Los ecos de mi laberinto

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En un rincón sombrío, donde el eco se aferra, 
siento que no hay salida, mi alma se cierra. 
Puertas que abro al azar, buscando la calma, 
le ves, parece que hay luz, pero está llena de sombra y falta de alma. 

Cada umbral que atravieso es un ciclo en vano, 
un vendaval nuevo me atrapa con su mano. 
Mis pasos son guiados por un destino cruel, 
la esperanza me acecha como hierro ardiente en mi piel. 

Cierro los ojos y sueño con el fin de este juego; 
una puerta más que atraviese... quizás termine el juego.
Deseo hundirme en las sombras sin volverme a levantar, 
pero el tiempo es una rueda que no para de girar. 

Es un laberinto sin final donde todos son espejos, 
reflejos de desdicha y tormentos sin dueños. 
A cada instante me rompo y voy juntando los pedazos, 
esperando que la muerte me regale su abrazo. 

Pero ya no hay compasión en este mundo sombrío; 
cada puerta se cierra deja un frío vacío. 
Mi carne es un campo minado por desgracia y dolor; 
mi alma pide clemencia en medio del clamor. 

Oh, guerra incesante que azota mi pecho; 
no busco redención en su cruel reflejo. 
Deseo encontrar silencio entre los gritos del mundo,  
pero las puertas se siguen abriendo con su acto profundo. 

Cabeza mía errante que dictas mis caminos,  
manipulas mis sueños mientras trazo destinos.  
Como títere del viento me arrastras sin piedad,  
hacia umbrales oscuros donde habita la soledad.  

¿Dónde están las sendas de la luz prometida?  
Las sombras me susurran: “Tu lucha está perdida.”  
Inevitablemente avanzo hacia la siguiente rendija;  
todas cuentan cuentos llenos de espinas y briznas.  

Las puertas parecen reírse ante mi desesperanza;   
cada una de mis promesas se marchitan tocando lo más profundo de mi alma.

Una vez más abro un paso a lo incierto y marchito;   
el eco del fracaso resuena en cada grito.   

Y si alguna abriese camino a otra vida lejana,
sin dolor ni tormento en esta vida insana...   
Desearía ser espejo de otra existencia divina,
donde nadie empuje mi alma hacia puertas tan grises e insanas.

Mas aquí estoy atrapado entre llantos e ironías,
cada puerta una cadena forjada por agonías.
El laberinto sin salida agita mis pensamientos;
un eterno vaivén entre alegrías y tormentos.

¿A dónde iré si todas las salidas están cerradas?   
La mente se convierte en mi prisionera atada,
y anhelo hallar el momento para cerrar todo esto
y dejar detrás las puertas donde no duelan mis restos.

Este arrullo de pesares vive eternamente en mí;
las puertas chasquean risas: “Nunca podrás salir”.
En esta danza macabra con pasos tan frágiles,
mi corazón se rinde a sus horas más débiles.

Sin salida ni retorno a esta guerra infinita;   
mi destino fielmente marca cada huella maldita.
Así sigo adelante encontrando oscuridad,
En un laberinto eterno sin ninguna posibilidad.

ENTRE SOMBRAS Y SUSURROS: Poemas íntimos llenos de desamor y tormento.  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora