La lucha incansable contra la pobreza: Un camino de resiliencia y esperanza.

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Lo teníamos todo, pero la tristeza invadió nuestras vidas,
la esperanza quedó perdida,
pero en medio de toda esa oscuridad,
encontramos la fuerza para luchar.

Mi madre, valiente y decidida,
buscaba opciones sin despojos y con determinación,
trabajando sin descanso día y noche,
para poder dar a sus hijos una mejor condición y algo de alimentación.

Paso a paso, fuimos saliendo adelante,
con sacrificio y esfuerzo constante,
mi madre nos enseñó el valor del trabajo,
y que nunca hay que rendirse en el camino.

Todas las dificultades que enfrentamos,
derrumbó todo el amor en nuestro hogar,
los momentos de alegría se convirtieron efímeros,
pero siempre supimos luchar.

Los años pasaron y crecimos,
la vida nos dio nuevas oportunidades,
pero nunca olvidaré de dónde venimos,
y la fortaleza que encontramos en tenerlo todo y perderlo en segundos ante las adversidades.

Hoy, miro atrás y puedo decir,
que aquellos días difíciles nos hicieron fuertes,
aprendimos a valorar lo que tenemos,
y a enfrentar los desafíos con temple.

La pobreza no define quiénes somos,
es solo una parte de nuestro pasado,
nos enseñó a luchar y a crecer,
y a nunca darnos por vencidos, a costa de lo anhelado.

Mi madre, es mi héroe sin capa,
me enseñó a enfrentar los miedos, a pesar de las adversidades,
siempre tenía un motivo para seguir adelante, aquel pequeño niño, quien debía proteger sin importar cuán duros fueran los torbellinos.

Cada día se volvía cada vez peor,
pero ahora lo observo con gran determinación y desde el corazón,
sé lo que es no tener nada,
y aprendí a luchar para salir de la oscuridad, aunque sigo lleno de frustración.

Aunque el camino no siempre fue fácil,
y hubo momentos donde todo se nublaba,
siempre hubo una luz, madre, que nos guió,
peleando con todo su amor y esperanza en cada rincón.

Hoy en día, agradezco cada logro,
cada meta alcanzada y sueño cumplido,
porque sé que todo lo que hemos pasado,
nos ha convertido en seres resilientes y decididos.

No olvido de dónde vengo,
y siempre recuerdo las lecciones aprendidas,
porque la pobreza fue nuestra maestra,
y ahora somos seres valientes y unidos.

La vida puede ser difícil,
y a veces nos derriba con fuerza,
pero recuerda que tu historia no acaba ahí,
y que si luchas, un nuevo amanecer te espera.

De pequeño parecía que teníamos de todo,
hasta que un día todo cambió,
pero gracias a ello, crecimos y nos fortalecimos,
y ahora podemos enfrentar el mundo, seguros aunque todavía llenos de miedos.

Aprendimos a sobrevivir, a pesar de las heridas,
aunque el dolor sigue latente en nuestras vidas,
sigo mirando a mi alrededor con gran temor,
temor, de volver a pasar por ese dolor.

Las noches eran frías y me dejaban sin respiro,
el hambre nos acechaba como un vampiro,
nos aferrábamos a la esperanza como único abrigo,
pero el sufrimiento seguía siendo nuestro gran castigo.

La pobreza se había convertido en nuestro enemigo,
nos arrastró por caminos oscuros y sombríos,
pero siempre encontramos esa pequeña fuerza interna,
una resiliencia que nos empujaba a no rendirnos nunca.

A veces nos preguntábamos por qué sufríamos tanto,
por qué la desigualdad marcaba nuestro llanto,
pero en nuestra agonía encontramos la respuesta,
la pobreza nos mostraba la verdadera riqueza.

Las pequeñas cosas cobraron un valor inmenso,
un abrazo, una sonrisa, un simple gesto,
aprendimos a valorar lo que teníamos,
aunque fueran pocas las cosas que poseíamos.

El mundo no era justo, eso aprendimos,
pero también aprendimos a no caer en cualquier momento,
peleamos cada día con fuerza y tensión,
Deseando que nuestra lucha no fuera en vano.

El tiempo pasaba y nosotros seguíamos luchando,
con el corazón en la mano, sin bajar la guardia, avanzando,
a pesar del dolor seguimos adelante,
buscando un futuro mejor, algo más brillante.

El dolor se convirtió en mi mayor motivación,
me impulsó a cambiar nuestra situación,
a estudiar, trabajar, a buscar oportunidades,
rompiendo con las cadenas de la niñez y madurar ante la adversidad.

Pero a pesar de nuestros esfuerzos y dedicación,
la pobreza seguía acechando nuestra situación,
el estrés, el agotamiento, el cansancio,
nos consumían, nos herían en cada paso.

Llegaron las derrotas, los golpes más duros,
las puertas cerradas, los sueños rotos,
sentíamos que todo lo que habíamos construido,
se desmoronaba, que estábamos perdidos.

La amargura se adueñó de nuestros corazones,
el sufrimiento se volvió parte de nuestras acciones,
pero aún así, nunca perdimos la esperanza,
y supimos encontramos fuerza en la fragilidad y la confianza.

Cada día era una batalla, una lucha constante,
pero nos levantábamos una y otra vez, de manera desafiante,
sabíamos que el camino no sería fácil,
pero estábamos dispuestos a enfrentar cualquier desafío.

Y así, entre penumbras y lágrimas,
seguimos caminando, sin bajar la guardia,
porque sabíamos que en nuestro interior,
teníamos la fortaleza para enfrentar cualquier golpe y todo dolor.

La pobreza marcó nuestra infancia y juventud,
me hizo madurar antes de tiempo, con actitud,
cada cicatriz, cada herida, fue un paso hacia la alta madurez,
una lección de vida que aprendí al intentar en varias ocasiones padecer.

El final no fue el que esperábamos,
el amargo sabor de la desigualdad nos tocó,
pero seguimos luchando, paso a paso,
sabiendo que somos más de lo que el mundo nos impuso.

La pobreza nos hizo fuertes, nos hizo resilientes,
y aunque el dolor a veces se haga presente,
nunca olvidaremos de dónde venimos,
y seguiremos luchando hasta el límite.

Se que este poema se alarga,
se alarga, con el dolor que llevamos en el alma,
con el temor que nos acompaña cada día,
y se extiende con el sufrimiento que la pobreza trae consigo.

Pero también se alarga con la esperanza,
con la confianza en un futuro mejor, en un mundo lleno de maldad,
Pero a pesar de todo, nunca dejé de luchar,
porque sabía que un día, nuestra vida cambiaría.

Porque en cada palabra escrita, en cada verso,
hay una promesa, de nunca rendirme porque se que estoy cerca,
cerca de romper las cadenas que nos atan,
y construir nuestro propio camino, sin miedos en el mañana.

ENTRE SOMBRAS Y SUSURROS: Poemas íntimos llenos de desamor y tormento.  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora