LI: Ruiner

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Louis yacía de pie junto a la ventana, contemplando su reino sin pizca de alegría. Por su mente no dejaba de recordar el momento preciso en que vio aquel monstruo sobre el cuerpo de su omega, absorbiendo toda su esencia y alma. Aquellos dientes filosos acariciando su rostro...

Tensó la mandíbula, intentando comprender como una cosa como un ruiner pudo llegar a su palacio, rodearse de su gente y atormentarla bajo sus propias narices. La rabia de haber sido engañado por ella lo tenía tomado del cuello, enviándole punzadas directas en el pecho, constantes y dolorosas. Conocía la sensación, no era primera vez que la experimentaba, pero, a pesar de querer seguir rompiendo cosas, jalarse el cabello, comprendía que ya no era el mismo de años atrás y que alejarse por la seguridad de Harry sería un grave error. Más cuando estuvo a punto de ser comido por Kamari.

Había pensado y analizado que pasaría si llevaba a Harry en barco a Sekgda, pero descartó aquel plan porque no estaba en su poder decidir por él. Había aprendido esto a la mala. Harry necesitaría de su apoyo en su recuperación y alejarlo por su bienestar, cuando Viggo lo veía como el pago a su pedido de guerreros, empeoraría las cosas. Incluso, podría complicarlas más. Porque si bien era cierto que Denébola se encontraba en Sekgda o el continente sur, mandar a Harry allá era entregarlo en bandeja a su enemigo.

Así que lo conversarían. Todos los planes que ha estado creando en los cinco días transcurridos los hablaría con Harry una vez despertara y retomara su razón. Lo miró en ese momento con sus manos tras la espalda. El consultorio estaba bajo una agradable luz matutina y al contrario de días pasados, Cyra no estaba con ellos. El omega dormía profundamente en la cama. Las vendas en su cuerpo ocultaban y protegían los rasguños más profundos, mientras los otros como en su mejilla y cuello ya empezaban a sanar, dejando a su paso piel sana y pálida como la luna. Había ordenado a Cyra mantenerlo inconsciente para que no sufriera con la recuperación, puesto que los primeros días el dolor que provocaban esas heridas hechas por un ruiner podían ser mortales o llevar a cualquier persona a la locura. Esperaba que Harry lo pudiera tolerar. Que este ataque no cambiara nada en su carisma y personalidad.

Lo cubrió con la manta al acercarse y suspiró, sentándose en la silla a un lado de la cama. No encontraba sentido a lo que Kamari era, la razón de por qué estuvo en el palacio sin comerse a nadie a excepción de los guardias que dejaron ir a Harry y sus compañeros. Como la criatura... tomó el cuerpo humano de Kamari. Era bien sabido que aquellos ruiners que vivían en las afueras del continente no poseían poderes o habilidades para poseer un cuerpo mortal, por lo que, lo que fuera Kamari, debió ser producto de magia o un espantoso hechizo.

Un mal sabor de boca se apoderó de su lengua al pensar que Denébola estaba detrás de todo esto.

Quería seguir enojado. Aislarse como habría ocurrido tiempo atrás, pero Harry lo necesitaba fuerte y con la mente despejada. No obtendría nada enfureciéndose consigo mismo o con Darko, cuando Harry fue quien vivió la peor parte. Así que esperaría, y estaría allí para él, más fuerte que ninguna vez.

Golpearon la puerta con suavidad, Louis se levantó y fue a abrirla. En el pasillo el cuerpo de Lord Calian se hizo presente, con el rostro sombrío y cabello blanco despeinado. Louis lo había enviado a Lenor a buscar algo que les respondiera si Kamari trabajaba para Denébola, y a juzgar por la rapidez con la que llegó, comprendió que habían tenido éxito. Lord Calian alzó su mano y abrió la palma de esta, enseñando un pañuelo blanco en donde reposaba una tobillera con piedras pequeñas y talladas. Louis lo observó, su rostro endureciéndose cuando reconoció lo que era ese amuleto.

—Majestad, encontramos esto en el tobillo de Kamari.

Louis se enderezó, provocando que los soldados atrás se alejaran un poco. Usaba la corona y las ojeras bajo sus ojos le hacían ver malhumorado. Y lo estaba, a su pesar. Lord Calian dejó caer la tobillera en su mano cuando la pidió sin decir palabra alguna. Las piedras pesaron levemente, mientras su piel se erizaba ante el contacto de la magia que él reconocía a la perfección. Respiró hondo, recordando el momento preciso en que su espada dorada atravesó el cuello de Kamari. En un susurro pronunció unas sutiles palabras en idioma antiguo para no infectar el consultorio con su poder y lo lanzó al fuego con repudio. Al instante, las llamas se agitaron y tornaron verdes, pasando a un negro oscuro. Brujería.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora