FINAL

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POV'S Hope

Un año después

Autos conducen a mi alrededor, me pasan por al lado y junto con el sonido de las bocinas y sus miradas fulminantes de algunos conductores me percato que soy yo quien está ocasionando tráfico, me inclino hacia delante y sí, el semáforo está en verde y han pasado ya 20 segundos desde que lo está.

No me impresiona, desde que pasé la valla que anuncia al pueblo mi mente se nubla instantáneamente en cualquier punto del lugar. Breves recuerdos llegando, escalofríos en el cuerpo, pero sobre todo un dolor en el pecho que me hace querer contar como me lo indicó mi terapeuta nueva.

Me agrada, es unos años menor que la doctora Sullivan, hacía ya seis meses que comencé ir a terapia por recomendación de ella. Necesitaba hablar con alguien, pensé que sería sencillo comenzar de nuevo, pero fue lo contrario. Adaptarse a un nuevo vecindario, permanecer sola todo el día mientras papá trabaja, buscar trabajo.

El estar en un sitio desconocido y no tener la compañía de nadie me hizo rebobinar aquella época en que papá me abandonó y desaparecía por días y volvía ahogado en alcohol.

Los ataques de pánico que había librado con la doctora Sullivan regresaron, a pesar de que ahora era diferente el hecho de que papá volvía al finalizar el día.

Pero la soledad en que me encontraba decía lo contrario.

No creí que sería así al mudarnos. Mi tía vive a más distancia de la que pensé, así que está ausente la mayoría del tiempo.

Llegué a creer que tomé la decisión equivocada, me hizo sentir culpable por meses.

Cada vez que me sentaba a comer.

Cada vez que arreglaba la casa.

Cada vez que miraba en redes sociales sus fotos, con un usuario incógnito porque sentía vergüenza de que supiera que era yo.

Porque al sentirme sola me hizo extrañarlo más.

Sentí por dentro que fue fácil para él olvidarme por la frecuencia con que posteaba en redes, pero no quería reconocerlo. La parte egoísta de mí quería pensar que él aún me quería, me perdonaría y buscaría la forma de hacerlo funcionar.

Y así pensé por meses.

Mi rutina se basaba en salir, buscar un trabajo de medio tiempo, encargarme de la lavandería, de la comida, de la casa porque papá subió de cargo rápidamente y tenía menos tiempo para estar conmigo.

Luego de recorrer los recintos cercanos de la ciudad, volvía a casa, con un envase de helado, y revisaba ansiosamente su perfil escondida entre las sábanas.

Todos los días.

Cada día.

Creo que era la forma de sentirme conectada a él.

Había días que publicaba videos cortos de él tocando guitarra, haciendo covers, luego se unió Calum en fotos, no recuerdo bien si era que comenzó a tocar el bajo.

Michael no dejaba de postear fotos mientras creaba música, pero jamás la compartió en redes. Sus composiciones.

Eso me hizo sentir una leve esperanza de que mantenía aún su promesa. Que sería la primera en escucharlo cantar, porque lo hizo, me confío esa primera vez y ese pensamiento hacía calentar mi pecho.

Con el tiempo posteo fotos en una especie de garage, allí supe que formó una banda.

Lo recuerdo perfectamente, tuve un mal día en mi primer empleo, en una heladería, resulta que en la locación donde vivimos están residenciados los niños más mimados y familias adineradas y en ese local llegan todo el montón de presumidos adolescentes de preparatoria. No soporté el trato, pero tuve que aguantarme por un tiempo porque deseaba en serio un empleo, y lo hice de alguna forma, el saber que él estaba cumpliendo su sueño a pasos cortos me dio ánimos de continuar.

Good Girl | Michael CliffordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora