~ CAPITULO 18 ~

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La gran reja que flanqueaba la entrada al vasto complejo de máxima seguridad, conocido como Pacific View, se estaba cerrando tras haberle permitido el paso a una camioneta. Kendall apretó con más fuerza el acelerador y logró colarse antes de que la reja de hierro forjado se volviese a cerrar. Observó la caseta del vigilante y lo saludó con la mano. Ya lo conocía de las dos ocasiones en las que había estado allí, de otro modo, ya lo tendría detrás de él con el objeto de detenerlo.
La camioneta seguía delante de él y parecía tomar su mismo rumbo. Lo comprobó cuando se detuvo frente al jardín de _______ y un hombre alto vestido con vaqueros y camisa de leñador se bajó y caminó a toda prisa hasta la casa.
La puerta principal se abrió antes de que el hombre alcanzara el porche. _______ salió corriendo y se arrojó a sus brazos mientras lloraba desesperada.
Kendall los observó detenidamente y dudó por un instante si debía aproximarse o esperar. Seguían abrazados; desde donde estaba podía distinguir cómo las manos delgadas de _______ se aferraban con fuerza a la espalda del hombre mientras él le acariciaba el cabello y le besaba la cabeza una y otra vez.
Experimentó una punzada de celos, una absurda sensación que no tenía explicación. Por un momento, se imaginó a sí mismo en el lugar de aquel hombre y el hormigueo que le recorrió las entrañas provocó que se moviera impaciente en el asiento. Una inquietud que aumentó cuando _______ notó su presencia y se quedó mirándolo fijamente. Sus dedos se crisparon alrededor del volante, luego, lanzó un suspiro, abrió la portezuela del Mustang y se bajó. A medida que se acercaba el hormigueo aumentaba y se convirtió en tensión cuando estuvo frente a ellos.
—Señorita Carmichael —saludó.
El hombre se giró impetuoso y lo observó minuciosamente con el ceño fruncido.
—¿Usted sabe el verdadero apellido de _______? —pregunto atónito.
Kendall estaba a punto de responder, pero _______ se le adelantó.
—Kevin, es el detective Schmidt. Yo misma lo he llamado —dijo algo más calmada.
—¿Schmidt? —El asombro parecía haber aumentado.
—Sí, Kevin, es hijo del teniente Schmidt.
Kendall extendió la mano para presentarse formalmente ante el hombre que segundos antes abrazaba y consolaba a _______ con tanta ternura.
—Kendall Schmidt.
El semblante rudo en el rostro de Kevin cambió hasta desvanecerse casi por completo.
—Mi nombre es Kevin Carmichael, y soy el hermano de _______ —anunció.
Kendall sintió alivio al oír la palabra «hermano». Sus músculos se relajaron y pudo esbozar una sonrisa.
—¿Es usted su hermano? —preguntó, como si necesitara que se lo volviera a confirmar.
—Sí, su hermano mayor.
—Antes de llamarlo a usted, he llamado a Kevin —dijo _______ aferrada todavía al brazo de su hermano.
—Ha hecho bien —le respondió. Esperaba no estar causando la impresión incorrecta, se sentía increíblemente torpe por haber pensado lo que no era y luego, al descubrir la verdad, haber experimentado un alivio casi irracional—. ¿Qué ha sucedido? —Necesitaba con urgencia meterse en su rol de detective antes de seguir haciendo el ridículo.
—Es... es Otelo —respondió _______, mientras escondía otra vez la cabeza en el hombro de su hermano.
—Es su gato —explicó Kevin rápidamente—. Desapareció hace tres días y esta mañana algún maniático le ha enviado su cabeza envuelta en una manta como obsequio.
Kendall la miró, pero ella seguía abrazada a su hermano con el rostro vuelto.
—Será mejor que entremos —indicó él.
—No quiero. —La voz de _______ era apenas un susurro.
—Entraremos por la cocina y te prepararé una tila. —Kevin la tomó del rostro y depositó un beso breve en su frente.
—Será lo mejor —convino Kendall sin apartar la mirada—. Yo iré a revisar mientras llegan los peritos y los refuerzos que he pedido.
Kevin asintió y se llevó a _______ hacia la parte lateral de la casa. Kendall entró en la casa, pero por la puerta principal. Antes de acceder a la sala se colocó los guantes de látex y caminó hacia la mesa donde estaba el paquete. La tapa estaba tirada en el suelo, justo delante de la mesa. Una especie de manta de color azul asomaba a través de los bordes de la caja. Una masa de pelos y sangre descansaba en su interior. Los ojos verdes del gato estaban abiertos y por completo opacos. El hocico estaba un poco torcido y se podían ver sus colmillos blancos relucir en medio de la sangre que ya se había oxidado y le daba un aspecto más espantoso todavía al pobre animal. Sabía que no podía mover nada, entonces, se arrodilló y observó la tapa de cartón con cuidado. No había nada escrito en ella; echó un vistazo alrededor en busca de alguna tarjeta, un mensaje, pero no lo halló

NO ME OLVIDES -ADAPTADA TERMINADA- KENDALL SCHMIDTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora