𝚇𝚇𝚇𝚅𝙸𝙸

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EL DÍA finalmente había llegado. Era 25 de diciembre, y el plan se llevaría a cabo ese día. Mika seguía sin hablarse con su hermano ni con Takemichi, y continuaba en casa de Izana todo el día. Había reflexionado mucho, sin embargo; tanto que el mencionado notó un cambio drástico en su actitud desde que llegó a su casa desde la noche anterior. Le preocupaba, por supuesto, pero era consciente de que la fémina no era abierta a hablar sobre sus emociones y que muy probablemente se negaría a decirle lo que la estaba molestando.

Aún así, sentía que era su deber preguntar. La conocía desde que tenía memoria, y al estar enamorado de ella, naturalmente quería verla estando bien. De todas las expresiones que podía llegar a hacer, verla triste era su menos favorita.

— ¿Pasó algo ayer que no me quieras decir? — inquirió, observando con cuidado como ella jugaba con su comida en vez de ingerirla. Eso era señal de que algo en definitiva andaba mal.

— Sólo... cosas. No lo sé.

— Te conozco, sé que algo te tiene desanimada. ¿Me vas a decir de qué se trata? — la fémina frunció el ceño, y acto seguido se levantó de su asiento con los platos en sus manos.

— Ya acabé de comer. — dio media vuelta y se dio a sí misma la tarea de lavar los platos con el fin de dejar de pensar en aquello por un rato.

— ¿Por qué no me quieres hablar, Mika? Estás rara. Pensé que confiabas en mí lo suficiente como para hablar de estas cosas. Me duele que me ignores, ¿sabes?

— Ya sé, pero... no es tan simple. — abrió la llave del fregadero y comenzó a enjuagar los platos. — Verte no me está ayudando tampoco. — su corazón se estrujó al escucharla. No estaba siendo ella misma, eso era. Trataba de convencerse de eso para que no se le rompiera el corazón.

— Si no me quieres ver, ¿para qué te quedas aquí?

— Izana, sabes que no es a eso a lo que me refería. — cerró la llave de nuevo y se volteó hacia él, sólo para encontrarlo ya frente a ella encapsulando su rostro en sus manos. Se acercó a su rostro de manera abrupta, haciendo su corazón acelerar por un segundo, y la miró directamente a los ojos.

— No estás entendiendo nada lo que digo, Mika. Si tú sufres, yo sufro también. Todo mi mundo se desmorona por completo cuando estás triste, y no me quieres decir por qué te está pasando esto. Siento que estoy muriendo. ¿Qué es lo que tienes? Dime. Lo que sea que te esté molestando, haré hasta lo imposible por arreglarlo.

— Es eso precisamente; mi problema no tiene arreglo. No importa cuánto lo piense, no sé cómo se pueda resolver. Yo... ya no quiero estar maldita.

— ¿Maldita?

— Quisiera decirte; en serio que sí, pero... no puedo. Y no es porque no confíe en ti; es porque probablemente me despidan si lo hago. En todo caso... ¿Sabes cómo te prometí que te iba a manipular?

𝙳𝚎𝚊𝚝𝚑 𝙶𝚕𝚊𝚛𝚎 - 𝚃𝚘𝚔𝚢𝚘 𝚁𝚎𝚟𝚎𝚗𝚐𝚎𝚛𝚜 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora