~ CAPITULO 38 ~

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_______ se despertó aquella mañana y lo primero que vieron sus ojos fue la figura de Kendall recortada contra los rayos de sol que entraban por la ventana.
¿Qué estaba haciendo allí? ¿Acaso había pasado la noche sentado en aquella silla velando su sueño? Se había acostado cerca de las once, después de que Brandon se fuera, y lo había esperado despierta un buen rato. Al final había desistido de hacerlo y se había ido a dormir. Ni siquiera lo sintió llegar, tampoco había percibido que se había metido en la habitación para dormir cerca de ella. ¿Qué habría sucedido? Nunca antes lo había hecho y estaba segura de que aquella actitud tenía que ver con la cuarta víctima que el hombre que la acechaba se había cobrado.
Se sentó en la cama y lo contempló un instante. Su esbelto y poderoso cuerpo apenas cabía en la butaca. Sus piernas estaban extendidas hacia adelante y un pie descansaba encima del otro. Elevó los ojos y observó cómo la tela de su camisa arrugada salía de forma desarreglada por encima de la cintura de sus pantalones. No había rastro alguno del nudo de la corbata que caía sobre su torso. Tenía las mangas de la camisa arremangadas a la altura de los codos; un cosquilleo en el estómago la invadió cuando se recordó a sí misma rodeada por aquellos brazos. Observó su rostro; parecía calmado, la comisura de sus labios se curvaba casi en una sonrisa y un mechón de cabello le caía sobre la frente.
Se sonrojó cuando él abrió los ojos y la miró. Levantó las sábanas para cubrirse. No fue más que un reflejo, sabía perfectamente que estaba tapada por completo. Sin embargo, por la manera en que Kendall la estaba mirando, se diría que las sábanas no existían o que sus ojos color verde intenso sabían traspasarlas y llegar hasta ella con el mismo poder de un rayo láser.
—Buenos días. ¿Has dormido bien?
_______ asintió.
—Llegaste tarde anoche —dijo y juntó las manos sobre su regazo.
Kendall alzó una ceja.
—¿Me estabas esperando?
Ella tragó saliva.
—Brandon y yo trabajamos hasta las once —explicó—. Cuando me acosté, aún no habías llegado.
—Llegué un par de horas después. —Se levantó y estiró los brazos por encima de la cabeza.
—¿Qué sucedió? —preguntó _______ mientras seguía cada movimiento suyo con atención. Su camisa se había levantado al estirarse y parte de su abdomen asomaba por debajo y atraía, de manera inevitable, sus ojos hacia aquella parte de su anatomía. Agradeció cuando él se giró y le dio la espalda.
—Ha vuelto a asesinar —respondió con la vista fija en la ventana.
_______ lo sabía, él mismo se lo había dicho antes de marcharse; sin embargo, volver a oírlo una vez más solo acrecentaba su angustia.
—¿Cómo se llamaba?
Kendall se dio media vuelta sorprendido con su pregunta.
—¿Por qué quieres saberlo?
—Solo dime su nombre —le pidió.
—Se llamaba Rita Laursen —respondió.
_______ cerró los ojos pero no le sirvió de nada.
—Dime los nombres de las otras tres chicas —dijo con la voz quebrada.
Kendall avanzó hacia ella y se sentó en la cama.
—_______...
—¡Maldición, Kendall! ¡Solo dime sus nombres!
Sus ojos castaños estaban húmedos por el llanto y Kendall sintió que _______ necesitaba hablar de aquello y enfrentarse a los fantasmas de un pasado que, irremediablemente, se mezclaba con su presente.
—La primera muchacha se llamaba Anna Beasley; la segunda era Alison Warner.
—Continúa.
—El nombre de la tercera víctima era Tessa Hodgins.
_______ desvió la mirada y clavó sus ojos en la ventana.
—Ellas no deberían haber muerto... no deberían —susurró temblorosa.
Kendall se acercó todavía más y sujetó a _______ de la barbilla.
—_______, mírame. —Levantó lentamente su rostro hasta que sus ojos se enfrentaron por fin—. No hay nada que tú hubieras podido hacer para evitar que sucediera.
—¡Pero ellas están muertas y es por mi culpa! —gritó en medio del llanto.
—¡No! —Pasó ambos dedos pulgares por sus mejillas y comenzó a secarle las lágrimas—. No lo es.
—¡Puedes decir lo que quieras, pero nada ni nadie podrá hacer que me sienta mejor! —lo increpó entre sollozos.
Sus manos, que descansaban sobre la cama, se habían cerrado en un puño.
Kendall tomó entonces sus apretadas manos y se las llevo a la boca. Depositó un par de besos en cada una y clavó sus ojos verdes en el rostro consternado de _______.
—Tú solo eres una víctima más en toda esta historia.
_______ no dijo nada; apenas era consciente de la extraña conexión que tenía con él y de la ternura que le estaba prodigando. Kendall sabía qué decir y hacer para hacerle sentirse mejor. Su voz grave y dulce provocó que un cálido estremecimiento la recorriera de arriba abajo. La proximidad de Kendall y el calor que los envolvía y aumentaba segundo a segundo no hacían más que inquietarla.
Kendall presentía lo que vendría a continuación y, por un instante, se olvidó de todo lo demás.
Sus bocas se buscaron y se encontraron. Aquel beso no fue tan intenso como el que se habían dado dos noches antes pero la misma dulzura con la que iba acompañado era tan irresistible como la pasión que los había estremecido la primera vez.
Incapaz de contenerse, _______ se apretó contra él y amoldó su cuerpo al suyo. Kendall sabía que debía poner distancia entre ellos pero no podía moverse. Necesitaba beber de su boca hasta la última gota de placer; metió sus manos por debajo de la ropa y le acarició la espalda con movimientos circulares mientras ella se arqueaba más contra él para sentir cómo cada milímetro de su cuerpo entraba en contacto con el suyo hasta quedar completamente pegados.
_______ dejó escapar un gemido y aquel sonido ahogado pareció retumbar en los oídos de Kendall.
Debían parar, terminar con aquello antes de que las cosas se desviaran por un camino del que ya no podrían regresar. «No puedes.» Dos palabras que sonaban cada vez con más fuerza en la cabeza de Kendall, dos palabras que evitarían que cometiera un gran error.
Apartó a _______ mientras procuraba recobrar el aliento. La miró en silencio un instante e intentó reunir valor para obligar a las palabras a salir de sus labios.
—Se está haciendo tarde. —Sintió que se le encogía el estómago al mirarla a los ojos otra vez.
_______ retrocedió como si sus palabras la hubiesen golpeado con la fuerza de un puño. Era la segunda vez que él se acercaba para luego apartarse de ella de repente y, de nuevo, se sentía una ******* por haber permitido que volviera a pasar. Tenía ganas de llorar, de rabia y de impotencia, pero no lo haría frente a él. No le daría esa satisfacción.
Lo observó mientras se ponía de pie y se alejaba hacia la puerta.
—¿Qué dices si salimos a correr? —Echó un vistazo a su reloj—. Si puedes estar preparada en veinte minutos.
—Lo estaré en menos de la mitad —respondió tajante.
Kendall salió y cerró la puerta tras de sí. _______ se apoyó en el cabecero de la cama y se quedó mirando la puerta cerrada.
El corazón aún le latía con fuerza y la temperatura de su cuerpo no había menguado. Aquella situación debía terminar, no era bueno para ninguno de los dos. No tenía sentido y no le encontraba una razón. O quizá sí existía un motivo para que él actuara de esa manera, solo que ella prefería ignorarlo. Algo o alguien le impedían a Kendall dejarse llevar y entregarse por completo a lo que sentía por ella.
_______ tenía sus sospechas y temía comprobar que eran acertadas.
Cerró los ojos y se humedeció los labios, aún había vestigios de sus besos en ellos; su perfume todavía se podía oler en el aire. Se incorporó y se levantó de un salto; le había dicho a Kendall que se daría prisa y ya había perdido cinco minutos pensando en él. Debía hacer lo imposible por apartarlo de sus pensamientos y olvidar lo sucedido; de seguro, él haría lo mismo en los brazos de Rachel Parker.
Caminó hacia el cuarto de baño, soltó un par de maldiciones y arrojó el pijama con rabia dentro del cesto de la ropa.
—Creía que un hombre con tu condición física tendría un poco más de resistencia. _______ se quedó trotando en el lugar mientras observaba a Kendall, que intentaba alcanzarla un par de metros detrás.
—Creía... creía que corrías solo media hora —respondió con la respiración entrecortada.
—A veces me extiendo un poco más. —Sonrió con malicia—. Hoy es, precisamente, uno de esos días.
Se detuvo hasta que él logró ponerse a la par de ella.
—Será cuestión de que se acostumbre a llevarme el ritmo, detective.
Lo observó mientras se detenía para estirarse y recuperar un poco el aire. Habían dado más de diez vueltas al parque Roeding; sin embargo, Kendall tenía todo el aspecto de haber corrido una maratón.
Él la miró con indiferencia.
—Prefiero la comodidad de mi gimnasio.
—Yo no cambiaría esto por ninguna otra cosa. —Hizo un par de elongaciones y algo de rotación de cintura—. Deberías hacerlo cada mañana, apuesto a que cambiarías de opinión.
—Lo dudo.
—¿Otra vuelta más? —propuso desafiante.
Kendall sabía que aquello tenía que ver con lo que había sucedido en su cama esa misma mañana; de alguna manera ella estaba buscando vengarse de él y ni siquiera podía culparla. ¿Qué podía decirle? ¿Que cada vez que la tenía cerca se le aceleraba el corazón y su único pensamiento era hacerle el amor, pero que no podía porque ella era parte del caso?
—¿Por qué no descansamos? Creo que por hoy ya ha sido suficiente.
—Tú quédate a descansar si quieres, yo correré un poco más.
Kendall levantó la mano.
—Quiero tenerte siempre a la vista, no te alejes y regresa enseguida —le advirtió.
_______ hizo una venia.
—A la orden, mi señor.
Antes de que él pudiera decir algo le dio la espalda y se lanzó a correr otra vez. Él se dejó caer en un banco de madera, la seguía con la mirada. La observó rodear una hilera de árboles y, por un segundo, desapareció del alcance de su vista.
—¡Maldición!
Se levantó de un salto y comenzó a correr hacia la arboleda por donde _______ había desaparecido. El temor le provocaba un dolor palpitante en el pecho. Esquivó a una mujer y a sus dos pequeños hijos y luego a un vendedor de globos multicolores. No lograba verla por ninguna parte.
Se detuvo en medio del parque y comenzó a dar vueltas observando cada rincón con desesperación. Ya no estaba ni siquiera cansado; tan solo se sentía embargado por una terrible sensación de angustia e incertidumbre que se esfumó apenas la vio junto a un expendedor de agua.
Caminó hacia ella. A medida que se acercaba el ritmo de sus latidos se iba acelerando.
—¡Por Dios! ¿Quieres matarme del susto?
_______ se dio media vuelta y lo miró. No había solo preocupación en sus ojos, estaba enojado con ella.
—Lo siento, pero aquel niño me ha pedido que lo ayudara a beber un poco de agua —explicó mientras que con una mano señalaba a un niño rubio que se alejaba en su bicicleta.
Kendall exhaló un lento suspiro. Estaba exagerando y debía calmarse si no quería que sus nervios terminaran destrozados.
—Perdóname tú a mí. A veces me tomo mi papel de policía demasiado en serio —dijo y esbozó una sonrisa.
—No te preocupes.
Caminaron de regreso hasta el otro extremo del parque y Kendall invitó a _______ a sentarse junto a él en un banco.
La gente pasaba frente a ellos, algunos corrían y otros caminaban. De pronto, _______ distinguió a un hombre que se acercaba a ellos mientras los saludaba con su mano. Nunca antes lo había visto.
—¡Detective Schmidt!
_______ notó una marcada cojera en una de sus piernas.
Kendall lo observó e intentó recordar de dónde conocía a aquel hombre.
—Soy Peter Franklin, nos conocimos el otro día en la redacción del Fresno Bee.
—Por supuesto. —Kendall estrechó su mano.
_______ relacionó de inmediato aquellos dos nombres. Leslie le había hablado de él.
Peter Franklin sonrió de oreja a oreja.
—¡Qué casualidad encontrarlo por aquí!
—Lo mismo digo, señor Franklin.
—Peter. —Desvió sus ojos miel hacia _______.
—Ella es _______ —dijo Kendall y los presentó.
—¡_______ Carmichael, por fin nos conocemos!
Kendall se quedó pasmado.
—¿Qué quiere decir con eso?
_______ decidió entonces intervenir; después de todo, era mejor que Kendall se enterara de lo que Leslie le había comentado antes de que terminara por apuntarle también a él con su pistola.
—Kendall, el señor Franklin trabaja con Leslie...
—Eso ya lo sé —la interrumpió.
—Cuando vino a visitarme el otro día, Leslie me habló de él y de su interés en entrevistarme —explicó.
—¿Entrevistarte? —Seguía sin entender mientras observaba el rostro demasiado entusiasta del reportero.
—Así es, detective. Sigo el caso del Asesino de las Flores y supe que el secuestro que sufrió la señorita Carmichael hace cuatro años fue cometido por el mismo hombre que asesinó a esas cuatro muchachas.
—¿Cómo ha sabido todo eso?
—Leslie se le contó, Kendall.
Kendall frunció el ceño; no le gustaba nada la idea de que aquel reportero supiera tanto de ella. Sabía que la prensa era muy influenciable y una información dada erróneamente podría perjudicar su trabajo.
—Mi verdadero interés es escribir una novela basada en la historia de la señorita Carmichael —señaló—. Por eso me atreví a pedirle a Leslie que me consiguiera una entrevista con ella.
Los ojos de Kendall se clavaron en _______. Ella percibió un destello de enfado en ellos.
—Yo no estaba enterado.
—Te lo iba a decir, es solo que se me había olvidado —dijo y se mordió el labio inferior.
—¿Has accedido a ser entrevistada?
_______ asintió.
—Es un favor que Leslie me pidió, no podía negarme.
—Entiendo.
—Podemos encontrarnos donde usted desee, _______ —dijo Peter Franklin con amabilidad.
—Últimamente no salgo mucho.
—Que te entreviste en casa —dijo Kendall de repente—. Allí estaréis cómodos y, además, sabré que estás segura.
—¿Usted está de acuerdo, señor Franklin?
—Llámeme Peter, por favor —le pidió—. Para mí, cualquier sitio está bien.
—Perfecto. —Le devolvió la sonrisa—. Tendrá que ser por las mañanas, ya que por las tardes debo trabajar.
—No hay inconveniente, solo dígame cuándo podemos empezar.
_______ estuvo a punto de decir algo cuando Kendall la sujetó del brazo y la llevó aparte.
—¿Por las mañanas? ¡Creía que bastaría una sola mañana para entrevistarte!
—¡Solo ha sido una manera de decir! —respondió ella sin levantar demasiado la voz.
—¿Estás segura?
—No lo sé, pregúntale a él —dijo y volvió la cabeza hacia Peter Franklin, que los observaba expectante.
Kendall así lo hizo.
—¿Cuánto tiempo le llevará la dichosa entrevista?
Peter Franklin se rascó la barbilla.
—No sabría qué responderle —hizo una pausa—. No se trata de una entrevista para publicar un reportaje en el periódico; esto es diferente. Deberé reunirme con la señorita Carmichael en varias oportunidades y así tomar notas para mi libro.
La respuesta del reportero no le agradó en lo más mínimo.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto?
_______ estaba tan llena de dudas como él, pero le había prometido a su amiga que, al menos, le concedería la oportunidad a Peter Franklin de hablar con ella.
—No, pero...
—No tienes que aceptar. —Kendall percibió el fastidio en la mirada vivaz del hombre que seguía esperando una respuesta definitiva de parte de _______.
—Concédame una entrevista y, si no está de acuerdo, prometo no volver a importunarla.
_______ miró a Kendall y cuando vio un gesto de aprobación en sus ojos verdes, aceptó.
—Gracias. ¿Cuándo estaría bien para usted?
—¿Le parece bien el lunes? —Era viernes y no tenía ganas de pasar por aquello el fin de semana; prefería aprovecharlo pintando.
—Estupendo, nos vemos el lunes, entonces.
—Bien. —_______ extendió su mano y él la estrechó con fuerza durante un instante.
—Ha sido un placer, _______ —dijo sin soltarla todavía.
—Igualmente, Peter.
Por fin la soltó y tras saludar a Kendall se marchó por la misma vereda por la que había aparecido.
—Deberías agregarlo a la lista —comentó Kendall de repente.
—¿De qué hablas? —preguntó _______ mientras alzaba las cejas.
—Hablo de tu lista de conquistas —respondió de forma socarrona.
Ella pasó por alto su sarcasmo.
—No sé a qué te refieres.
—¡Vamos! ¡Primero el tal Brandon y ahora también el reportero!
_______ le dio la espalda. De otro modo le habría borrado la sonrisita burlona con una bofetada. ¿Qué derecho tenía a hacerle un comentario de aquel tipo? ¡Él que tenía un romance con su compañera y no tenía el valor de reconocerlo frente a ella!
—¿No dices nada? —Él se puso a su lado y buscó sus ojos.
—No vale la pena ni siquiera que te responda. —Le lanzó una mirada fulminante y se alejó corriendo mientras él profería un par de maldiciones antes de intentar alcanzarla de nuevo.
Rachel se metió un caramelo de menta en la boca mientras esperaba que Archie, el experto en audio del laboratorio forense, le entregara los resultados de la cinta que habían obtenido de la emisora de radio.
Cuando la puerta por fin se abrió, esbozó una sonrisa de oreja a oreja.
—Buenos días, detective. —Archie Tao paseó sus ojos rasgados por las piernas de Rachel mientras se ubicaba en una silla a su lado.
—Espero que tengas buenas noticias para mí esta mañana, Archie —respondió ella con un falso tono de reprimenda en la voz.
—No seguramente lo que quisieras oír —le dijo.
Los labios de Rachel, pintados de un rojo carmín, se curvaron en una mueca.
—¿Qué has conseguido?
Archie abrió el archivo de audio con la llamada que la KFCF había recibido dos noches atrás.
—Lo he analizado y desmenuzado decenas de veces —dijo, de fondo se escuchaba una voz mecánica—. El sujeto uso un sintetizador de voces.
Rachel asintió.
—Lo presumía, pero ¿no hay nada que puedas hacer para obtener su voz real?
—Es casi imposible, no solo ha sintetizado su voz real sino que después de haberla cambiado, volvió a distorsionarla unas cuantas veces más.
—Entiendo.
—Como puedes oír hay voces masculinas, femeninas y hasta la de un niño. Usó muchas y sintetizó cada una de ellas para que no podamos hallar la suya. —Detuvo la grabación—. He contado más de quince voces diferentes.
Rachel empujó la silla giratoria hacia atrás y lanzó un soplo de fastidio.
—¡No puede ser que este tipo no cometa errores!
—Tal vez sí lo ha hecho —comentó Archie con aire de misterio.
—¿Qué quieres decir? —Rachel acercó su silla con un ágil movimiento y apoyó las manos sobre el escritorio de cristal.
—Hemos podido rastrear la llamada. Unos segundos menos y habría sido imposible.
Los ojos grises de Rachel se abrieron como platos, aquello era maravilloso.
—¿De dónde llamó? —preguntó y miró con atención la pantalla del monitor.
—Usó una cabina telefónica que está ubicada en la calle Fulton.
—Ok, enviaré a un equipo para que revise el lugar. —Se puso de pie—. Tal vez tengamos suerte y consigamos algo.
Archie asintió.
—Lamento no haberte podido ayudar más —le dijo y giró hacia ella.
—Nos vemos, Archie.
—Adiós, detective.
Salió al pasillo; debía enviar a los peritos al lugar desde donde se había hecho la llamada y necesitaba contarle las novedades a Kendall. Miró su reloj, había pasado más de un cuarto de hora de las ocho y todavía no había llegado. Intentó llamarlo a su casa pero solo saltaba el contestador.
—¿Dónde diablos te has metido, Schmidt? —enfadada se alejó caminando por el pasillo de la comisaría de policía.
_______ acomodó el lienzo en blanco sobre el caballete bajo la atenta mirada de Sam. Aquella mañana dejaría que las horas pasaran dentro de aquel taller improvisado que Kendall había conseguido para ella.
Habían vuelto del parque y cada uno había tenido su turno para darse un baño. Después de un desayuno rápido, él le había dicho que debía marcharse; tenía una reunión importante y probablemente no regresaría hasta la noche. Antes de irse quiso saber qué haría ella en todo el día y cuando le respondió que dedicaría la mañana a pintar y que luego por la tarde trabajaría con Brandon, se fue satisfecho con la respuesta que ella le había dado.
Se había ido molesto y _______ no entendía por qué. Tal vez su actitud tenía que ver con la aparición de Peter Franklin y su interés en entrevistarla. Ella tampoco estaba muy contenta con la idea, pero percibía que lo que Kendall sentía no era solo descontento. Recordó el tono irónico que había usado para referirse a una supuesta lista en donde debía incluir al reportero.
En ese momento le había enfurecido lo que había dicho; pero con la cabeza fría y en calma, podía reflexionar sobre lo sucedido y encontrar una explicación lógica para su reacción.
Observo a Sam, el canino la miraba con atención mientras ella volcaba un poco de pintura sobre la paleta.
—¿Qué dices tú, Sam?
El perro alzó sus orejas.
—¿Qué es lo que pasa por la cabeza de tu amo? —preguntó y dejó los tubos de óleo en su lugar—. Querría saberlo para poder entenderlo.
Sam seguía mirándola y _______ creía que él realmente podía comprenderla.
—Tu amo es un verdadero enigma. —Mojó el pincel en trementina—. Lo único que logra con sus actitudes es desconcertarme aun más. Primero se acerca y me hace creer que le gusto; luego, en el último instante, termina echándose para atrás. —Dio una pincelada azul con fuerza sobre el lienzo—. Si tiene un romance con la detective Parker, ¿por qué me busca a mí, me besa y me toca de esa manera volviéndome completamente vulnerable con solo una mirada?
Sam estiró sus patas delanteras y apoyó la cabeza en el suelo.
—¿Acaso no le alcanza con una? —Deslizó el pincel y formo rayas irregulares que fueron cubriendo el lienzo poco a poco—. ¡Quizá solo necesita demostrar cuán hombre puede ser con dos mujeres al mismo tiempo!
Arrojó el pincel dentro del vaso de la trementina y Sam pegó un salto.
—Lo siento, encanto. —Se agachó y le rascó la cabeza—. Tú no tienes la culpa de tener el amo que tienes.
Sam se entregó al placer de sus caricias y se adormeció. _______ se quedó un momento a su lado y comenzó a pasar la mano por la gran cabeza de Sam, aquello siempre la relajaba. A su mente vinieron las tardes en que ella y Otelo se sentaban en el porche y ella lo acariciaba hasta que él dejaba de ronronear y se dormía entre sus brazos.
Esbozó una sonrisa triste, se incorporó y dejó que Sam siguiera con su siesta matutina. Volvió a concentrarse en su pintura y en la nueva obra que apenas había comenzado pero después de unas cuantas pinceladas se detuvo.
Lo estaba haciendo otra vez. Pétalos de nomeolvides comenzaban a asomarse detrás de las pinceladas azules que acababa de dar. Se quedó mirando el lienzo en silencio. No entendía por qué lo hacía; era como si su mente le ordenara lo que debía pintar. Siempre se había dejado llevar por sus sensaciones pero con aquellas flores era diferente, parecía que su subconsciente le pidiera que las pintara, que lo hiciera una y otra vez, sin detenerse a pensar siquiera por qué lo hacía.
Tomó de nuevo el pincel y, con furia, cubrió las flores con manchas húmedas, el lienzo se transformó en una mezcla de rayas y manchones. En un par de minutos los nomeolvides quedaron sepultados por una maraña de colores y formas inconclusas.
Quitó el lienzo del caballete y lo colocó en un lugar apartado, debajo de otras obras, de manera que no pudiera ser visto. Caminó hacia la ventana y apoyó los codos en el alféizar. Abrió una de las hojas de la ventana y respiró profundamente. Se había levantado una brisa suave que comenzó a jugar con los mechones de su cabello que caían sobre su rostro.
Miró hacia la calle y tuvo la extraña sensación de que no estaba sola. Observó hacia ambas esquinas pero no había nadie. El ruido de un automóvil que se acercaba llamó su atención. Un sedán blanco estacionó junto a la acera, era la primera vez que lo veía pero no le extrañó, ya que vivía más gente en el edificio. Esperó a que su ocupante se bajara, por simple curiosidad.
Un par de piernas femeninas fue lo primero que vio salir del sedán y cuando la mujer finalmente se bajó, supo que era a ella a quien venían a ver. 

NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora