~ CAPITULO 56 ~

5 0 0
                                    

_______ le escuchó dar algunas instrucciones a su compañera a través de su teléfono móvil mientras esperaban en el hall de la clínica. Cuando dio por terminada la conversación, ella le hizo la pregunta que la había estado torturando desde la llamada de la enfermera de Jackson Schmidt.
—Kendall. —Lo obligó a mirarla a los ojos—. ¿Qué sucede?
Kendall agachó la mirada. No quería angustiarla más, pero no podía excluirla de todo aquello; después de todo, ella era la principal afectada.
—Es él, _______. —Alzó sus ojos hacia _______.
Un terror ya familiar se apoderó de ella.
—¿Le ha hecho daño a tu padre?
—No, no, tranquilízate. Mi padre está bien.
—Señor Schmidt, su padre lo espera en su habitación.
Kendall ni siquiera se lo preguntó, sabía que _______ iría con él.
Entraron en la habitación que desde hacía casi tres años ocupaba Jackson en aquella clínica de reposo.
Lo encontraron recostado en su cama; llevaba una bata y cuando notó su presencia los contempló.
—Kendall.
—Papá, aquí estoy. —Se acercó y se sentó en el borde de la cama. _______ prefirió quedarse junto a la puerta.
Jackson Schmidt desvió la mirada hacia ella. Esbozó una tímida sonrisa cuando la reconoció.
—_______ —murmuró.
—Sí, papá. _______ ha querido acompañarme. —Kendall se giró y le tendió la mano—. Ven, acércate.
Ella tomó su mano y avanzó lentamente hacia él. Contempló al hombre que yacía en la cama de aquella habitación y que, cuatro años atrás, había tenido la desagradable tarea de comunicarle lo que le había sucedido para sacarla de su confusión. En aquella ocasión era ella quien estaba tendida en la cama de un hospital y se recuperaba de sus heridas y del deterioro general que había sufrido durante su secuestro.
Jackson Schmidt ya no era el mismo; poco quedaba de aquel hombre que la había tratado con tanto cariño y que le había prometido encontrar al hombre que le había hecho tanto daño.
Él extendió su mano huesuda y _______ la estrechó con fuerza.
—Hola, señor Schmidt. Ha pasado mucho tiempo —dijo y contuvo la emoción. No era solo el hecho de volver a verlo; era el padre de Kendall y le dolía saber que se encontraba en aquellas condiciones.
—Cuatro años.
_______ asintió. No supo qué hacer ni qué decir cuando, de repente, él comenzó a llorar.
—¡Papá, tranquilízate! Estamos contigo. —Kendall se puso de pie de inmediato y se arrodilló a un lado de la cama.
A _______ se le estrujó el corazón al ser testigo de cómo Kendall sufría por su padre. Quería contenerlo y consolarlo, pero se sentía impotente por no poder hacer nada por él.
Jackson levantó la mano y su dedo índice señaló hacia una pequeña mesa ubicada frente a la ventana. Ni _______ ni Kendall le habían prestado atención desde que habían entrado a la habitación.
Kendall se enderezó y fue hasta la mesa. Comprendía la angustia de su padre.
—¿Qué es? —preguntó _______ y se acercó por detrás—. ¡Dios mío! —se llevó la mano a la boca.
Sobre la mesa, había un puzle a medio armar; faltaban algunas piezas, pero la figura que aparecía era inconfundible.
Una enorme imagen de un ramillete de nomeolvides ocupaba el centro del diseño. En la parte inferior se podían observar partes de letras en rojo. Kendall comenzó a buscar las piezas restantes y las colocó hasta completar el rompecabezas.
«_____(d), eres solo mía.»
—¡Maldito bastardo! —El puño cerrado de Kendall golpeó contra la mesa, que tambaleó, y el rompecabezas terminó estrellándose contra el suelo.
_______ se abrazó a él y cerró los ojos.
—¿Cuándo va a terminar esta pesadilla, Kendall?
Él la estrechó con fuerza, necesitaba sentirla segura y a salvo entre sus brazos. No le respondió, no podía; la respuesta a aquella pregunta era un enigma, incluso hasta para él.
—Has hecho un desastre, Schmidt —comentó Rachel mientras observaba las piezas del rompecabezas esparcidas por el suelo.
—Lo siento, Rachel. Ha sido un momento de rabia —dijo Kendall y observó cómo su padre dormía plácidamente gracias a los calmantes que Eve le había inyectado minutos antes. _______ descansaba al pie de la cama y permanecía en silencio.
—No te preocupes. Los peritos están esperando en el pasillo para pasar, ellos se encargarán de juntar todo.
Lanzó un rápido vistazo a _______. Se preguntó si Kendall le había dicho ya que habían encontrado la cabaña donde, posiblemente, había estado recluida durante los tres meses de su secuestro y que necesitarían que ella fuera hasta allí para ver si reconocía el lugar. Le hizo señas a Kendall de que la acompañara fuera de la habitación.
—Regresamos enseguida —le dijo Kendall.
_______ asintió sin pronunciar palabra. Cuando ambos salieron Rachel fue directa al grano.
—¿Se lo has dicho?
—Todavía no. Pensaba hacerlo cuando llegara a casa, pero ha surgido esto y no he encontrado el momento oportuno de decírselo —explicó mientras observaba a uno de los peritos entrar en la habitación de su padre.
—Debes hacerlo, si _______ reconoce la cabaña, entonces sabremos que no estamos perdiendo el tiempo analizando las huellas dactilares que hallamos en el lugar. —Hizo una pausa, porque no le gustaba lo que iba a decir—. Si, en cambio, no hace una identificación positiva, ¡maldición!, se arruinaría todo.
Kendall tenía plena conciencia de eso; por esa razón, temía el momento en que _______ viera por fin la cabaña. Si no la reconocía, si no había vestigios de ella en su memoria, la investigación se iría al demonio. Tal vez la resolución del caso estuviera en algunas de las huellas encontradas en la cabaña, pero si resultaba no ser el lugar donde _______ había estado cautiva de nada servirían.
_______ se les unió.
—He preferido salir para que el forense trabajara tranquilo —dijo y se cruzó de brazos.
—_______. —Rachel miró de reojo a su compañero—. Hay algo que debemos decirte, que Kendall debe decirte.
Kendall la fulminó con el miel acerado de sus ojos.
—¿De qué se trata?
Al ver que Kendall se quedaba callado para buscar la mejor manera de hablar con ella, Rachel tomó la iniciativa de responderle.
—Hemos seguido la pista del ferrocarril tras tu sesión de hipnosis y hemos encontrado una cabaña abandonada en medio de un paraje solitario. Creemos que es el lugar donde estuviste durante tu secuestro.
_______ sabía que aquella noticia era buena, debía de ser buena; sin embargo, presentía que había algo más que querían decirle.
—¿Habéis encontrado algo?
—Cientos de huellas dactilares y unos cuantos condones usados. Es un escondrijo, un «nido de amor» usado por los adolescentes del lugar —se apresuró a esclarecer.
—Entiendo.
—_______. —Kendall decidió intervenir por fin—. Necesitamos que vengas con nosotros al lugar para ver si puedes reconocer la cabaña.
Con que era eso lo que no se había atrevido a decirle.
—¿Crees que servirá de algo?
—Si no lo creyera, no te pediría que lo hicieras —le dijo y le acarició la mano.
—Está bien, iré hasta allí. —Era consciente de que no podía negarse. Además, si aquello ayudaba a ponerle un final a tanta locura valdría la pena. Le aterraba la idea de regresar a aquel lugar pero se encargaría de que Kendall no lo notara.
-Continuacion-
Al día siguiente, Kendall la había despertado temprano para salir a correr. Quería que se relajara antes de su viaje a Victorville.
_______ se estaba vistiendo en la habitación y Kendall la esperaba impaciente en el pasillo junto al montacargas.
Saludó con la mano al matrimonio McKey cuando los vio salir de su vivienda. De pronto, tuvo una idea, aunque debía hablar con ellos antes de que _______ apareciera.
—¡Angela, Lewis, esperad!
El matrimonio de ancianos se detuvo y escuchó con atención lo que Kendall tenía que decirles aquella mañana.
Cuando _______ salió al pasillo, lo vio charlando con los McKey. Tan pronto él la notó, dio por terminada la conversación. Se acercó y le sonrió de oreja a oreja.
—¿Lista para dar unas vueltas al parque y acabar conmigo de nuevo?
_______ frunció el ceño. Había algo extraño en su actitud, una chispa de travesura en sus ojos verdes.
—¿Qué hablabas con los McKey? —le preguntó.
—Nada en especial. ¿Nos vamos? —La invitó a subir al montacargas.
_______ percibió enseguida que estaba desviando el tema de conversación.
—Nunca hubiera creído que demostrarías tanto entusiasmo por salir a correr conmigo —comentó ella desconfiada, ya en el interior del montacargas.
Él se acercó y la apretó contra la pared.
—Correr no me atrae demasiado. —Le besó el cuello—. Quien me atrae eres tú, enfundada en esos pantaloncitos cortos.
_______ lo sujetó del cuello del chándal y lo apartó.
—¿Qué misterio te traes entre manos, Kendall Schmidt?
Él puso su mejor cara de niño bueno.
—Ninguno, _______ Carmichael. ¿Qué puede haber de misterioso en desear verte correr con tus pantaloncitos cortos?
—Sabes que no me refiero a eso —le dijo y fingió estar enojada—. Me estás ocultando algo, lo sé.
—Soy un libro abierto para ti, _______. —Le dio un beso en la punta de la nariz—. Conoces todo de mí.
Ella se cruzó de brazos y adoptó una expresión más seria aún.
—No todo —respondió y se hizo ella la misteriosa.
Kendall alzó las cejas.
—¿Qué quieres decir?
—Podría mencionar, por ejemplo, el extraño hallazgo que hice la primera noche que pasé en tu casa.
—¡Ya sé! Descubriste mi dentadura postiza de vampiro que escondo en el cajón de mi mesita de noche y que uso no solo para Halloween.
_______ no supo si le estaba diciendo la verdad o estaba bromeando con ella pero le costó contener la risa.
—No, no es eso.
—¿Los ejemplares de Playboy debajo del colchón?
_______ negó con la cabeza, pero se aseguraría de echar un vistazo debajo del colchón cuando regresaran.
—¡Me rindo!
—¿Por qué no aprietas el botón y bajamos de una vez? —sugirió con indiferencia. Lo haría sufrir un poco más.
—No hasta que me digas qué es lo que descubriste de mí.
_______ movió los labios hacia un lado y hacia el otro y clavó sus ojos castaños en el techo.
—¡Vamos! No juegues conmigo.
—No estoy jugando —respondió con tono desafiante.
—Sí lo estás —replicó él.
—Un sujetador negro de encaje y puntillas —soltó lo más rápido que pudo. Se liberó de sus brazos y apretó el botón.
Kendall lanzó una carcajada.
—¡No es gracioso! —Se apoyó contra la pared mientras el montacargas comenzaba a descender.
—¡Ni siquiera sé a quién le pertenece! —dijo mientras levantaba las manos—. Espera, ¿has dicho negro de encaje y puntillas?
Ella asintió sin mirarlo a los ojos.
—Tal vez, pueda ser de Marlene o de Tiffany. —Hizo una pausa para observar la expresión de furia en su rostro—. Quizá quien se lo dejó olvidado fue Alisha, la modelo publicitaria, o Ginger, la pelirroja, o...
—¡No sigas! —le suplicó.
Él no dijo nada solo la atrapó otra vez entre sus brazos y la sujetó del cuello.
—Me encanta que te pongas celosa.
—¡No estoy celosa! —le espetó y apretó los dientes.
—Estás terriblemente celosa —aclaró él.
—Eres demasiado engreído, detective.
—Repite eso.
Ella no pudo, solo pasó sus brazos alrededor de su cuello y lo besó con fervor...

NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora