LII: Consentido

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Las sábanas se sintieron como estar recostado en nubes frías y suaves, una porción de medicina para su piel magullada y caliente. El sol entraba por el ventanal en la cabecera de su cama, entibiando sin vergüenza sus mejillas e iluminando sus rizos. El olor continuaba siendo el antiguo, a muebles nuevos e incienso de canela, sin embargo, Harry ya se encargaría de cambiarlo por el suyo y el de Louis muy pronto.

Tal como había prometido, el rey cambió de habitación a la suya. Los baúles con la ropa de Louis continuaban a un lado de su armario esa mañana sin abrir, mientras que la mesa que Harry usó para desayunar, almorzar y cenar en los momentos en que Louis no podía, ahora eran decorados por miles de papeles, plumas, sellos y mapas. Harry se había despertado hacía unos minutos, con el sol calentando sus mejillas era imposible no hacerlo. Alzó un poco la cabeza de las almohadas, encontrando a un muy concentrado Louis inclinado sobre un mapa. Una de sus manos era decorada por anillos de oro, todos puestos en cada uno de sus dedos dorados. Lucía tan encantador de esa manera y tranquilo. Un sueño hecho realidad para muchos. Y lo mejor, no se había movido de su lado en el proceso de recuperación de sus heridas.

Harry no había soñado con Kamari en los días transcurridos, y le daba todo el crédito al olor natural del rey siempre presente en sus días y noches. El aroma del alfa siempre calmaría cualquier dolencia, emocional o física y Harry agradecía que hiciera ambas. Sus rasguños ya comenzaban a sanar, sin embargo, las más grandes irremediablemente dejaron marcas. Harry intentaba no tomarles importancia, pero, aunque no lo quisiera, se convirtieron en un recuerdo de lo ocurrido esa noche con Kamari, un recordatorio de la venganza que debía ejecutar. De lo que perdió gracias a ella. Sus manos tocaron su vientre, dejando perezosas caricias. Louis no volvió a tocar aquel tema y Harry lo agradecía profundamente. Prefería vivir con la ilusión de que en verdad esto no era un problema para el futuro, a discutir y llorar por su infertilidad.

Louis suspiró fuertemente, sacando a Harry de sus intrusivos pensamientos mientras dejaba el mapa que estuvo analizado sobre la mesa, al mismo tiempo que golpeaban la puerta. Harry alzó la cabeza, viendo a Louis ponerse de pie e ir a abrirla. Su porte lució elegante y sofisticado con la corona sobre su cabellera negra, en conjunto con el mechón dorado que caía por su frente. Por la puerta entraron las dos sirvientas amigas de Kamari y Saira. Aquellas que lo trataron tan mal desde el primer día.

Harry se tensó, sus manos apretaron las sábanas bajo ellas.

—Majestad. Venimos a entregarle la medicina al príncipe, hecha por la señorita Cyra. También, traemos el desayuno.

—Son muy amables.

—Si nos permite, queremos ayudarlos. Bañaremos al príncipe para adelantar su recuperación.

Louis recibió la bandeja con la medicina, viendo el té de un color azulado mientras ladeaba una sonrisa y negaba.

—Lo haré yo. Gracias.

Las sirvientas alzaron sus cejas al mismo tiempo, sus bocas cayeron al suelo de la sorpresa. Una dio un paso, luciendo tan incrédula como si al rey le hubiera salido un tercer ojo en la frente.

—¡Majestad! Usted es el rey, no puede ensuciar sus manos con una...

Louis alzó una ceja cuando la mujer dejó de hablar de repente.

—¿Con una?

—Con el príncipe.

Harry reaccionó a aquella reprenda y completó la verdadera oración en su mente: "Con un salvaje". Si Louis no hubiera estado presente, seguramente lo habrían tratado peor que a un perro, asqueroso y usurpador. Harry las fulminó con la mirada desde la cama y se cubrió con el cobertor hasta la cabeza mientras miraba el mar por la ventana.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora