XXXI: Juramento

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Louis era consciente de la infinidad de secretos que mantenía guardados en su cabeza. Que muchos de sus amigos intentaban acercarse para hacer la carga menos pesada, pero después de Denébola, sabía que lo correcto era el silencio y la distancia. Dejar toda preocupación oculta en un baúl oscuro, sellado y metido bajo tierra. Había dañado a varios con el paso del tiempo. Sin embargo, había fallado una vez más... y caído muy bajo. Harry era un problema, uno muy grande del cual no sabía y tampoco creía, poder deshacerse.

Tras liberarlo del compromiso notó los hombros ligeros. Intuyó que ocurriría, después de todo, aquel plan hecho por los ancianos de Haze era basura. Louis conocía perfectamente lo que era pasar por una decepción amorosa, la traición y el dolor que conllevaba saber que a quien le entregaste el corazón lo despedazó desde adentro. Y Harry lo había vivido, tal vez tampoco recuperado del todo. Cuando lo imaginaba en el altar allá en sus tierras frías, no evitaba sentir congoja, desear que Gaelen estuviera a sus pies para que supiera lo que ahora él podía hacer con sus manos. Era un pensamiento siniestro, que generalmente no comprendía de donde demonios surgía.

Culpaba a la empatía, la lástima que le daba Harry, porque había vivido lo mismo que él.

No fue difícil darse cuenta de eso cuando empezaron a cenar juntos, a tener charlas que si bien eran cortas se rebelaban más que solo detalles simples de su vida cotidiana. Viggo había oprimido a Harry al punto de hacerle creer que no valía nada si no derramaba sangre del esfuerzo. No le sorprendió que le dijera que no se sentía merecedor de nada cuando él le entregó lo que por nacimiento le corresponde al ser un heredero legítimo. También comprendió que Viggo y Gaelen se habían propuesto la misma meta y la cumplieron sin mucho reparo. Arruinaron a Harry, un chico que... que conseguía acelerarle el pulso cuando lo miraba sin miedo, sin horror, sin nada más que un odio persistente. Le estremecía, le hacía odiar y odiarse cuando lo desafiaba, porque nada bueno salía cuando él estaba muy cerca de otros.

Lo miró de soslayo. Harry tenía las orejas redondas. No usaba pendientes. Solo piel y cartílago suave, tan diferentes a las suyas. Sus brazos tenían pequeños músculos que se hacían notar con movimientos bajo su piel. Uno de ellos estaba tatuado. Su mandíbula era definida, algo delicada. Los rizos danzaban alrededor de su cabeza cuando el aire pasaba a su alrededor. Tan libres como él quería ser. Harry era muy diferente. Era el hielo personificado, un atardecer, una noche, era todo, mientras que él se había reducido a convertir en la destrucción gracias a Saira y Denébola. Los verdaderos monstruos en esta historia mal contada.

Alejarse era un buen plan, mientras más alejado estuviera de todos, la muerte no querría bailar entre los suyos. En su reino.

Un hombre se arrodilló a los pies de ambos con torpeza, irrumpiendo sus pensamientos. Louis se fijó en sus manos temblorosas, sostenía una corona de flores como ofrenda. Alzó una ceja sin mucha emoción, pero captó de soslayo que Harry se inclinó hacia el hombre, luego lo miró a él con esos ojos verdes tan llenos de problemas, dudas e inseguridad. Sabía lo que pedía, lo que preguntaba. Respiró hondo, sintiendo la misma sensación de hace días dentro del estómago. Parecido a un cosquilleo seguido de un tirón.

Si no conociera a Harry y de donde provenía, pensaría fácilmente que era un brujo que lo había hechizado para no dejar de pensar en él desde que lo conoció.

—Majestad, he confeccionado esta corona para el príncipe. Por favor, acéptelo como un humilde regalo de prosperidad para su matrimonio y la nueva alianza entre el continente sur y norte.

Pudo ver como los hombros de Harry se tensaron, y a su nariz llegó el sutil aroma de la incomodidad. Realmente no le agradaba para nada casarse con él. Louis asintió apenas, optando una postura más relajada en el trono. Con las piernas abiertas y los brazos sin cuidado en el asiento. En su mano la copa de vino se ladeó y derramó algo del líquido. Harry se puso de pie y se acercó al hombre. Louis no evitó deslizar sus ojos por sus piernas, la cintura que se marcaba más por la camisa dentro del pantalón, sus hombros con ligeras marcas blancas en forma de cicatriz por sus entrenos.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora