IV: Sigueme

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Su tío Koa caminaba de un lado a otro en la casa. Su cuerpo, macizo, moreno, hacia chirriar las tablas por el peso. Su cabello del color del té que recién tiñe el agua caliente, lo llevaba atado en una trenza larga y gruesa. Los costados de su cabeza cortos. Harry lo miraba asesinamente mientras su madre yacía en la cabecera del asiento de piel, todos reunidos frente a un cálido fuego que se alzaba en el centro de la sala principal de la casa hecha de piedra y decorada con cuadros, candelabros, muebles tallados por el propio padre de Harry y antepasados. Alden jugaba con sus muñecos de madera en el suelo, ajeno y divertido mientras el sol del día entraba apenas por las ventanas.

Koa se detuvo, su mirada oscura era de decepción pura cuando miró a Harry. Darko estaba detrás de él con los brazos cruzados y completamente erguido junto a Ivory. Todos lo observaban, lo juzgaban como si hubiera hecho la peor cosa del mundo.

—No volverás a salir. —sentenció Koa.

Harry frunció el ceño, abrió la boca, indignado.

—No puedes...

—No saldrás de la aldea y a ninguna parte. Ni siquiera a recibir los drakkar de tu padre en su retorno. No hasta que aprendas la lección.

—¿Lección? Solo fui a practicar con el arco. No hice nada malo.

—Desobedeciste todas las reglas. Me pasaste a llevar, a tu tío. El bosque es peligroso y lo sabes. Más ahora que esos desertores andan rondando.

—Lo sé, pero no fue mi culpa que ese desertor apareciera. Nunca están tan cerca de la orilla de la aldea.

—¿Has ido otras veces?

Maldición.

Esta vez su madre lo miró. Su piel estaba grisácea y los ojos eran decorados por las crudas ojeras. La dentada de su padre en el cuello estaba blanca, apenas perceptible a simple vista. Harry no le gustaba verla de esa manera, no le gustaba pensar que su padre prefería irse a explorar otros lugares a estar con ellos. Que amaba más la aventura, los tratados, que ver crecer a sus hijos. Amarlos y protegerlos.

No respondió. No obtenía nada haciéndolo de todas formas. Koa resopló, hartado.

—Eres igual a tu padre cuando era joven. Siempre escapándose de casa, solo que él sí sabía cómo protegerse.

Que gran halago, pensó. Pero la diferencia entre él y su padre, era que jamás se iría. Jamás dejaría sus responsabilidades a un lado, nunca reemplazaría a su familia por placeres banales.

—Harry no volverá a salir de casa al bosque, Koa. —habló Darko con voz ronca y los ojos negros fijos en él —. No le quitaré los ojos de encima.

Harry gruñó.

—No entiendo cuál es el problema. —soltó, alzando la mirada hacia su tío —. No entiendo por qué me prohíben cosas a mí.

—Porque eres el hijo de Viggo. El heredero cuando él ya no pueda regir estas tierras. Tú eres el que traerá más hijos y felicidad a la familia, quien continuará el legado hasta el fin de nuestros tiempos. No puedes dártelas de aventurero. No a tu edad. Tu madre ya te tenía en brazos a los veinte años.

—Bueno, no hay otra opción más que dármelas de aventurero ya que todos sabemos que para Gaelen... —No pudo continuar. El nombre de ese hombre era como cuchillos filosos que le raspaban la garganta cada vez que lo pronunciaba o decía algo referente a él —. Nadie me quiere para tener hijos.

Koa negó.

—Él era un elfo. Viggo debió ver que esa alianza no funcionaría —Koa volvió a negar, como si el recordar la ceremonia le doliera más a él que a Harry —. No tuviste que caer en su trampa. Fuiste ciego.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora