~ CAPITULO 29 ~

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—¿Qué demonios haces, Schmidt? —Los ojos grises de Rachel se encendieron de furia.
—No podemos permitir que pase la noche en un hotel, ambos sabemos que debemos reubicarla en un lugar más seguro y esa casa ya no lo es.
—¿Qué sugieres?
—Que se quede contigo, en tu casa.
—Imposible, estoy de remodelaciones y hace una semana que estoy viviendo en casa de mi hermana; creía que te lo había contado.
—No lo sé, tal vez lo hiciste, pero no lo recordaba. —Se quedó un momento meditabundo y la expresión que se dibujó en su rostro no fue del agrado de Rachel.
—¿En qué estás pensando?
Kendall tomó a su compañera por los hombros, en caso de que necesitara calmarla después de oír lo que tenía que decirle.
—Entonces se quedará en mi loft.
—¿En tu casa? —repitió perpleja—. ¿No estarás hablando en serio, verdad? —Sin embargo, lo conocía lo suficiente como para saber que no estaba bromeando con ella.
Él escuchó, con paciencia, la decena de razones por las cuales lo que quería hacer no era lo más apropiado, pero nada de lo que Rachel dijo le hizo desistir. Ella había comenzado a levantar la voz y estaban llamando la atención de todos en el lugar.
_______ también escuchó los murmullos desde la oficina. Se acercó a la ventana y descubrió que los que estaban discutiendo en el pasillo eran Kendall Schmidt y su compañera. No alcanzaba a distinguir lo que decían pero ella parecía ser la que estaba más enojada, mientras que él se dedicaba a esquivar sus embestidas con tranquilidad.
Kendall conducía e intentaba dirigir su atención solamente a la carretera, pero le era difícil con _______ sentada a su lado. La observó de reojo cuando se detuvieron en un semáforo.
Parecía estar más tranquila, tenía un brazo estirado sobre la ventanilla y el otro apoyado sobre su regazo. Le prestaba atención al panorama con la cabeza ladeada hacia un lado y sin poder evitarlo, la mirada de Kendall se posó en las piernas que asomaban debajo de la falda color lila, que combinaba a la perfección con su camisa impecablemente blanca, a esas alturas, repleta de arrugas. Él se sintió cautivado por el suave movimiento de sus pechos al compás de su respiración. Su melena descansaba sobre el asiento y algunos mechones caían en desorden sobre un costado de su rostro, la observó mientras intentaba acomodárselos nuevamente detrás de las orejas y deseó poder hacerlo él mismo.
Un bocinazo de un automóvil que le exigía que se moviera lo devolvió a la realidad y cuando lanzó una maldición en voz alta _______ se volvió y clavó sus ojos castaños en los suyos.
Kendall desvió la mirada, a la vez que reanudaba la marcha _______ lo contempló durante un instante y, luego, volvió a dirigir su atención al exterior.
Se había subido a su automóvil casi sin chistar. Después de aquella discusión con su compañera, Kendall fue por ella a la oficina y le dijo que la llevaría él mismo a un lugar seguro. Lo había notado demasiado molesto como para siquiera preguntarle hacia dónde se dirigían; solo se limitó a hacer lo que él le decía.
Al parecer, la riña que había tenido con la detective Parker había sido grave. Se preguntó qué clase de relación tendrían realmente. Rachel Parker le había dicho que estaban juntos desde hacía dos años y que conocía a su compañero más que a nadie en el mundo. _______ no estaba por completo segura, pero había creído percibir algo más que admiración de parte de ella. Quizá no solo se relacionaban en su trabajo, sino que lo hacían de una manera más personal e íntima. _______ tragó saliva; debía reconocer que aquella idea no le agradaba demasiado, sobre todo porque al parecer, la detective Rachel Parker veía en ella a una posible rival. Kendall giró hacia la izquierda y siguió derecho a través de la avenida Manning; luego se introdujo en la calle Henderson Sur.
_______ lo miró otra vez.
—Creía que habías dicho que no podía volver a mi casa —dijo ella al reconocer el lugar que iban dejando atrás.
—Necesitas preparar una maleta solo con lo necesario.
—No necesitaré ninguna maleta, solo me hará falta darme una ducha y cambiarme de ropa. Es probable que mañana tu gente haya terminado y pueda regresar a casa —alegó confiada.
Kendall detuvo el automóvil al borde del camino y apretó las manos en el volante.
—Me temo que eso no va a ser posible, _______ —le dijo con la vista fija en el parabrisas—. Tú, mejor que nadie, sabes que esa casa ya no es segura para ti; él pudo burlar todas las medidas de seguridad y meterse en tu habitación. —Apretó los nudillos con fuerza; aún no lograba sacarse del cuerpo la zozobra que le había provocado saber que aquel hombre había estado tan cerca de ella.
—¡Pero no puedo marcharme y dejar todo así sin más! —protestó indignada—. ¡No es justo que sea yo la que tenga que estar huyendo!
—Estoy de acuerdo contigo; no es lo justo, pero sí lo más seguro.
_______ levantó las manos.
—¿Y qué hay de mis cosas? Mis cuadros: ¡no puedo abandonar mi taller, así como así!
Kendall había sospechado que no iba a ser sencillo tener esa conversación con _______, pero debía convencerla de que lo que estaba haciendo era lo mejor para ella.
—Mira, por esta noche, quiero que recojas solo lo necesario y lo metas dentro de una maleta. Mañana veremos lo demás, ¿te parece bien?
_______ lanzó un suspiro de resignación y asintió con un leve movimiento de cabeza. No podía hacer otra cosa, no tenía más alternativa que hacer lo que Kendall le dijera. Estaba en sus manos y era consciente de que si no confiaba ciegamente en él, estaría perdida.
Durante la poca distancia que los separaba de su casa estuvieron en completo silencio. Kendall, complacido por la actitud que _______ había adoptado al saber que ya no podría volver a su casa al menos por un tiempo, y _______, por completo resignada a que su vida ya no sería la misma.
Finalmente llegaron a la entrada principal del complejo Pacific View y no hubo necesidad de detenerse ya que la reja estaba abierta. Un par de peritos estaban recolectando huellas dactilares de las barras de hierro. _______ los observó un instante mientras hacían su trabajo. Luego Kendall aceleró la marcha y ella clavó la vista en la ventanilla.
—Hemos llegado —anunció él y apagó el motor del Mustang.
_______ le lanzó una mirada cortante; estaba enfadada pero sabía que no lo estaba con él, sino con la situación que estaba obligada a sobrellevar.
Se bajaron del automóvil y debieron sortear dos camionetas y un par de patrullas antes de alcanzar el porche de su casa. Había varios hombres en la sala; algunos buscaban huellas y otros iluminaban la alfombra con una lámpara de luz fluorescente.
—Ven, te acompañaré a tu habitación. De seguro, todavía están los peritos recogiendo evidencias.
_______ lo siguió a través de la escalera y fue testigo de cómo todos los que se encontraban en su casa lo saludaban con afecto. No había duda de que Kendall Schmidt era muy respetado dentro de la fuerza policial.
Llegaron a su habitación y él entró primero; _______ titubeó un instante antes de animarse a entrar. Apenas unas horas antes, había huido despavorida de allí al descubrir el ramillete de nomeolvides sobre la almohada.
Kendall le tocó el brazo y ella dio un respingo.
—Ponte estos guantes —le dijo y le entregó un par de guantes de látex.
Lo miró mientras él se ponía los suyos. Él levantó la mirada y le sonrió.
—Tú dirás qué es lo que quieres llevarte.
Por un momento se quedó prendada de sus ojos verdes y de su sonrisa antes de poder reaccionar y responder.
—La... la maleta está en la parte superior del armario —le indicó.
—Bien, iré por ella. —Se dirigió hacia el armario y se detuvo a conversar con uno de los peritos que estaba reclinado sobre su cama. En una mano sostenía un pequeño sobre color marrón y en la otra, una pinza de metal que usaba para levantar, con seguridad, cabellos o algún tipo de fibra que pudiera haber dejado aquel hombre la noche anterior.
_______ se puso los guantes antes de que Kendall regresara y caminó hacia el armario en primer lugar. Abrió el segundo cajón y se movió cuando él se paró tan cerca de ella con la maleta abierta. La colocó en el suelo y se puso las manos en la cintura. La observó con atención mientras ella sacaba algunas prendas y las arrojaba dentro de la maleta. Se dispuso a abrir el tercer cajón, pero dudó un instante. No estaba muy segura de querer que Kendall viera cómo sacaba su ropa interior.
Él captó su incomodidad de inmediato y, sin decir nada, dio media vuelta y volvió con el perito. _______ sacó las prendas y sin detenerse a pensar cuáles llevarse y cuáles no, las arrojó junto a las otras.
Kendall, sin que ella lo notara, la estaba observando y a pesar de que ella había sacado su ropa interior con un rápido movimiento en un intento por esconderla de él, había alcanzado a ver una masa de encajes y seda de varios colores. Cerró los ojos un instante y se la imaginó vestida, solamente, con una de aquellas prendas.
—Ya he terminado aquí, detective.
Kendall lo miró aturdido; por un segundo se había olvidado de que había alguien más en aquella habitación con ellos.
—Eh... sí, gracias —dijo y le dio una palmadita en el hombro.
_______ se acercó con la maleta entreabierta.
—¿Puedo colocarla sobre la cama?
Él asintió.
Puso la maleta abierta en la orilla de la cama y caminó hacia el armario. Sacó algunos pantalones, unos de corte más formal, y otros no tanto; unas cuantas camisas, algunos vestidos y un par de chaquetas. Todavía no sabía ni siquiera a dónde la llevaría, pero debía pensar que, tal vez, no podría regresar en unos cuantos días y debía seguir yendo a la editorial.
Se agachó y buscó un par de zapatos; eligió los de color negro que combinarían con cualquier atuendo que decidiera llevar. Kendall seguía de pie a solo unos pasos de ella. _______ podía sentir que sus ojos estaban posados en su espalda, en el preciso lugar en el que la tela de su camisa comenzaba a quemarle. Decidió también llevar dos pares de sandalias; intentó incorporarse con todo aquello en las manos y cuando se dio la vuelta, tropezó con el borde de madera que sobresalía del armario. Los zapatos y las sandalias volaron por el aire y ella habría estampado su nariz en el suelo si Kendall no la hubiera sujetado de los brazos.
—¿Estás bien?
_______ apenas pudo asentir con la cabeza. El calor que había quemado su espalda segundos antes comenzaba a invadir el resto de su cuerpo. Sobre todo en sus brazos, que las manos de Kendall rodeaban con fuerza. Él redujo un poco la presión apenas ella recobró el equilibrio, pero el fuego que amenazaba con consumirla poco a poco no disminuía. Casi por inercia levantó la vista y descubrió que los ojos de Kendall estaban clavados en su rostro y la devoraban con la mirada. _______ bajó hasta su boca y deseó, en ese mismo instante, que él la besara aun cuando sabía que un beso suyo solo lograría excitarla más.
Los labios gruesos y apenas pintados de _______ se habían entreabierto y kendall supo que aquello era una clara invitación a ser explorados. Se los imaginó suaves y pecaminosamente dulces; con un sabor que tentaba y atormentaba al mismo tiempo. Cuando las manos de _______ se posaron en su pecho,
Kendall creyó que el corazón le subiría hasta la garganta. Sus propias manos ya no seguían sosteniéndola por los brazos, sino que habían ascendido hasta sus hombros y, con los pulgares, le acariciaban el cuello. _______ cerró los ojos mientras aquel contacto arremolinaba un montón de sensaciones en su interior. Instintivamente se apretó contra él y, cuando sus caderas se recostaron sobre las suyas, Kendall supo que si no se detenían en ese momento, ya no habría marcha atrás.
—Si ya has terminado de recoger todo lo necesario, será mejor que nos vayamos —dijo él y la soltó.
_______ se apartó de inmediato e hizo un esfuerzo por recuperar la serenidad.
—De acuerdo —respondió ella con voz neutra. No quería demostrarle cuánto le había afectado lo sucedido. La ayudó a levantar los zapatos y los acomodaron junto con las demás prendas. ______ lo observó mientras él cerraba la maleta. Todavía estaba perturbada y sus latidos no habían recuperado su ritmo normal, pero logró parecer confiada y serena cuando él alzó la vista y la miró.
—¿Nos vamos? —Sujetó la maleta con fuerza y comenzó a caminar hacia la puerta.
_______ asintió, dio un último vistazo a su habitación y antes de salir sacó una carpeta del cajón de su mesita de noche. Allí guardaba el memorando de la reunión en la editorial y a pesar de que tenía una copia en su oficina, prefirió llevárselo adonde fuera que Kendall la estuviera trasladando. Lo siguió a través de la escalera y atravesaron la sala en medio de los peritos que todavía seguían trabajando. Se detuvieron en el porche y allí Kendall le dijo que ya podía quitarse los guantes. Ella lo miró confundida; ni siquiera se había percatado de que aún llevaba los malditos guantes. Se los quitó y no supo qué hacer con ellos.
—Dámelos.
Se los dio y la piel áspera de la mano de kendall rozó la palma de su mano y provocó un momento de tensión. Él dejó la maleta en el suelo y tras quitarse también sus guantes, se los entregó a uno de los peritos para que se deshiciera de ellos.
Caminaron en silencio hacia el automóvil y minutos después abandonaban la zona oeste de Fresno para internarse en el Tower District. _______ no se había animado aún a preguntarle hacia dónde se dirigían. Después del pequeño acercamiento que habían tenido, él había actuado distante con ella. Se maldijo en silencio por haberse mostrado tan receptiva a su contacto y haber esperado que la besara: lo único que él había hecho era impedir que terminara en el suelo. La frialdad que le había demostrado luego se lo había confirmado. La había apartado y había reprobado cualquier actitud suya.
Prefirió concentrarse en admirar el lugar. No frecuentaba mucho aquella parte de la cuidad. Había estado algunas veces en uno de sus teatros más prestigiosos y había cenado en un restaurante alemán con su hermano para festejar su vigesimoquinto cumpleaños. Era un barrio demasiado elegante tal vez para su gusto, pero con muchísima vida social. Contaba con excelentes restaurantes y una decena de clubes nocturnos. Ella prefería el Boulevard Kearney o el tranquilo barrio de Sunnyside.
Tras recorrer la avenida principal durante casi tres kilómetros, Kendall se desvió a la derecha y condujo por una calle menos poblada hasta detenerse finalmente frente a un gran edificio de ladrillos rojos y gastados ubicado justo en la esquina.
Él se bajó sin pronunciar palabra y sacó su maleta del maletero del Mustang. _______ continuaba todavía en su lugar. Lo miró a través del espejo retrovisor mientras rodeaba el automóvil y, en un segundo, estuvo a su lado. Abrió la puerta y la invitó a bajarse.
—Hemos llegado, bájate.
_______ no tuvo más remedio que obedecerle. El sol le dio en la cara y se puso la mano en la frente para poder ver mejor.
—¿Qué es este lugar? —preguntó mientras contemplaba el enorme edificio de tres plantas que ocupaba casi toda la manzana.
—Aquí es donde yo vivo...

NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora