿De qué se trata?
—Prefiero que hablemos después. —Se subió al Mustang—. No perdamos tiempo; nos vemos luego.
Ella iba a decirle que su actitud le parecía demasiado extraña, pero ni siquiera pudo abrir la boca. Kendall y el Mustang desaparecieron del lugar en solo cuestión de segundos...

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NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDT
FanfictionEs mi novela favorita. Les va a encantar. Todos los créditos al autor original.