LVIII: Retorno

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El conde Viggo no permitió que su hijo viajara con el rey. Desconocedor de lo que sentía en su pecho, prefirió tenerlo cerca, para así vigilar cada uno de sus movimientos y que no acabara traicionándolos mientras regresaban a Sekgda. Cadoc de vez en cuando hablaba a su lado en el drakkar, su aliento cargado en el aroma de la cerveza se impregnaba en su nariz, mordaz, torturándole los sesos cuando ideas desquiciadas cruzaban por su mente y salían de su lengua. Como cualquier padre, quería justicia por su hijo, y planeaba conseguirla una vez pisaran las frías tierras, pero Viggo no podía pensar en otra cosa más que el momento exacto en que su hijo, Harry, corrió desde las penumbras del palacio, alzando su espada con valentía para proteger lo que él quería.

Y ese era el problema, no comprendía como, de todos los hombres y mujeres con los que pudo estar, había perdonado y querido a su secuestrador. Un rey malvado, con una reputación manchada. Le escocía el alma, estómago, el corazón. Porque no sabía que hacer ahora.

Miró hacia el drakkar que viajaba a un lado de ellos, el rey se mantenía encadenado, la cabeza alzada, impasible e imperturbable, como solo un rey podía estarlo, mientras Harry que yacía sentado a su lado lo observaba constantemente, con lágrimas silenciosas escurriendo por sus mejillas.

El rey Louis nunca volteó su cabeza para mirarlo, y su hijo no dejó de llorar días y noches.

Tres semanas de viaje, de marejadas y aire frio.

Esperaba fueran suficientes para aclarar sus pensamientos y encontrar la mejor solución para esto, porque, aunque Viggo no lo quisiera admitir en voz alta, comenzaba a creer que aquel cuento de Denébola era cierto.

Para Harry no fue sorpresa que su padre actuara de esta manera.

Para Viggo la aldea siempre sería primero, su gente sería primero. A él no le importaba que Harry quedara en la intemperie, que se muriera de hambre, si con eso su querida aldea quedaba intacta y a salvo. Él era una excusa, todo este tiempo fue la estrategia para sus anhelados caminos de comercio.

Pobre de él.

Porque Harry no se quedaría de brazos cruzados si se atrevían a tocar a Louis.

El clima cálido cambió a uno gélido con en el pasar de las semanas. La nieve bajó desde las nubes y llenó los drakkars de ella. Harry pronto cambió sus prendas delicadas por los antiguos abrigos de piel. Y no se movió de su sitio mientras veía a Louis ser cubierto por uno también, a la vez que su cabello negro se mecía con el viento. Quiso llamarlo, darle algo de esperanza en este nuevo camino incierto que les daba la bienvenida.

Pero entonces, después de una noche despiadada, donde el mar se mostró agitado y enojado, Sekgda se hizo ver. Blanca, fría, gélida, desolada.

El humo de las casas se veía a lo lejos, los árboles despojados de hojas iban de un lado a otro en una danza espectral.

Harry se levantó, sus rizos se sacudieron con brío en el salvaje viento mientras se afirmaba desde una de las cuerdas y se subía en el borde del drakkar para observar con mayor claridad.

Casa.

Él había regresado a casa.

Su destino estaba a punto de comenzar.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora