34.- Todo por él

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CAPÍTULO 34:TODO POR ÉL

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CAPÍTULO 34:
TODO POR ÉL


Después de varias horas, aterrizaron en Toronto, Canadá. Esperaron aproximadamente una hora hasta que finalmente llegaron a casa de Saint.
La primera reacción de su amigo fue observar por completo el hogar.
-Vaya, tu casa es muy bonita-.
-Sí, me gusta mucho estar aquí-.
La madre de Saint adquirió la casa hace muchos años, cuando se enteró que su hijo estudiaría fuera de Tailandia. Tenía algunas amistades y conexiones que pudieron ayudar a conseguir una propiedad.
-¿De verdad no te molesta que viva aquí contigo?-.
-Por supuesto que no. Siempre es bueno tener compañía-. Le sonrió Saint.
La mayor parte del tiempo, Saint pasaba solo en casa. Nunca invitó a algún amigo canadiense, y su madre sólo iba de vez en cuando a visitarlo.
-Por cierto, en cuanto a los gastos de la casa, tengo algunos ahorros en el banco. Además, mi hermano me enviará dinero-.
-¿Tu hermano? ¿Hablaste con él?-.
-Sí, en el aeropuerto antes de despegar. Aunque sólo le dije que pasaría un largo tiempo contigo aquí-.
-Está bien si no quieres decirlo. Lo de tu adicción sólo lo sabremos Perth, Mark y yo-.
-Gracias-.
-Ven, te muestro la habitación-.
Gun siguió a Saint con un poco de dificultad en subir las escaleras, pue la herida dolía bastante y no tomó ningún tipo de antibiótico mientras estaba en el avión.
Su habitación era amplia, con una cama de dos plazas, un escritorio a su lado derecho y al izquierdo un ropero grande. Frente a la cama, tenía un televisor grande.
-¿Es esta mi habitación?-.
-Claro que sí. Puedes guardar tus cosas en ese ropero-.
Gun dejó su equipaje a un lado de la cama y se sentó.
-Es cómoda-. Dijo sonriendo.
-Bien, te dejo. Iré a ver qué tenemos para comer. Luego hablaremos con el psicólogo para que pueda atenderte-.
Gun asintió, luego le preguntó algo que venía pensando desde que aterrizaron.
-Saint, allá en Tailandia... ¿Qué hora es?-.
-Bueno, aquí son las seis de la tarde. Allá debe ser de madrugada-.
-Entonces...-.
-Quieres llamar a Mark, ¿verdad?-.
Gun se silenció unos segundos y luego respondió.
-Sí-.
-Puedes hacerlo a media noche-.
-Tienes razón. Gracias por lo que estás haciendo por mi-.
-Eres mi mejor amigo y te ayudaré siempre-.
Saint se retiró dejando a Gun en la habitación guardando sus cosas. Entre ellas, una agenda con varias fotos en su interior de él y Mark. Sería un soporte mientras está en este largo y doloroso proceso, pero lo hacía por el bien suyo y del hombre que ama.
-¿Se verá bien si lo llamo a esta hora?-. Se preguntó en voz alta.
Sacó su celular del bolsillo y buscó el contacto de su amado. La pantalla mostraba el nombre del contacto sin movimiento alguno. Gun dudó, hasta que decidió dejarlo. Entonces, supuso que su hermano estaría despierto, así que lo llamó.
El tono sonó un largo rato hasta que finalmente la llamada es aceptada.
-¿Hola?-. Contestó Rhun con tono somnoliento.
-P'Rhun, he llegado-.
-Ahora sí puedo estar tranquilo. Avisaré a nuestros padres que estás bien-.
-Sí, gracias. Por cierto, te pido que lleves mi automóvil a casa para que papá lo cuide por mí. Tienes la llave de repuesto, así que no tendrás problemas-.
-Descuida, yo me encargo-.
-Bien, te colgaré para que continúes durmiendo. Debe ser de madrugada allá-.
-Sí-.
Gun se despide cariñosamente de su hermano y cuelga. Luego, continúa desempacando sus cosas con tranquilidad.
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Mark pasó de largo en la mañana y no asistió a la escuela. Habían pasado casi 24 horas desde que Gun se fue. Horas que Mark lo sintió como la eternidad.
Se levantó a tomar un vaso con agua y volvió a la cama a dormir junto al dolor en su corazón. Sus ojos casi hinchados ya no tenían más lágrimas que botar, y sin celular en mano, tampoco tenía contacto alguno con el exterior.
El sueño fue interrumpido por la insistente llamada al timbre de la puerta. No tenía ganas de ver quién estaba en la puerta, pero debido al reiterado sonido, creyó que...
-¡P'Gun!-.
Saltó de la cama para abrir la puerta, pero la persona de pie no era la que esperaba.
-P'G...-.
-Hola. Lamento decepcionarte-.
-Ah, eres tú, P'Prom-.
El chico llevaba una bolsa de comida con la intención de pasar un largo tiempo con Mark, pero él no aceptó. No tenía ganas de compartir.
-No quiero molestarte, P'Prom. Quiero estar solo-.
-Oye, no sé qué te sucede, pero si no comes, vas a enfermar-.
-No te preocupes. Por cierto, hoy no iré a la cafetería. Si me disculpas...-.
-Espera un momento-. Insistió el jefe.
Mark se sentía angustiado y necesitaba sacar todo su dolor del pecho. Su vulnerabilidad provocó que hiciera pasar al muchacho para conversar.
-Por favor, siéntate-.
Prom obedeció.
-¿Puedes decirme qué pasó?-.
-P'Gun se fue-.
El oyente le mostró una cara sorprendida y preocupada, incitando a Mark a desahogarse con él. Mark continuó su relato.
-No lo sé. Tal vez yo fallé y no le di lo que quería-.
-No es así. Yo veía cómo te esforzabas mucho y cómo lo apoyabas con sus proyectos. Me hablabas tanto de él que no era tan difícil adivinar cuánto lo amabas-.
Mark no pudo evitar dejar escapar sus lágrimas.
-No puedo entender en qué me equivoqué-.
-Tal vez fueron sus amigos de la banda los que le metieron cosas en la cabeza para que te dejara-.
-No, es imposible. Ellos también son mis amigos-.
-Pero comparten más con Gun que contigo. A veces los amigos se convierten en los peores enemigos-.
Sin darse cuenta, esa idea comenzó a rondar por su cabeza. Sus sollozos era lo único que podía salir en ese momento de su boca, porque las palabras prácticamente ya se habían agotado.
-Sólo te doy un consejo: No debes echarte a morir por esto. Encontrarás a alguien que te quiera y te ame como te mereces. Pero mientras eso no pase, debes continuar de pie y luchando. No dejes que la maldad de ese chico te afecte, por favor-.
-Dame unos días de descanso, por favor. Pronto estaré de vuelta-.
-De acuerdo, sólo un par de días-.
Sin más que decir, se acercó a la puerta e invitó a Prom a salir. Luego de la despedida, volvió a su cama.
El sueño sólo duró un par de horas, pues el sistema urinario debe seguir trabajando y Mark tuvo que dirigirse al baño. Luego de aquello, lavó sus manos y se miró en el espejo. Realmente parecía una persona enferma, con ojeras y un rostro pálido. No sintió lástima por cómo se veía, sino por cómo lo dejaron y debido a ello es que desató una ira inmensa que ni siquiera él mismo se reconocía.
-Deseo no verte nunca más, desgraciado. Donde quiera que estés y con quién estés, espero que te pudras-.
Se duchó rápidamente y empacó todas sus cosas del clóset. Posteriormente, sacó todas las fotos que guardaba de Gun y las quemó por completo. Botó cada una de las cosas que le recordaban a esa persona, incluso hasta los juguetes sexuales.
Tomó su equipaje y se fue del departamento con rumbo al suyo propio donde podía estar más a gusto y tranquilo sin tener tantos recuerdos de la persona que ama.
Pero su mente concluyó que Gun no pudo haberlo hecho solo, sus amigos lo sabían. Ellos estaban al tanto de todo y así se lo había hecho saber Perth cuando lo llamó por última vez
¿Habría sido posible que eso pasara?
Debía saber si esta intuición que tenía en realidad es así, por eso es que, en este momento, Mark estaba por llegar al pequeño estudio donde practicaba el grupo.
Abrió la puerta y se encontró con todos los chicos reunidos y Perth frente a ellos parado, como si estuviera comunicándole alguna noticia.
-Mark, ¿qué haces aquí? Desde ayer que no te he podido contactar. Justamente les estaba diciendo que P'Gun...-.
Perth fue interrumpido abruptamente.
-Tú sabías todo-.
-¿Qué?-.
-Sabías lo que pasaría con P'Gun, ¿verdad?-.
Perth apenas entendía la razón del actuar tan alterado de Mark, pero intentaba controlarlo.
-¿Qué estás diciendo? ¿No se supone que leíste la carta de P'Gun?-.
-Sí, la leí-.
-Entonces, ¿por qué actúas así?-.
La furia prácticamente lo estaba cegando y ya no pudo controlar su cuerpo cuando echó mano hacia atrás con un puño y golpeó a Perth.
-¡Eres un maldito hijo de puta! ¡Todos son unos malditos mentirosos! Se hacían llamar mis amigos, y me traicionaron de la peor manera posible. No quiero saber nada más de ustedes. Nunca más-. Dio media vuelta y se marchó.
Title lo llamó por su nombre, pero Perth lo calló.
-No lo llames. Pronto entenderá, de momento dejémoslo tranquilo-.
Fue la única frase que Mark alcanzó a escuchar de Perth antes de que cruzara por la puerta.
Su día había sido más que pesado, pero al menos ya estaba claro en lo que debía hacer a pesar de todo el dolor en su corazón.
Su primer paso fue eliminar a todos los contactos sobre Gun en sus redes sociales y a sus amigos más cercanos, así ya no podría leer más sobre él.
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Al día siguiente de haber llegado a Canadá, Saint y Gun fueron a una consulta privada de una persona que Saint conocía. Un edificio, cuyo interior atendía los mejores especialistas del lugar, se encontraba la oficina del psicólogo al que iban.
Al entrar, tomaron el ascensor rumbo al piso 12. Después de llegar, caminaron por un pasillo con varias puertas que tenían las placas de los nombres de las especialidades.
Al fondo, se encontró la que buscaban y entraron, siendo consultados por una secretaria canadiense que estaba trabajando allí.
-Buenos días, ¿puedo ayudarlos?-.
Gun saludó con un wai, siendo observado de manera extraña por la secretaria. Por lo menos la barra del idioma, para ellos, no era problema.
-Buenos días, tenemos una cita con el Dr. Mig Teerapat-. Dijo Saint.
-Sí, por supuesto. En un minuto lo atienden-.
Los chicos se sentaron en la sala de espera mientras la mujer entraba para avisar. En el tiempo que esperaban, comenzaron un pequeño diálogo.
-¿Lograste contactar con Mark?-.
-No, su teléfono sigue apagado. Lo raro de todo esto, es que cerró sus cuentas en sus redes sociales-.
-¿Las cerró?-.
-Sí. Aunque, al menos, tengo su correo y puedo escribirle desde allí. También le dejé el número de tu casa aquí. Espero no te moleste-.
-Por supuesto que no. Pero, es raro que haya cerrado sus cuentas-.
La secretaria salió e interrumpió la conversación para decirles que podían entrar,
En ese momento, Gun comenzó sentir nervios y su cuerpo ya temblaba. Saint se percató de esto y apretó su hombro transmitiendo fortaleza.
-Cálmate-.
Al entrar, un hombre de nacionalidad tailandesa, moreno, alto y muy atractivo los esperaba. No parecía ser doctor, pues su traje era sólo una camisa blanca desabrochada en el cuello y con las mangas dobladas hasta los codos. Los pantalones de tela negro, combinaban muy bien con sus zapatos y le sentaba muy bien.
Se levantó del asiento detrás del escritorio donde trabaja y dio la bienvenida a los recién llegados.
-Saint, ¿cómo estás?-.
-Hola, P'Mig. Te presento a mi amigo, Gun-.
Mig miró a Gun y lo saludó cordialmente con un wai, recibiendo el mismo saludo de vuelta.
-Un placer conocerte, Gun-.
-Igualmente-. Respondió el chico un poco tímido.
-Por favor, tomen asiento-.
Ambos se sentaron en silencio mientras que Mig dejaba unos apuntes anotados en su notebook.
-Entonces, me contaste ayer que necesitabas de mi ayuda-.
-Sí-.
Mig apegó la silla hacia el escritorio, tiró su cuerpo hacia adelante y colocó sus brazos sobre la superficie del mueble entrelazando sus dedos.
-Te escucho-.
-Pues... la ayuda no es para mí, en realidad-.
-¿No?-.
Saint negó con la cabeza y miró hacia Gun.
-¿Es para ti?-. Preguntó Mig directamente al chico.
-Sí-.
-Está bien, no tengo ninguna otra hora tomada, así que podremos comenzar desde ya, ¿te parece?-.
-Pues, sí-.
Las respuestas de Gun eran limitadas, debido al nerviosismo por comenzar este proceso que, por primera vez en su vida, lo creyó completamente necesario.
-Espera un poco-.
Mig tomó su teléfono y pidió a su secretaria no ser molestado, al menos por una hora. Posteriormente, cuelga y se dirige a Saint.
-Necesito estar a solas con Gun. Si quieres, puedes volver por él en una hora o puedes esperarlo afuera-.
-Estaré afuera. Quizás pueda hacer algunas llamadas mientras espero-.
-De acuerdo-. Dijo Gun.
Antes de salir, envió muchos ánimos a su amigo para sobrellevar este momento que será duro para él.
Gun miró hacia el especialista y se dio cuenta que tenía sus ojos pegados en su persona, por lo que bajó la vista para no hacer contacto visual.
-Bien, ya estamos solos. Por favor, cuéntame cómo te puedo ayudar-.
-Es que yo...-.
-¿Eh?-.
Desde que salió de Tailandia es que Gun no había experimentado el dolor de la ausencia de Mark, pero ahora mismo lo estaba sintiendo.
-Soy un masoquista adicto al sexo-.
-¿Cómo?-.
-Estuve a muy poco de serle infiel a mi novio por no controlar estos malditos impulsos que me obligan a hacer cosas-.
-¿Qué tipo de cosas?-.
-Buscar personas que me produzcan el mayor daño posible en el sexo-.
Gun comenzó a llorar al recordar todo sus demonios.
-Yo necesito ayuda, P'. Si no me curo, voy a lastimar al hombre que más amo en el mundo. Si no lo hago, lo voy a perder para siempre-.
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