Capítulo 44

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Daniela

Estaba recostada en el sillón de mi porche. Me pasé una manta por las piernas porque el día estaba nublado y el aire era fresco. Mientras mi familia estaba fuera de casa, yo aproveché y me quedé leyendo el libro que me compró Thiago mientras tomaba café.

Cuando cogí este libro de la estantería no me veía capaz de poder leerlo. Sobre todo porque recordaba los buenos momentos que pasé con él y mi estómago se convertía en miles mariposas volando. Así que me centré en dejar a un lado esos sentimientos como hice estos días y lo comencé a leer.

Cuando terminé de leerlo lo dejé a un lado junto a los Post-its y los bolígrafos y subrayadores que había usado para marcar varias frases de la historia. Desvié la mirada a mi teléfono y me lo acerqué para abrir su chat y empecé a escribirle para que supiera que ya me había terminado el libro, pero antes de enviar el mensaje me acobarde y lo eliminé.

La última vez que recibí un mensaje de él fue por mi 24 cumpleaños y ese día no puedo negar que estaba feliz porque se había acordado, pero no me atreví ni siquiera a darle las gracias.

Estos días ni yo me entendía, no comprendía mi estado de humor ni mi comportamiento. Había sido muy injusta con él y en el fondo lo sabía. No se merecía mis malos tratos, pero desde que volvió no conseguía dormir bien, me desvelaba porque quería hablar con alguien de lo abrumada que se me sentía y él era el único que lo haría. No conseguía reprimir algunas sonrisas que se me escapaban cuando lo veía con mi hermano y decían chistes. Me costaba estar bastante centrada, pero es que desde que está aquí me he sentido como si fuera una niña pequeña.

Verlo con mi hermano era como revivir algunos momentos cuando éramos pequeños e íbamos juntos al parque. Cuando se quedaba en mi casa porque sus padres desaparecían. Cuando jugábamos al escondite por la casa. Cuando me defendía en el instituto porque se metían conmigo. Cuando lo molestaba en las cenas familiares. 

Me estaba frustrando demasiado. Ver sus sonrisas, escuchar su voz, sentir su preocupación. Todo esto me estaba afectando de una manera que nunca hubiera imaginado. Y mucho menos hubiera querido. Estaba derribando la barrera que había interpuesto entre nosotros. Me estaba dando cuenta que quizás nunca había dejado de quererle y eso era un gran problema porque yo estaba con Kevin y a él también lo quería mucho.

Agarré un cojín que tenía a mi lado y me tapé con él la cara mientras ahogaba un grito de frustración. 

Estaba tan perdida en mis pensamientos y sentimientos que no me di cuenta de que mi madre había vuelto. Se acercó a mí y se sentó a mi lado porque sabía que necesitaba hablar con ella.

—Cariño ¿hay algo de lo que quieras hablar conmigo?—me preguntó mi madre quitándome el cojín de la cara

—Mamá siento que estoy atrapada entre la espada y la pared—dije mientras soltaba un suspiro

—¿Todo bien con Kevin?

—Sí con él va todo perfecto

—Entonces, supongo que el causante de tu estado de ánimo es Thiago

—Exactamente

—¿Quieres contarme qué pasó con él? 

—Desde que ha vuelto no ha parado de insistir que quiere solucionar las cosas, pero yo no sé si quiero hacerlo. Ahora estoy con Kevin y no puedo dejar entrar a alguien que quise y me hizo bien, pero también me lastimó

—Tú también sé lo hiciste y aun así no te odia

—Lo sé, mamá

No creo que odiara a Thiago. Quizás trataba de convencerme de que sí, pero era solamente para forjar una armadura en mi corazón que él no fuera capaz de atravesar.

Corazones en llamas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora