Capítulo 33

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Thiago

Estos días no estaba durmiendo mucho porque estaba inquieto al recordar que en unos días me tenía que ir a Alemania a jugar unos cuantos partidos. Y lo que me preocupaba es que al tener que jugar en diferentes países era muy complicado llevarme a mi hermana. Aunque mi entrenador me había asegurado que no tenía ningún problema con que Mar se viniera conmigo.

Me quedé pensando en que podía hacer porque no quería dejar a mi hermana sola. Sabía perfectamente que los padres de Daniela estarían encantados con cuidar de ella, pero a mi hermana no le gustaría estar tantos días sin mí. Entonces recordé que mi mejor amiga me dijo que ella me podía acompañar y ocuparse de Mar, ya que podía escribir en todos lados y no hacía falta que se quedará aquí.

De repente, tocaron al timbre y supuse que todos se despertaron porque mi hermana y Daniela se despertaron al instante. Me levanté para ver quién era y ellas me siguieron detrás de mí. En el instante que oí esas voces que reconocía a la perfección quise que no fuera verdad.

—Daniela, te puedes quedar aquí con mi hermana—le pedí

—No—se negó—Si tú vas a hablar con ellos, yo también voy—asentí y esbocé una sonrisa

Di unos cuantos pasos para acercarme a ellos y en el momento que me llamó hijo quise reírme por su inocencia.

—Isabella, por favor déjanos hablar con nuestro hijo—le insistió William

—¿Hijo?—solté una risa irónica—Por desgracia tengo vuestra maldita sangre, pero no soy vuestro hijo. Porque por si se os olvidaba yo todavía me acuerdo de cómo me abandonasteis del día a la mañana sin piedad. Vosotros no tenéis ni puñetera idea de todo lo que yo he sufrido y mucho menos de todas las pesadillas que ha tenido Mar por vuestra culpa. Y tú William, casi me matas por intentar a arrebatarme a la persona que más quiero en este mundo. Pero sabes, lo que más me duele es que podrías haber dejado a esa niña preciosa sin un padre, porque es eso es lo que he sido y voy a seguir siendo. Tú nunca lo has sido, ni lo serás. No sé qué narices haces aquí, ni que piensas que vas a obtener, pero ya te aseguro yo que no es nada bueno.

—Sabemos que os hicimos mucho daño, pero Naya...—me dijo Abbie. Pero no dejé que siguiera hablando porque no quería seguir escuchándola

—Naya os manipulo, lo sé. Pero preferisteis creerla a ella que estaba realmente mal de la cabeza antes que a mí—les dije

De repente, noté unos brazos rodeándome la pierna y vi a mi hermana. En ese momento fue cuando me di cuenta de que Daniela estaba avanzando hacia ellos y sabía que iba a soltar todo lo que se había estado guardando este tiempo.

—¿Qué queréis de él?—les preguntó Daniela—Todavía no se me olvida que casi lo pierdo y si le hubiera pasado algo me habría encargado de que ninguno de los dos volvierais a ver la luz del día

Esa era mi chica.

Esa era mi rubia.

Esa era mi novia.

Esa era la Daniela que conocía. La que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por la gente que quería. La que no le importaba enfrentarse a quien fuera con tal de defender los suyos. Y por eso me enamoré de ella. Me enamoré de su forma de ser, de su carácter, de su agresividad, de su honestidad, de su sonrisa, de su risa, de sus besos y del brillo de sus ojos.

—¿Estás diciendo que nos habrías matado?—preguntó William sabiendo la respuesta

—Y sin piedad—les aseguró

Vi que Daniela estaba apretando sus puños y sabía que estaba muy cabreada. Pero no lo estaba solo por ellos, sino porque cuando estuve ingresado se culpó por lo que me pasó y eso sí que me dolió muy en el fondo. Así que antes de que ella hiciera una locura, la agarré de la cintura para pegarla a mi pecho y tranquilizarla.

Corazones en llamas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora