XX: Visitas

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La oscuridad de la inconsciencia abrazó a Harry después de haber bebido el té de Cyra, para cuando despertó, la habitación aún estaba sumida bajo una vaga luz. Observó a su alrededor, viendo un poco nublado la mayoría de cosas, pero distinguió la figura de Cyra sentada en una silla a lo lejos. En sus piernas sostenía un libro enorme, el que seguramente leía, mientras que, sentada a sus pies, Enid mantenía los ojos cerrados con la cabeza apoyada en las piernas de la fisióloga para descansar, ambas sentadas frente al fuego. Harry parpadeó lentamente para retomar la consciencia. El techo de la habitación lo mareaba de lo alto que era, y el olor de las hierbas parecía estar más concentrado ahora. Las entrañas se le agitaron cuando intentó respirar profundamente, seguido de una punzada en el vientre que le hizo jadear. Harry volvió a cerrar los ojos, relamiendo sus labios calientes. No recordaba mucho de lo ocurrido, tampoco como llegó allí. Simplemente... tenía un vago recuerdo de los ojos de Louis. Sus manos toscas sobre su piel.

—Iré a verlo —dijo una voz suave, tranquila, en la distancia. En respuesta, alguien gruñó —. Shh, no hagas berrinches ahora.

—No me quiero ir.

—Tampoco tienes muchas opciones. No puedes estar aquí.

—Sí puedo, lo que no puedo hacer es besarte, y créeme, es lo que más quiero... —El chasquido de un beso hizo eco en la habitación, seguido de risas juguetonas, como de niños haciendo una travesura. Harry volvió a abrir los ojos, pero tuvo que cerrarlos cuando todo a su alrededor dio vueltas.

—Ya, vete.

—Vendré a la noche.

—No, no, es peligroso.

—No entiendo qué te preocupa. Louis no nos desterrará.

—Hiciste un juramento a la corona, no puedes involucrarte con nadie.

—¿De esa manera te refieres a lo que hicimos en tu habitación?

—¡Agh, ya vete! Tengo que trabajar.

—Vendré en unas horas.

—Está bien.

La puerta se abrió, cerró y el silencio regresó a la habitación. Harry escuchó los pasos de Cyra de un lado a otro, seguido del tintinear de las cucharas al ser golpeadas contra madera y cristal. Volvió a abrir los ojos y esta vez hizo un esfuerzo mayor para contemplar lo que tenía en frente y en su cuerpo. Advirtió por lo tenso de su piel, que su abdomen estaba envuelto en vendas blancas, sin ninguna pizca de sangre, pero sus manos tenían unas más pequeñas y brillaban tenuemente, como si Cyra le hubiera untado aceites. Carraspeó, la garganta la tenía seca y dolía en lo profundo, entonces recordó haber caído al agua, beberla para poder respirar, haber sido... salvado por el rey.

No. Debió haber sido su imaginación, un delirio causado por el pánico.

Cyra tomó un cucharon y sacó agua de una olla pequeña que pendía de un fierro dentro de la chimenea. Su cabello rubio estaba trenzado alrededor de su cabeza, sin dejar ningún mechón suelto, sus orejas puntiagudas no tenían pendientes, ninguna joya que enriqueciera su piel. Las uñas las llevaba cortas y el vestuario cubría todo su escote, incluyendo los brazos. Harry observó todo su cuerpo, preguntándose si no tenía calor, en sí ella y Enid eran pareja o también había sido una ilusión.

Ella se sentó en una silla junto a la amplia cama de sabanas purpura en la que yacía recostado, llena de almohadones malditamente cómodos que no le hacían doler la espalda como los cojines de piel que solía usar en Sekgda.

—Hola, ¿Has amanecido bien? ¿Te sientes bien? ¿Puedo ayudarte en algo? —Mientras Cyra preguntaba, puso sus suaves manos sobre la frente de Harry, en su cuello y en la muñeca para tomarle el pulso —¿Quieres agua?

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora