Prefacio

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Se asfixiaba con su propia respiración, la nitidez con la que sentía sus pulmones comprimirse en sí mismos para ayudarlo a mantenerse en pie era terrorífica. El pulso lo notaba en sus manos, golpeaba contra la piel de su cuello y en la parte posterior de su cabeza. Louis acostumbraba a correr por el bosque, lo había hecho desde que era un pequeño príncipe, pero a diferencia de aquellas veces en las que iba acompañado de sus amigos, ahora era perseguido por una bruja.

El lodo que se adueñó del suelo durante la noche, por las tormentosas lluvias que caían en el reino de Nymeria, le impidieron dar pasos certeros. Sus botas se deslizaron y agua entró a ellas empapando sus calcetas. Louis no quería pensar en ello, pero su cerebro, su corazón, notaban absolutamente todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor.

Miró por sobre su hombro, a las copas de los árboles que se movían de un lado a otro, conjugándose monstruosamente con la sinfonía de las pisadas de ella. No podía ver su rostro, pero por como lucía su panorama y el dolor en su pecho al no poder respirar, sabía que pronto caería al suelo. Tragó y volvió la vista al frente, pensando en cómo fue que llegó allí, como su juicio, sus decisiones y la falta de madurez se fueron en su contra.

Louis saltó unas cuantas rocas que se apilaban ante los troncos del bosque de luciérnagas ayudándose con sus manos y con las largas piernas, pasando a llevar el cuero de las botas. Ante él, más árboles se abrieron paso, junto a las luces de aquellos insectos que, ajenos a su miedo, volaron más arriba, iluminándole el castaño cabello. Había perdido la cuenta de cuánto tiempo estuvo corriendo, o si alguien iba a poder dar con su paradero después de la pelea que se desató en el palacio, pero deseaba y rogaba a que sí, porque estando solo, él jamás podría derribar a tal mujer.

—Ya puedo verte príncipe —canturreó la voz de la bruja.

Louis dejó ir un quejido de su garganta. En la voz de Denébola se percibió el sabor a victoria

—Mueve esas piernas y corre todo lo que quieras, pero no podrás huir de mí.

"Si puedo, si puedo, si puedo".

Louis respiró hondo, el sabor del bosque húmedo le empapó la lengua.

"Si puedo, si puedo, si puedo"

Pero sus pies tropezaron con algo, haciéndole ir hacia adelante y estampar su rostro, manos y rodillas contra el suelo. La tierra se coló por su boca, manchando sus dientes, mientras que la sangre se sentía salir de las heridas provocadas por el golpe. Louis apretó sus ojos con fuerza, el dolor y la falta de aire le hacía dar ligeros espasmos. El frío del suelo lodoso traspasó su traje, la camisa, hasta llegar a su piel. El calor de haber corrido por tanto tiempo se hizo notar en sus filosos pómulos a medida que escuchaba a lo lejos las pisadas, la risa.

"Fue ella, ella me hizo caer"

Abrió los ojos, encontrándose con moho, setas e insectos. Hizo puños sus manos hasta que pudo percibir la tierra fundirse entre sus uñas y se levantó poco a poco. Sus músculos dieron espasmos y lo que suponía era sangre, comenzó a caer entre sus cejas. Louis se sentó sobre sus talones, sabiendo que detrás de él... Denébola lo observaba.

Lo había atrapado.

—¿Ya te has cansado?

La miró de reojo. Denébola sonreía con malicia. Su cabellera negra se contrastaba con su piel morena como el café, mientras que sus ojos oscuros y rasgados le daban el aspecto de ser una semidiosa con el corazón destruido. Louis escupió la tierra que aún se almacenaba en sus encías y se levantó. Con su corazón sin poder calmarse, le hizo frente a la mujer que estaba a punto de arruinarle la vida.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora