XII: Desembarco

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Los ojos de Harry estaban fijos en la vela que pendía de un viejo trozo de madera en la pared. Observaba como la flama se mecía de un lado a otro con cautela, solitaria y silenciosa... como él. Durante las semanas que transcurrieron había perdido la cuenta de cuantos días estuvo navegando con aquellos elfos. El barco nunca se detuvo, y el sonido del oleaje rompiendo en las murallas de madera tampoco. Harry jamás había navegado por tanto tiempo en el agua, y la idea nunca dejó de darle escalofríos cuando se adueñaba de su mente. Pensar en que, por cualquier motivo, el suelo se rompiera y le hiciera caer a esas aguas oscuras, lo obligaba a abrazarse a sí mismo en las mantas y llorar en silencio cuando todos se dormían. Porque de esa forma no veían cuan asustado en verdad estaba.

Se sentía... como un cobarde y fracasado. No podía sacar a sus compañeros de esas horrorosas cárceles hasta llegar al palacio, de impedir que continuaran adelgazando y perdiendo fuerzas por culpa de aquel rey. Había intentado buscar consuelo en que, una vez en tierra, tendrían a San de su lado, quizás a Enid, pero... poco a poco, sus esperanzas se perdían.

Después de la batalla con los piratas y de ver al rey convertir a un hombre en oro con solo utilizar sus manos, solo dos omegas fallecieron por las heridas obtenidas al luchar. Un pirata se había atrevido a marcar a ambos con su dentada, y las omegas no pudieron soportar el lazo que aquel cruel hombre impuso sobre ellas al morderles el cuello. Murieron dos días después de la lucha, y Harry lloró durante todas esas noches por ellas, incluso ahora. Porque no merecían acabar de esa forma, con sus sueños destruidos y extrañando a sus familias, en un lugar que no era su hogar.

Su tobillo resultó herido tras ser pisado por el alfa, y después de un rápido estudio de una de las sirvientas, recibió medicación junto a mucho reposo y líquido. Nadie bajó de los elfos a verlo o a las otros cuando los regresaron a la jaula, más que aquel Lord Calian y San, que iba a hurtadillas para darles algo más que manzanas para comer. Al menos, Lord Calian cuidaba de Ivy y pedía permiso para que su amigo pudiera salir a tomar aire fresco cuando se mareaba, así como con otros omegas. Pero Harry no se permitió salir ninguno de los días pasados. Una de las razones era que no quería ver al rey, verlo significaba recordar cómo le quitó la vida a alguien con su mano, que en verdad era una monstruo y que algo en su pecho siempre se tensaba.

No pudo dejar de preguntarse si fue a propósito el que Louis tuviera los dedos pintados de aquel líquido dorado después de ver su mano, si tenía tanta fuerza como para soportar la quemazón del oro puro en su piel o si Denébola, aquella bruja de la que tanto escuchó hablar en el viaje era la causante de su poder. Quería saberlo, pero al mismo tiempo se detenía, diciendo que no necesitaba saber absolutamente nada de esa gente cuando lo secuestraron. Lo único que necesitaba en verdad era una oportunidad de regresar a Sekgda con sus compañeros y volver a vivir en paz.

Escuchó pasos en cubierta después de unos minutos y las voces de los elfos hacerse oír en un murmuro ronco. Habían despertado. Harry continuó en la misma posición: hecho un ovillo entre las mantas con los ojos fijos en la flama mientras Ivy y otros chicos continuaban durmiendo a su espalda. Juntó las manos y las puso debajo de su mejilla para usarlas como almohadas. Su piel se erizó, no habían dejado de estar frías desde que zarparon de Sekgda.

Sekgda...

Cerró los ojos e inhaló profundo, extrañaba el olor de la lana al ser teñida, ver a su madre detrás de un telar confeccionando sus vestidos, los entrenamientos y... a Alden, su pobre hermano. Harry había intentado no pensar en él, pero se le había hecho difícil. La idea de regresar a casa cuando su hermano se convirtiera en un alfa adulto le producía dolor de cabeza, no estar ahí para cuidarlo o sanar las heridas de sus rodillas le rompía el corazón. Como también la idea de que su padre no viniera por él. No le sorprendería que fuera de ese modo, pero sabiendo que él no era el único atrapado ahí, se tranquilizaba. Viggo vendría por su gente y él tomaría todos estos pensamientos intrusivos como motivación para degollar a Louis Leontine una vez libre.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora