La mirada de Camelia hacia su hermana fue de pura frustración y cuando vio al susodicho aparecer con el semblante relajado y un aire de superioridad inconfundible, quiso propinarle un buen golpe con el mazo en la cabeza.
¿Sería aquella la oportunidad de darle un buen mazazo con la excusa de que el mazo se escapara de sus manos?
—¿Que me he perdido? —exclamó hacia el pequeño grupo de jugadores que se había conformado al inicio del recorrido.
—Se han conformado las parejas para iniciar el juego. Usted irá con mi hermana lady Camelia ¡Buena suerte a todos y que empiece el croquet! —exclamó Alessia ejerciendo de jueza para controlar que todas las bolas pasaran por los aros que se habían puesto durante el recorrido y así controlar los golpes adicionales.
Había seis bolas de seis colores diferentes que correspondían al mismo color del mazo que debía usarse para golpearlas. La estaca inicial y final indicaba el orden a seguir según el color asignado. El primer jugador o en este caso equipo que consiguiera pasar todos los arcos con su bola ganaba. Al haber solo seis colores debían jugar forzosamente en parejas y para eso tenían otras seis bolas del mismo color junto a seis mazos más para cada jugador.
El primer equipo lo formaban el barón Vasatti y lady Lucía, resultaba irónico que la última pareja en conformarse hubiera sido justamente la de sus hijos, ocupando por tanto la última posición. En segundo lugar estaban sus amigas Sofía y Elisabetta, en el tercer puesto el conde y lady Valentina, en cuarto lugar lord di Montis junto a su hermana y en quinta posición antes de ellos lady Isabella y lady Elena.
—¿Tan mal se le da este juego para que nadie desee jugar junto a usted? —exclamó Gabriele cogiendo el mazo de color amarillo que se les había asignado y calibrando su peso.
Camelia hondeó el peso del mazo y dejó que se le fuera de las manos, no con la fuerza que le habría gustado, pero cumplió el objetivo de darle bajo la rodilla. El efecto fue inmediato y el duque dio un respingo ante el evidente dolor.
—¡Oh!, ¿Le he dado? Tendrá que disculparme —exclamó con una voz tan falsa que apenas pudo fingir—. Soy tan mala jugadora que es muy probable que se me escape el mazo en varias ocasiones, pero si lo prefiere, puede pedirle a su madre el pequeño favor de intercambiar su posición conmigo para que su integridad no peligre.
El duque la miró fijamente y comprendió cuales eran sus pretensiones.
—Si esto es por lo de esta mañana, le ofrezco mis sinceras disculpas. Sé que me excedí de mis limitaciones y no volverá a ocurrir —dijo con una disculpa poco propia de él y Camelia se sorprendió tanto que durante un momento no reaccionó, únicamente tenía la vista fija en sus ojos tratando de averiguar si de verdad estaba arrepentido.
Parecía realmente sincero por su semblante serio y por un momento, quiso creerle, deseó que bajo toda aquella fachada hubiera un hombre muy distinto a lo que ella conocía de él. Tal como vinieron aquellos pensamientos quiso desecharlos por completo así que apartó la vista hacia el campo de hierba donde su padre y lady Lucía se apartaban tras haber golpeado sus bolas y daban paso a los siguientes jugadores.
—Aceptó sus disculpas si son sinceras —dijo sin mirarle—, solo si deja de interesarse por mi hermana menor —añadió y volvió la vista hacia él para ver su reacción.
Comprobó que hacía un pequeño mohín de disgusto y después colocaba el mazo sobre la hierba para dejarse caer con cierto peso sobre él, quizá le había hecho más daño del que imaginaba, pero no sentía ningún remordimiento por ello.
—¿No cree que debería ser ella quien decida lo que le conviene o no?
—Yo sé perfectamente lo que le conviene a Georgia y no es usted —ratificó decidida.
—¿También sabe el tipo de caballero que le conviene a sí misma? —exclamó sin apartar los ojos de ella—. El rubor de sus mejillas cuando se enfadaba era más evidente y le daba un aire mucho más provocador que le hacía no poder apartar la vista de ella. Es como si su ímpetu fuese tan arrollador que lograba acaparar todos sus sentidos hasta envolverle en una sensación única—. Porque hay una diferencia muy grande entre lo que le conviene y lo que realmente desea.
Camelia apretó con fuerza el mazo y arrugó la frente, ¿A qué demonios venía esa afirmación?, ¿Acaso le estaba dando a entender que le deseaba a él? No podía tener tal descaro después de atreverse a besarla.
—¿Lo dice por experiencia propia? —preguntó decidiendo no responder a su demanda.
La voz de Alessia llamando su atención para que iniciaran su turno hizo que él se rehusara a contestar.
—Las damas primero —mencionó dejando que ella le diera con el mazo en primer lugar.
Su tirada no fue demasiado mala, consiguió pasar el primer aro aunque no el segundo a pesar de estar lo bastante cerca para lograrlo. A diferencia de ella, el duque no solo pasó los dos primeros aros de un solo golpe, sino que con la ventaja de dos tiros más como premio, logró pasar el tercer arco y posicionarse como el jugador más aventajado en lo que llevaban de partida.
En cuanto acabó su turno, volvió a colocarse cerca de Camelia, aunque no demasiado cerca para que pudiera llamar la atención.
—Hay algo que no encontrará en sus libros, lady Camelia —dijo este observando la hierba y como su madre trataba de hacer pasar la bola por el primer aro gracias a las indicaciones de lord Vasatti.
—Sorpréndame —dijo Camelia ante el silencio que él parecía guardar como si esperase una respuesta por parte de ella para saber si tenía su atención.
—La realidad —contestó con semblante serio.
—¿De verdad? No me había dado cuenta —exclamó con ironía—. Pensaba que solo era una visión, un espectro andante que...
—La realidad de lo que ha sentido esta mañana cuando la he besado —intervino deteniendo su perorata y haciendo que guardase silencio—. La realidad de lo que implica que la toque alguien, o que la deseen, o que la miren, o simplemente un roce, un suspiro, una caricia, un ferviente anhelo. Una vez me dijo que conocía lo que era el verdadero placer y me atrevería a decir que no se parece en nada al placer real, a esa pizca de ferviente deseo que sintió esta mañana cuando la toqué y por esa misma razón sintió un miedo visceral, porque teme a lo desconocido, a lo que no está al alcance de su conocimiento, a aquello que no puede controlar. Y por eso me teme a mi.