XL: Alfa

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El fuego continuó vivo durante toda la noche y todo el día. Gritos de niños, jóvenes y ancianos, hacían eco desde el centro del pueblo hasta lo más alto de las colinas, como advertencia de lo que pronto vendría y se adueñaría del continente norte y sur.

El aroma de los huesos incinerados, del cabello y de la piel, revolvían hasta la parte más honda de las entrañas de Harry. Tosió cuando la garganta le picó ante la cantidad del humo negro que se adentraba a la casucha en donde lo encerraron, a través de las bisagras de la puerta y agujeros que anidaban en las paredes. Harry había buscado una salida, pero sin luz y con lo poco que el sol podía iluminar durante el día, no encontró ninguna compuerta por la cual salir. Se había ensuciado las manos con el polvo y el agua pegajosa del suelo, sin obtener éxito alguno.

Lloró por horas apoyado en la pared ante la desesperación, y no hizo absolutamente nada por otras, escondido en un rincón de la casa todo el tiempo para poder contenerse y no perder la cabeza cuando los gritos de Louis regresaban, uno tras otro, más fuerte que el anterior. Sacudían partes de sí mismo que no conocía. Destrozaban emociones que, de haber sido Gaelen el que estaba afuera, no hubiera sabido que existían. Oír a Louis jadear, farfullar e intentar soportar lo que fuera que le hacían, era arrolladoramente torturador. Harry tuvo que cubrir sus orejas y pedir en voz alta y quebradiza a Aeris que tuviera piedad de su compañero, su pareja, su alfa

Pyndos no había ido a verlo, tampoco llevado comida en los dos días transcurridos, al parecer, disfrutaba más de torturar a su alfa que enfrentarse a él. Lo que era mejor, mucho mejor, porque oír esos gritos alimentaban la ferocidad que tenía por dentro, las garras y los dientes.

Algunas suplicas y pedidos de auxilio se exclamaban hacia Louis. Harry las oía, pero su mente estando tan débil no podía imaginar como luciría el escenario detrás de la puerta. Como Louis debía de estar ahora. Sin embargo, se acercó y escuchó, escuchó y escuchó, solo para asegurarse de que él vivía y que el tiempo estaba a su favor. Este plan no podía fallar, se decía a sí mismo, el tiempo de ambos apenas empezaba y él tenía tanto que decirle a Louis, tanto...

Necesitaba ayuda, necesitaba algo, una señal, cualquier cosa, que le dijera que saldrían victoriosos de este enfrentamiento tan necesario para el destino de Nymeria.

Miró al techo plagado de oscuridad y pidió en un susurro, por primera vez, piedad por el cuerpo y alma de su alfa.

Louis yacía de pie a un lado de Pyndos bajo el vasto cielo negro, con uno de sus ojos inflamados por los golpes recibidos al intentar protegerse. Sin embargo, aunque dolía, sabía que era mejor ser golpeado que dejar a Pyndos ir con Harry. Los planes que Pyndos empezaba a formular para el chico eran repugnantes pero suficientes para darle un motivo para desmembrarlo. Aunque eso no fuera propio de él o de un rey, Louis estaba dispuesto a romperle las piernas, cortar su cabeza, si llegaba a tocar un solo pelo de Harry.

El omega que irremediablemente comenzó a querer.

Y mientras se mantenía quieto, observaba los rituales y la manera en que Pyndos manejaba a la gente. El hombre se adentraba a la mente de las personas poniendo sus dedos en sus sienes. Analizaba, buscaba el punto débil de ese monstruo. Puntos frágiles en la fortaleza que rodeaba Lenor. La única manera de adentrarse o derribar ese sitio sería con soldados, los cuales aún no daban señales de aparecer.

Los ojos de cada persona que yacía arrodillada ante Pyndos, resuelta a ser sumisa de él, se perdían en un blanco total, y cuando regresaban a la normalidad, un vacío exhaustivo habitaba en sus pupilas. Era como si tuvieran la verdad, pero a la vez la nada de la existencia, el comienzo y el final de la vida, en sus ojos lechosos. Las personas que terminaban convertidas miraban a Louis, y mientras antes hubo tristeza y suplica, ahora había un odio profundo e irremediable. Pyndos quería hacer lo mismo con Harry, quería someterlo y usarlo como un arma, porque según él, toda persona nacida en el sur era mejor guerrera, más leal, más fiel, más obediente que cualquier elfo, y Louis lo sabía, lo había visto en primera fila. Harry era mucho más leal que cualquier persona que hubiera conocido, pero no lo permitiría jamás.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora