LX: Castigo

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Viggo lanzó a Harry a la dura nieve del suelo cuando llegaron a las afueras del gran salón. El agua congelada y blanca cedió ante su peso, derritiéndose apenas alrededor de sus rodillas para mojar la andrajosa tela de su pantalón. Harry miró a la gente que vino siguiéndolos y que se reunía alrededor, bajo la cortina de su rizos mojados. Esas miradas no cambiaron en lo absoluto desde que partió con Louis tiempo atrás. En ellas, seguía existiendo un brillo burlesco. Cuando Gaelen lo dejó plantado en el altar, con esta misma gente mirándolo, las burlas por ser tan poco atractivo, sin gracia, incluso infiel, llenaron la boca de todos. La diferencia, era que todos esos rumores fueron falsos, pero ahora su padre les estaba dando una verdadera razón para hablar. Pudo oír sus voces mezclarse la una a la otra, pero no pudo comprender ninguna palabra de lo que decían al hablar y gritar al mismo tiempo. Sin embargo, pudo deducir lo que querían.

Querían una explicación a por qué el futuro conde de esta aldea sería castigado. Por qué...

Venía un elfo a sus tierras.

Harry echó un vistazo por sobre su hombro, sacudiendo sus hombros sin control ante sus ruidosas respiraciones para contener el calor en su cuerpo y las ganas de golpear al Jarl Cadoc.

Louis caminaba hacia su dirección siendo traído por Cadoc y dos alfas. Las cadenas permanecían a su alrededor mientras la lluvia convertía su aspecto hasta hacerlo parecer una flor marchita. Harry no tuvo fuerzas para ponerse de pie, pero se giró para mirar lo que le iban a hacer a su alfa. Su pecho se expandió por cada respiración tomada, sus verdes ojos iban de un lado a otro. Intentaba pensar en algo para detener lo que ocurriría, pero su mente estaba en blanco y reducida a mantener a Louis con vida. Solo el crudo miedo lo mantuvo consciente, lo obligó a permanecer de pie y no desmayarse.

—Aten al rey al pilar —dijo Cadoc, caminando frente a la gente hasta que su mirada se encontró con la de Harry.

El omega quiso gruñir, pero el pánico era la única emoción que se reflejaba en sus facciones. Apartó sus ojos de aquellos obscenos y miró como los dos hombres de Cadoc ataban las manos de Louis por sobre su cabeza en el pilar de madera. La imagen del rey brillante y frio quedó destruida y ahora no lució más que un simple hombre al cual se castigaría. Harry gateó por la nieve del suelo y la lluvia, volviendo a notar su labio inferior temblar.

—Conde Cadoc... —susurró, pensando en ir hasta lo extremo si con ello podía salvarle la vida a su alfa.

El Jarl avanzó a él y, lentamente, se apoyó en una de sus rodillas.

—¿Si, muchacho?

Harry miró las manos sucias de Cadoc, llenas de barro y rastros de mugre apilada bajo sus uñas, luego a Louis.

Pero su alfa le negó con la cabeza, mientras su mirada, a pesar de estar agotada, se tornaba oscura.

—No —dijo Louis, en un tono de voz agarrotado y tosco. Era la primera palabra que decía desde que partieron de Nymeria —. No le pidas nada a él.

El corazón de Harry dio un vuelco. Sabía perfectamente a lo que se refería y a que le decía que se detuviera. Ningún alfa querría ver a su omega rogarle a otro. Ningún alfa querría ver a su omega arrodillado a los pies de otro, menos a Harry. Un omega que desde conoció, no se dejó doblegar ni ceder.

Esto era... un insulto.

Un verdadero insulto tanto para la fortaleza de Harry, su familia y su gente. Arrodillarse ante otro, era símbolo de humillación y fracaso eterno en Sekgda. Harry cerró los ojos y dejó caer su cabeza, temblando. Pero antes de poder pedir perdón por la vida suya y la de Louis, Cadoc se puso de pie y suspiró pesadamente. Miró tras su espalda y con un movimiento de cabeza ordenó a sus dos hombres acercarse. Ellos lo hicieron, sus torsos desnudos se vieron debajo de los pesados abrigos cuando Harry alzó la cabeza. La lluvia escurrió entre sus cejas, llevándose consigo la suciedad de su piel y enmarcando algunas de las cicatrices hechas por Kamari.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora