IX: Alma salvaje

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La mañana estaba fresca y el cielo azul yacía oculto por un manto de nubes grisáceas. Louis caminó hacia la popa del barco y contempló el mar que se agitaba por la velocidad en la que el navío se trasladaba, generando pequeñas olas alrededor. Apoyó sus codos en el borde, suspirando. No le gustaba navegar, el olor a yodo le revolvía el estómago, al igual que el constante movimiento de un lado a otro. Sin añadir que la comida que cocinaban los hombres era asquerosa y sin sabor.

Los primeros días navegando con sus nuevos rehenes no habían sido malos del todo, los omegas obedecían hasta las mínimas ordenes, lo que lo hacía sentir miserable. Porque el plan no era ese. Comían lo que se les daba y vestían lo que se les entregaba, pero, había uno de ellos, el hijo de Viggo, que parecía... estar dispuesto a dar su cuello por los demás. Había algo en él que le ponía de muy mal humor y aunque por él lo lanzaría por la borda, sabía que no era conveniente. Lo necesitaba vivo si quería que Viggo le trajera a Denébola.

El día de ayer, el chico de cabellera rizada había golpeado a uno de sus hombres que fue a dejarle el desayuno y, por la noche, se le fue informado de que intentó escapar con toda su estirpe usando sus propias manos para destruir las paredes del barco y conseguir hundirlo. No lo había castigado y tampoco lo haría, el chico solo quería sobrevivir tanto como él.

Mientras contemplaba el horizonte, sintiendo el aire revolverle el cabello que ya rozaba sus hombros, y sus manos helar al tenerlas sobre la húmeda madera, un soldado se acercó. Louis sintió la presencia del hombre a su espalda, se enderezó y volteó. El soldado se inclinó con los hombros tensos.

—Qué sucede.

—Lamento molestar, majestad, pero el chico ha golpeado a otro de nuestros hombres. —Louis respiró hondo. Los ojos se dirigieron a donde el capitán estaba frente al timón. Parecía ajeno a todo y aburrido. Ojalá él estuviera de ese modo y no lidiando con un animal dentro del cuerpo de un humano. Contando aquel informe, sería el tercero en estos días y todavía quedaban tres semanas de viaje —. También, hemos recibido un mensaje por vía aérea. Parece ser importante.

El soldado le tendió un pequeño trozo de pergamino donde el sello real impedía que este se abriera. Lo recibió sin prisa, pensando en qué hacer para que aquel chico se controlase de alguna vez, cuando distinguió la letra de Niall impregnada en el papel. Alzó la vista una vez, el soldado estaba quieto en espera de alguna orden. Volvió al pergamino y leyó rápidamente.

La nota informaba que una nueva revuelta se dio inicio hace unas semanas atrás, la gente había quemado alrededor de diez casas a las afueras de Nymeria. Exigiendo su destierro o abdicación al trono al ser un homicida. Louis resopló y rompió el papel en varios trozos. Su gente podía ser bastante intensa y muy influenciable. Ya había oído los rumores, de un grupo de personas dando la nueva noticia de que existía alguien mejor afuera, una persona mejor para reemplazarlo. El soldado pareció sorprenderse por el actuar, se le abrieron los ojos y la garganta subió y bajó cuando lo vio soltar el papel al aire.

—Acompáñame a ver a esas criaturas —ordenó, el rostro ensombrecido por la impaciencia.

La armadura del soldado tintineó detrás de Louis cuando lo siguió por cubierta. Caminaron hacia la escalera que conducía a la cabina, donde los veinte omegas estaban encerrados en la jaula. Louis respiró hondo, no le agradaba mucho bajar a ese sitio. Era la representación viva del monstruo que todos creían que era.

Descendió por los escalones, escuchando los gimoteos roncos del soldado y los gruñidos del chico que, por lo que recordaba, se llamaba Harry. La jaula apareció ante sus ojos una vez alcanzó el último escalón. La jaula que era para esa vil víbora que ahora estaba llena de pobres inocentes. El olor de los omegas era espeso, el miedo se podía percibir con claridad y confundirse con el marino. Louis arrugó la nariz.

The king's touch (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora