XXXIX: Lenor

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El sol de la mañana entibió los párpados y mejillas de Harry mientras la manta que Louis le ofreció durante la noche lentamente se humedecía por la bruma de la madrugada. Parpadeó para quitar los rastros del sueño y miró a su alrededor. El lago brillaba, capturando cada rayo frio del sol mañanero. Algunas libélulas pasaron volando, zumbándole en los oídos para perderse en los árboles después. Se habían dormido a orillas del lago. Juntos. Harry apretó los labios y giró la cabeza. Louis dormía con los labios entreabiertos a su lado. Estaba de costado mientras sus brazos permanecían cruzados frente a su pecho, el cual subía y bajaba en paz. El cabello negro y liso caía por sus mejillas hundidas ahora decoradas por la ligera barba y este se mecía con las ligeras ráfagas de viento. A pesar de la frialdad que lo caracterizaba, en ese momento no había nada de ella. Lucía como un hombre sereno, incapaz de herirte.

Siempre que Louis dormía a su lado, parecía no ser perturbado por el pasado o pensamientos destructivos. Como si él fuera una clase de medicina. Harry se sentó con cuidado y se abrazó las piernas, intentando no hacer el mínimo ruido. El mundo en la madrugada lucía quieto. No había ruido alguno más que el del agua moviéndose con el viento y observó cada detalle del rostro de Louis, de su piel, el porte de su cuerpo, sus extremidades largas en comparación a la de un alfa puro. Él era tan diferente y podría ser tan suyo si así se lo permitía, pero Louis no gustaba de él. Louis jamás estaría con alguien como él. Y Harry tampoco.

"Eres un omega, no puedo estar con alguien como tú".

Lo había dicho. Aunque dolió de cierto modo, lo confirmó. Harry apoyó el mentón sobre sus rodillas y prefirió disfrutar de la calma de la mañana. Prefirió dejar la mente en blanco y no pensar en Louis. En lo que ocurrió durante la noche. En el hecho de que sabía lo que era ser traicionado por quien amabas, la sensación del corazón trisándose en miles de pedazos mientras todo a tu alrededor desaparece y se hunde y te traga para no dejarte respirar. Como ya no quieres saber de nadie, ni despertar, ni comer, ni vivir. Como la rabia se torna densa dentro de ti y solo quieres saber el por qué. Por qué te dejaron. Por qué no te amaron. Qué fue lo que te faltó. Saira se merecía estar en donde estaba ahora y aunque quería sentir pena por ella, asco por Louis, esa chica engañó a un chico ilusionado y a todo un reino por el placer y objetivo de tomar un trono que no le pertenecía.

Para unir todas las cortes y gobernar sobre ellas.

No quería pensar en eso, tampoco en el hecho de que Louis estaba a su lado durmiendo. Un rey. Un hombre que lo sacó de su hogar a la fuerza. Un hombre maldito.

No. No podían estar juntos. Jamás. Él no podía siquiera imaginarlo cerca, acariciándolo. Pero esas miradas. Esa estúpida mirada azul... Se cubrió los ojos con los dedos y los apretó. Debía dejar de pensarlo. De recordar sus facciones y concentrarse en Lenor. Se puso de pie, quedando quieto al no sentir dolor en los pies. Se miró, frunciendo el ceño al ver que las heridas ahora estaban curadas. No había costras sobre ellas. Nada. Apoyándose en solo una pierna alzó la otra y recorrió los costados de los dedos con la mano. Nada. Tenía los pies como nuevos. Se giró hacia el rey, tragando duro. Él... Él no pudo... ¿Acaso su poder tenía propiedades curativas también?

Lo había curado. Las heridas desaparecieron.

¿Cómo podía ser que él, un hombre cruel, lo curara?

Respiró hondo, volviendo a tragar duramente. Joder. Como iba a dejar de pensarlo, ignorar que era su alfa y que quizás lo había ayudado por instinto en vez de empatía, cuando había llegado a su lado con ese cataplasma medicinal.

—Estúpido —bufó, mirando hacia el campamento. Las chicas seguían durmiendo alrededor de la fogata apagada. Debían partir, antes de que se hiciera más tarde. Se acuclilló a un lado del rey, captando las notas de su aroma en la nariz. Olía tan delicioso —Louis —llamó, en un tono de voz suave, mientras dejaba un rizo detrás de su oreja y hundía las manos en la arena amarillenta. Los días pasados fue el rey quien lo despertó y, para ser sinceros, pronunciar su nombre se sentía mucho mejor que decir majestad —. Louis...

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora