~ CAPITULO 26 ~

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La enorme y espaciosa oficina que servía para aquel tipo de reuniones se había llenado aquella tarde. La larga mesa estaba ocupada casi por completo y _______ se había ubicado junto a Jennie, porque ella se lo había pedido. Estaba nerviosa y no era para menos. Se trataba del primer proyecto que su jefa le encargaba y ella sería la principal responsable de llevarlo adelante con éxito. Jennie le había dicho que pondría a su disposición el personal y el material que fuera necesario y que la dejaría trabajar con total libertad.
Aquella reunión era para afinar los últimos detalles y poner en marcha, finalmente, el proyecto en el que cualquier persona amante del arte habría deseado trabajar. Había elegido una falda y una chaqueta de color gris ceniza para darse un toque más formal; debajo, llevaba una camisa en un tono un poco más pálido que el del traje. Su larga melena castaña estaba prolijamente sujeta en lo alto de su cabeza en un moño. Había entrado a la oficina con unas cuantas carpetas en los brazos y se sintió un tanto incómoda cuando la atención de la decena de hombres asistentes a la reunión se centró en ella. Conocía a la mayoría; al resto, seguramente, se los presentaría Jennie en el pequeño cóctel que se daría una vez finalizada aquella reunión.
Demasiada gente, murmullos y miradas furtivas que iban dirigidas a ella. _______ Mitchell, la novata encargada de llevar adelante un proyecto tan importante como aquel. Jennie revisaba unos papeles; _______ se preguntó por qué no daba comienzo a la reunión de una buena vez, deseaba largarse de allí y dar por terminada esa sensación de sentirse un ******* en exhibición. ¡Dios! ¡Cómo quería estar en su taller en aquel mismo momento!
La puerta se abrió y todos se giraron para observar si el último asistente se había dignado, por fin, a aparecer. _______ notó que el rostro de su jefa se relajaba ante la aparición de aquel hombre que en ese momento cruzaba la oficina y se dirigía hacia ellas después de saludar con cortesía a los demás.
—Jennie, lamento llegar tarde, pero era imposible escaparme de aquella otra reunión —dijo, se agachó y le dio un beso en el dorso de la mano.
—No te preocupes, Brandon. Las personas importantes siempre se hacen esperar. —Se giró y le sonrió a _______—. Brandon, esta es _______ Mitchell. _______ dirigirá el proyecto de la colección.
Brandon extendió la mano y se dispuso a besar la de _______ de la misma manera que había hecho con Jennie.
—_______, este es Brandon Tanner._______ le entregó la mano. Jennie no necesitaba decir nada más, ya sabía quién era él, no solo porque no se había hablado de otra cosa en la editorial en los últimos días, sino porque el nombre de Brandon Tanner era reconocido a nivel nacional. Uno de los mejores diseñadores del país y el creador de las mejores campañas publicitarias.
—Es un honor conocerlo, señor Tanner —dijo con timidez.
—El honor es mío, _______. Llámame Brandon; después de todo, vamos a trabajar juntos.
_______ asintió mientras él se sentaba junto a Jennie que dio por comenzada la reunión. Había pensado que los nervios la traicionarían más de una vez, pero estuvo más tranquila de lo normal; sobre todo, cuando le tocó exponer a ella las ideas que sustentarían el proyecto que al término de aquella reunión ya tenía un nombre oficial: «Art & Pleasure». Había sido elegido entre todos a través de una votación, después de que ella misma lo sugiriera. _______ sintió que aquel había sido un gran voto de confianza hacia su trabajo.
Los ejecutivos se iban acercando, poco a poco, al par de mesas en donde los esperaba un pequeño refrigerio. _______ se quedó en su lugar un momento más, a solas Jennie y Brandon conversaban junto a la ventana y ella aprovechó para ordenar sus carpetas.
Una de sus compañeras la instó a que comiera algo pero desistió: tenía el estómago cerrado y solo aceptó un vaso de agua.
—¡Ah, no! ¡No puedes beber agua! —Brandon exclamó al verla llenar su copa—. Debemos hacer un brindis, bebe al menos un poco de vino.
_______ le sonrió y de mala gana aceptó la copa de vino que él le acercaba.
—Por «Art & Pleasure», porque sea un éxito. —Chocó la copa de _______ con un leve movimiento—. Y por ti, _______.
_______ bebió un sorbo de vino para ocultar de alguna forma la vergüenza de sentirse el centro de atención. Todos la miraban y, en un momento dado, deseó salir corriendo de allí y encerrarse en su taller. Sin embargo, debía aceptar que aquello también formaba parte de su vida, aunque le agradara menos. Prefería estar enfundada en sus vaqueros gastados, dar pinceladas sobre sus lienzos, respirar el olor del óleo y la trementina, encerrarse por horas en su estudio, en vez de estar allí, rodeada de tanta gente, la mayoría casi desconocida. Para su alegría, Jennie se había unido a ellos y _______ se sintió menos incómoda. De vez en cuando observaba su reloj pulsera, procuraba hacerlo mientras su jefa y Brandon Tanner estaban distraídos, no quería dar la impresión de que quería largarse de aquel lugar lo antes posible.
Como Jennie y Brandon estaban entretenidos conversando con un hombre que, según había escuchado, era uno de los mayores distribuidores de libros del país, _______ logró escabullirse al menos un rato para recuperar un poco de soledad. Caminó hacia el gran ventanal y contempló cómo la noche ya se había adueñado de Fresno. Los edificios que la rodeaban y que de día parecían moles majestuosas, en ese momento parecían solo bestias dormidas. Respiró hondo y se cubrió el pecho con los brazos. Estaba tan oscuro ahí fuera; cualquiera se podría perder en medio de aquella negrura devoradora. Se preguntó si el hombre que amenazaba de nuevo su vida viviría como una sombra y se ocultaría de los demás en medio de la noche. Un escalofrío le recorrió la espalda.
—Estás aquí pero tu pensamiento no.
_______ se sobresaltó al escuchar la voz de Brandon Tanner.
—Necesitaba un poco de soledad —le dijo mientras esbozaba una tibia sonrisa.
—Te entiendo. A veces, la soledad suele ser la mejor compañera. —Se paró a su lado y contempló la vista que Fresno les ofrecía desde aquella oficina—. La soledad y la noche, una combinación demasiado lúgubre para algunos y demasiado perfecta para otros.
_______ asintió.
—Apuesto que ahora tu único deseo es marcharte de aquí.
—¿Cómo lo sabes? —Su forma de hablar le intrigaba.
—Porque lo mismo deseo yo —se limitó a responder.
—¿Y por qué no te vas entonces?
—¿Por qué no te vas tú? —retrucó y colocó las manos en los bolsillos de sus pantalones.
—No podría desairar a Jennie. —Lanzó un fugaz vistazo a su jefa—. Ella ha puesto en mis manos este proyecto tan importante y confía en mí más que nadie.
—Todos confían en ti, _______. Incluso yo —dijo y le sonrió.
—Quisiera creer que eso es verdad, pero sé que muchas personas que están hoy aquí piensan que no lo lograré. —Era un sentimiento que la había acompañado desde el mismo momento en que Jennie le había comunicado que sería la encargada de dirigir el nuevo proyecto.
—Solo es envidia —señaló Brandon.
—No, no es eso. Solo que creen que Jennie debería haber elegido a alguien con más experiencia y la verdad es que quizá tengan razón en desconfiar de mí.
Brandon sacudió la cabeza.
—No debes pensar así; tienes la oportunidad perfecta para demostrarles a todos ellos y a ti misma que puedes hacerlo. Yo te ayudaré, para eso estoy aquí.
_______ bajó la mirada avergonzada por su falta de confianza en sí misma.
—Gracias.
—Me las darás cuando comprendas que tengo razón —resopló, y un mechón de su cabello negro bailó con gracia sobre su frente—. Vamos, te llevaré a tu casa.
—Oh, no, no es necesario —se apresuró a decir—. He venido en mi automóvil.
—En ese caso, déjame acompañarte, al menos, hasta que subas a él.
Podría haberse negado, pero prefirió no hacerlo. No deseaba bajar sola hasta el subsuelo con la impresión de que alguien saldría en medio de la oscuridad para atacarla. Se despidieron de Jennie y de un par de hombres que hablaban con ella, que _______ solo había visto un par de veces con anterioridad y tras recoger sus carpetas, se marcharon.
—¡Por fin! —exclamó Brandon y suspiró aliviado mientras se recostaba contra una de las paredes del ascensor.
_______ no pudo evitar sonreír; sobre todo, porque ella pensaba lo mismo solo que no se había atrevido a decirlo. Mientras el ascensor descendía los siete pisos que los separaban del subsuelo, _______ se dedicó a contemplar al hombre que acababa de conocer. Tenía un aspecto jovial; debía de tener no más de treinta años, no era mucho más alto que ella y era de complexión algo robusto.
Su cabello negro formaba algunas ondas y le llegaba más allá del cuello; sus ojos eran verdes y llevaba unas elegantes gafas; unas cuantas pecas asomaban en sus mejillas. Pero, sin duda, lo que más llamaba la atención en su rostro era una cicatriz que cruzaba por un lateral de su mandíbula.
Él se la tocó cuando descubrió hacia dónde estaban dirigidos los ojos de _______.
—Fue hace muchos años, un accidente de coche de donde salí casi ileso, a no ser por esta pequeña marca que llevaré hasta el día que me muera —le contó.
_______ notó tristeza en su voz, de seguro le dolía hablar de aquel tema y se lamentó de haberse quedado mirando su cicatriz como una niña tonta.
—Lo siento.
—No te preocupes, ya lo he superado. Pasó hace más de diez años y, además, creo que no me queda tan mal, ¿no? Me da un aspecto de hombre recio; creo que a las mujeres les gusta eso —bromeó, para ocultar su tristeza.
—No a todas —replicó _______.
La puerta del ascensor se abrió.
—¡Vamos! ¡No me vas a decir que una mujer como tú no se sentiría halagada si se topara con un sujeto rudo, con barba de varios días y que solo oliera a sudor! ¡Un típico vaquero del lejano Oeste!
_______ no hizo nada para reprimir la carcajada.
—¡Claro que no! —dijo a la defensiva. Por un segundo, la imagen de Kendall Schmidt la asaltó y se lo imaginó vestido de vaquero, con sus botas de cuero gastadas, un gran sombrero de ala ancha, el rostro ensombrecido por una barba descuidada, las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones y aquellos ojos verdes que cada vez que la miraban la invitaban a querer explorar qué había más allá.
—Te has quedado muy callada de repente. —Brandon la acompañó hasta donde estaba estacionado su Volkswagen—. ¿En qué pensabas?
_______ agitó la cabeza e intentó deshacerse de aquella imagen demasiado tentadora y le respondió.
—En nada.
—Bueno, déjame decirte que la expresión en tu rostro era demasiado placentera como para que estuvieras pensando en «nada».
Los colores se le subieron a las mejillas.
—¡Lo sabía! —Le apuntó con su dedo índice—. ¡Estabas pensando en tu vaquero rudo y sudoroso!
Si hubiese tenido más confianza con él, le habría golpeado el estómago con las carpetas. Se estaba riendo a costa de ella y lo estaba haciendo deliberadamente.
—Es tarde, debo irme. —Abrió la puerta de su automóvil y arrojó las carpetas dentro antes de que se convirtieran en posibles armas mortales.
—Bonito automóvil —comentó Brandon al elogiar su Volkswagen Beetle color rojo cereza.
_______ entró y cerró la puerta. Bajó la ventanilla y lo miró.
—Gracias por acompañarme, Brandon.
—De nada, _______.
Le dedicó una última sonrisa mientras encendía el motor y antes de marcharse lo saludo con la mano. Le había caído bien Brandon Tanner.

NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora