Capítulo 45

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Thiago

A la mañana siguiente, me desperté al escuchar unas voces que provenían de la cocina. Supuse que serían de Grace y Gabriel. Seguramente que cuando volvieron ayer nos vieron dormidos, abrazados y ahora estarían hablando de que el plan de reconciliación iba bien encaminado.

Abrí los ojos y Daniela se fue despertando al mismo tiempo que yo. Intenté salir del sofá, pero no podía porque la tenía delante mío. Ella no se movió durante unos minutos hasta que empezó a quejarse del dolor de cabeza que tenía de la resaca. 

—Me va a explotar la cabeza—dijo tapándose la cara con un cojín

—Debiste de haber pensado en eso antes de beber tanto—logré llevarme un codazo

—No necesito una charla, arrogante

—Eso está claro—se incorporó—¿Quién va a querer hablar contigo si eres tan borde?

—¡No soy borde, pesado!

—También mentirosa

—¡No te soporto!

—Qué cumplido más bonito

Se apartó el cojín de la cara y me lo lanzó a la mía. Me quité el cojín de la cara cuando lo recibí y lo tiré al otro lado del sofá.

—Qué grosera, Daniela—negué con la cabeza—Siempre lanzando cojines a esta preciosa cara

—Preciosa es como te la voy a dejar—ironizó

—Estoy deseando verlo

Soltó un bufido de desesperación y salté por encima del sofá para escapar de ella. Solo tenía que esperar unos segundos y una guerra comenzaría.

Daniela seguía teniendo un dolor de cabeza insoportable, podía notarlo al oírla, quejarse, pero ni una resaca era capaz de hacerle parar de pelear conmigo. Se levantó del sofá y se quedó de pie en él recorriéndolo. Cada paso que yo daba ella se dirigía a ese lado.

Le hice burla y saltó del sofá para perseguirme por todo el salón. Sus pasos eran tan cortos comparados con los míos que no podía evitar reírme. Era como si me persiguiera un Minion.

—¿Cómo puedes ser el mejor amigo de mi hermano?—me preguntó y dejé de correr

—¿A qué viene esa pregunta? ¿Me vas a criticar? Al final voy a pensar que si te importo

—Yo no sé como mi hermano te soporta porque eres muy insoportable, pesado, arrogante y egocéntrico

—Qué simpática eres siempre—le guiñé el ojo—Tú eres una creída, irritante, borde y agresiva

Pasé por su lado y choqué mi hombro contra el suyo para hacerla desequilibrarse. Me miró furiosa y cuando vino corriendo hacia mi, le agarré los dos brazos y me sacó la lengua. Le di la vuelta haciendo que su espalda tocará contra mi pecho y me agaché un poco para alzarla al aire y ponerla en mi hombro como un saco de patatas.

—¡Suéltame, perro!—me ordenó pataleando

—Sshh, vigila con esas palabras o me vas a hacer más difícil que decida bajarte—le advertí y soltó una maldición en un susurro

—¿Me puedes bajar o es que te tengo que dedicar unas palabras?—me preguntó molesta

—Pensándolo bien, no me negaría a ese ofrecimiento—le vacilé y me reí cuando intentó bajarse de mi hombro

—Pelinegro, bájame de una vez—me volvió a insistir

—¿Cuál es la palabra mágica?

—No pienso decirla. No es necesario

Corazones en llamas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora