VI: Secuestro

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Los caballos de aquellos hombres con orejas puntiagudas y dedos largos comenzaron a correr por la aldea, interceptando a la gente que estuvo feliz en la fiesta por las calles para agarrarlos por el cabello y subirlos a las monturas. Los gritos de ellos, de su gente, se alzó por los aires, la mayoría perteneciente a omegas. Harry pudo oler con nitidez su sed, las ansias y la maldad dentro de sus cuerpos. En cada mirada de esos hombres avistó la flama del odio y de un objetivo claro que no comprendía. La voz del rey volvió a oírse, rompiendo aquella inefable línea entre la incredulidad y el terror.

—Tomen a todos los omegas y tráiganmelos. —aulló el rey de Nymeria, con una espada dorada en manos —. Estos barbaros aprenderán que las consecuencias de tratar como un perro a un rey no son agradables.

Bastardo.

Pensó Harry, la respiración saliéndole irregular y caliente. Bastardo, bastardo. Soltó la mano de su madre y de Ivory, y dio un paso hacia él para hacerle frente, pero su madre lo volvió a tomar por el brazo, deteniéndolo.

—Hay que ir a casa. Ahora.

Pasó la vista del rey, que lo miraba con cautela desde su caballo, sus ojos oscuros por la noche captando las chispas del fuego mientras recorría su cuerpo de pies a cabeza. Luego a su madre y por ultimo a los guerreros que luchaban por ellos. Koa estaba metido ahí, sus ropas hechas trizas con la sangre se deslizaba por su cuerpo. Era una masacre y todo emporaba a cada segundo.

Alguien lo empujó por los hombros, una y otra vez. Alzó la mirada con rapidez, encontrándose con Darko, su rostro antes limpio ahora estaba sucio por el sudor y la sangre. Demasiada sangre.

—¡Te dije que salieras de aquí! —ordenó por sobre el bullicio. Lo empujó, guiándolo a la fuerza a su casa —¡Obedece!

Y lo que nunca creyó posible, ocurrió. Darko usó la voz de alfa con él, sometiéndolo a sus órdenes de manera bruta. El omega interior de Harry se encogió y ocultó en el fondo de su alma, haciéndole a él retroceder también. Llevó una mano a su cabeza y la cubrió, temiendo que, ante el pánico, Darko lo golpeara. Sin embargo, su amigo solo volvió a empujarlo, más y más veces hasta que lo dejó en una de las calles que daba directo a su casa. A salvo.

—Saca a Ivory de aquí y escóndete. Ahora.

Harry echó un rápido vistazo a los caballos por sobre el hombro de Darko, los hombres cortaban con sus espadas a los guerreros, a su gente, sin piedad alguna. Se preguntó qué fue lo que provocó aquella revuelta, como podían matar sin tener una mínima muestra de arrepentimiento. Muy pocos alfas se habían quedado en la aldea gracias a su padre, la mayoría lo había seguido y ahora estaban desprotegidos. Respiró varias veces, viendo a Ivory que cubría su boca con una mano mientras las lágrimas bañaban todo su rostro. Estaba oculto detrás de unos barriles. Solo.

Pero él no podía esconderse.

—Pelearé. —dijo, con el tono más firme que pudo emplear, jalando la camisa mojada de Darko con sus manos —, no me encerraré mientras mi gente muere aquí.

Darko lo empujó con más fuerza por el pecho, en la expresión que cargaba encima, supo que no estaba dispuesto a discutir.

—No sirves luchando. Aun no sabes. Ahora vete, solo serás una carga para mí, tu madre o Koa.

De no ser el rey de Nymeria quién se filtró en Sekgda, Harry habría insistido, habría desobedecido, pero cuando en medio de los estruendos, de los chasquidos de las espadas, el grito de Alden se hizo oír, todo se derrumbó. Harry lo ubicó rápidamente en la distancia. Estaba en el suelo boca abajo, mientras su madre era arrastrada por los cabellos por una elfa de cabello rojo. De repente, todo a su alrededor quedó en silencio, ni siquiera su corazón que lo sentía latir con poderío contra su pecho pudo percibirlo.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora