XXV: Kamari

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Las nubes cubrieron el constante sol que habitaba en los cielos de Nymeria. Una oscuridad grisácea y fría se alojó en la ciudad, entre los bosques en la lejanía y el mar. El aire húmedo se filtró por la nariz de Harry, mojándole el cabello con la neblina.

No esperaba que lloviera en plena primavera, pero según Cyra, era bastante común que lo hiciera una o dos veces al mes. El olor a tierra mojada ensalzaba el campo de entrenamiento, y el lodo salpicaba la ropa de Harry cuando los soldados retrocedían, caían o saltaban en los charcos para esquivar las espadas. Los elfos tenían una manera muy distinta de entrenar a diferencia de los Dentlar. Se reunían en parejas y se posicionaban en un solo sitio. Primero estiraban los músculos, luego practicaban golpes lentos, suaves, mientras que otros, solo simulaban dar golpes con sus largas piernas en el aire. En cambio, los alfas, y lo poco que él pudo ver de los entrenamientos de Koa, era más salvaje. Usaban las hachas recién afiladas, peleaban cuerpo a cuerpo y siempre era mejor cuando uno acababa con un hueso roto o fracturado.

La garganta de Harry se secó más de lo que ya estaba. Los elfos peleaban estratégicamente. No por instinto. No como a él se le enseñó. Se sintió patético entre ellos, demasiado pequeño. Lord Calian había aceptado entrenarlo después de que Louis lo llamara a su despacho, pero Harry ya no sabía si en verdad quería hacerlo en frente de todos ellos. Suficiente burla tenía que soportar con las dos sirvientas que iban a su habitación a cambiar las sábanas y entregarle ropa.

Ivory lo esperaba sentado en una banca, tal como en los viejos tiempos. Su amigo usaba un traje grisáceo oscuro y el cabello rojizo lo llevaba bien peinado. Observaba a los soldados entrenar. Sus pies los mecía de un lado a otro, sin ninguna pizca de angustia por no estar practicando con la espada como lo habría estado haciendo en Sekgda. Ivory lo había ido a despertar temprano, con la instrucción de llevarlo al campo, donde entrenaría hasta el mediodía. Le preguntó quién había tenido tal genial idea de someterlo a tantas horas de ejercicio, y la respuesta lo fastidió: Louis.

El desayuno con el rey transcurrió similar al de hace cuatro días atrás, esta vez con más silencio. La princesa le habló sobre los lagos escondidos en el bosque e insistió en que aceptara su invitación para conocerlos. Harry, sin saber que excusa dar para no involucrarse más de lo que ya estaba con ellos, aceptó. Ahora estaba atado a esa mujer tan efímera como el viento, para pasear por el reino y conocer a su gente. Todavía no lo creía posible y un sentimiento amargo, un tanto ácido, le rasguñaba por dentro al pensar en que estaba traicionando Sekgda, a la verdadera gente a la que él debía gobernar y cuidar una vez su padre falleciera.

No podía negárselo tampoco. Nymeria era hermosa, tanto de día como de noche. Cuando el firmamento oscuro caía sobre ellos, los bosques que se podían contemplar desde la ventana de la habitación eran cubiertos por pequeños destellos dorados, como los que había visto en la mirada de Louis cuando se enojaba. Y de día, oía la música que tocaban deambulantes. Las melodías le producían cosquilleos por dentro, y algo parecido al lazo con Louis lo jalaba hacia ellos, a mezclarse con todos esos artistas de la calle y danzar y compartir y hablar y... y hacer todo lo que en su aldea nadie hacía. Los omegas eran libres, pero había cierta restricciones. En cambio, aquí, Harry había notado que las mujeres, los hombres, todos, hacían lo que ellos querían. Por los balcones los observaba cuando no tenía nada que hacer.

Libres.

Sonrientes.

Vivos.

Ellos vivían el presente, no temían, no se preocupaban y, si lo hacían, no dejaban que las amargas emociones les arruinasen toda la vida, solo disfrutaban el aquí y el ahora y él inevitablemente los envidió, porque su mente continuaba llevándolo al pasado cuando estaba cerca de Louis. Cuando recordaba que había vuelto a estar bajo una propuesta de matrimonio. Luego iba al futuro, a pensar en lo que ocurriría en la boda, si conseguiría alguna vez ser feliz junto al rey. Junto a su... compañero.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora