XXVI: El lazo

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Ivory lo detuvo por el brazo en medio de uno de los pasillos. La lluvia se había tornado más ruidosa que en la mañana y el olor húmedo de ella se adentró al palacio, convirtiendo el ambiente en uno frio. Harry jadeó. Normalmente, intentaba no demostrar ninguna emoción para no preocupar a los demás, pero Ivory lo estaba. Siempre lo estaría.

Observó los candelabros sobre las mesas redondas del salón abierto, las ventanas salpicadas con la lluvia. Los sirvientes corrieron por los pasillos a cerrarlas.

—¿Qué te dijo Cyra?

Harry negó. No quería hablar de eso ahí, rodeado de guardias.

—Quiero ir a un lugar silencioso —pidió, mirando el suelo. Ivory esbozó una pequeña sonrisa.

—Si te llevo a uno, ¿me contarás que te preocupa?

Debía hacerlo, o el tener a Louis dando vueltas en su cabeza lo acabaría mareando.

—No es algo importante de todos modos.

—Si te preocupa, lo es.

Alzó la mirada, sosteniéndosela a Ivory. No le preocupaba del todo la maldición de Louis, más bien era sorprendente y curioso. Harry no dejaba de preguntarse, en lo más profundo de su mente, qué había hecho exactamente para obtenerla, para vivir siete años o más con algo tan horroroso como eso. Y el problema era eso, cuando la próxima luna llegara, no sabía que cosas ocurrirían. Una parte de él ansió volver a sentir el calor ajeno en su piel, mientras que la otra solo quería brindarle un puñetazo en todo el rostro hasta romperle la nariz.

—Llévame —accedió, sonriendo también cuando Ivory lo hizo con más ganas.

Conocía bien a Ivory, y que lo dejara entrar para conocer uno de sus problemas, le hacía feliz. Cuando ocurrió lo de Gaelen, Ivory intentó por las buenas y malas consolarlo, hasta que al final comprendió que él solo quería espacio para procesar lo ocurrido.

Avanzaron hasta el primer piso donde estaban los salones más importantes, entre ellos el comedor y el de reuniones. Al entrar, varios sirvientes arreglaban la mesa. Flores amarillas, purpuras y azules iban siendo puestas dentro de los floreros, junto a bandejas llenas de distintas frutas y verduras. Algunos de los sirvientes se inclinaron e hicieron una reverencia ante su presencia, mientras que otros lo ignoraron y miraron con desprecio. No los culpaba, era un extraño viviendo bajo un lujoso techo, comprometido con su rey.

—¿Es extraño? —preguntó Ivory, entrando al pasillo que los llevaría a las cocinas. Harry se encogió de hombros, jugando con un hilo en el puño de su camisa sucia por el lodo. Todavía no se bañaba y cambiaba de ropa.

"Apesta a moho, lana y perro mojado".

Hubo algo en esa observación que le hizo avergonzar. Era consciente de que al vivir en una aldea, la cual no tenía tantos privilegios como un palacio, no tenía para estar presentable, pero con lo poco que tenía siempre intentó oler bien, verse bien. Que Kamari le dijera esas cosas... Le hizo pensar en si Louis había sentido aquel olor también. Si es que existía.

—¿La verdad? Lo es. Es muy extraño —dejó ir una risita. Ivory rio más alto al ver la sonrojes en sus mejillas —En Sekgda nadie hace eso.

—Pero es lindo, muestra que tienes poder aquí y respeto.

—¿Crees que esto es buena idea? —consultó al ver que Ivory no lucía disgustado por como los sirvientes y demás personas lo trataban.

Ivory se encogió de hombros.

—¿A qué te refieres?

—Si es buena idea el matrimonio con el rey. Con él puedo ir a buscar a Alden, y no estaría a merced de ese alfa... Lowell.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora