Capítulo 19

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Thiago

Los rayos del sol entraban por la ventana y me daban en la cara. Al instante me pasé las manos por mi rostro y me incorpore para vestirme y bajar al salón.

La casa estaba vacía porque mi hermana y Grace se habían ido al centro comercial. Entonces yo estaba solo y me dirigí a la cocina y como vi que hacía falta comida, lo apunté en un papel y me lo guardé en el bolsillo de la chaqueta.

Cuando acabé de desayunar me dirigí a la puerta y cuando salí, me encontré con Daniela que iba vestida con ropa deportiva y el cabello lo llevaba recogido.

—¿Estás ocupado?—me preguntó

—Un poco, tengo que ir al supermercado, pero dime ¿qué necesitas?

—Da igual, no te preocupes, no era importante

Se dio la vuelta para irse, pero lo impedí envolviendo mi mano en su muñeca.

—Rubia, todo lo que venga de ti es importante

—¿Incluso si es una tontería?

—Sí

Sé le escapó una sonrisa y no pude evitar mirarla.

—Deberías hacer eso más a menudo

—¿El qué?

—Sonreír

Bajó la mirada al suelo y puse mi mano en su mentón para que me mirara a los ojos.

—Esta semana no he estado bien, no he tenido un buen tiempo, por eso no sonreía

Sabía perfectamente que se refería a la traición de Mateo y Nicole, pero también lo decía por mí porque la ignoré un par de días después de la fiesta.

—Pues deberías sonreír porque tu sonrisa es una droga para mí

—Entonces quizás no debería sonreír para que no acabases con una sobredosis

—No me importaría morir a tu lado, es más sería una experiencia inolvidable, sobre todo si te viera sonreír a todas horas

Volvió a sonreír y sentí que mi corazón ardía en llamas cada vez que ella me miraba con esos ojos que brillaban como un relámpago.

—Eres increíble e impredecible

—Que cariñosa, rubia

Le pasé mi brazo por su hombro y la acerqué a mí mientras empezábamos a caminar.

—¿Qué me querías pedir?—le pregunté curioso

—Hoy por la noche tengo un combate y he estado entrenando con Jay: mi entrenador. Y me preguntaba si no te importaría que hiciéramos un combate como la última vez

—¿En serio me estás pidiendo eso?

—Sí, ya sé que es una estupidez...—me adelante antes de que ella pudiera acabar de hablar

—Rubia, me encantaría hacer un combate contigo—esbozó una sonrisa—y más si es mi oportunidad para dejarte en el suelo— inmediatamente borró la sonrisa

—Creído

Solté una carcajada y noté su mirada fijamente en mí. Entonces me giré hacía ella e inmediatamente desvío la mirada al suelo y no dije nada porque sabía que para ella no había sido fácil cargar con todo el dolor de su ruptura y que volviera a creer en el amor era jodido, pero sobre todo mucho más cuando le partieron el corazón en pedazos.

Realmente lo que me encantaba de ella es que a pesar de que pudiera estar rota o dolida, igualmente aún podía mirarme a los ojos y sonreír.

Más tarde llegamos al supermercado e hice la compra, después volvimos a mi casa y guardé toda la comida. Estaba a punto de salir de la cocina, pero me llegó una llamada de mi padre, aunque no la contesté.

Corazones en llamas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora