Las cicatrices que me dejaste en la oscuridad.

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En los rincones oscuros de mi mente,
todavía guardo los recuerdos más ingratos,
las sombras de un tormento incesante,
que destrozó mis sueños y mi inocente alma.

Fuiste tú, quien me empujó al abismo,
quien hizo de mi vida un infierno viviente,
con cada golpe, cada amenaza de sadismo,
sembraste la semilla de dolor y resentimiento.

Nunca me protegiste ante este mundo cruel,
fuiste el artífice de mis más terribles pesadillas,
cada golpe que asestaste me dejó una secuela,
y tu sonrisa macabra me provocaba taquicardia.

Recordar tus manos apretando mi garganta,
mis ojos desesperados buscando un atisbo de piedad,
el sabor metálico de mi sangre en tu garganta,
un huracán de emociones que aún me hace temblar.

¿Cómo se puede querer a quien te hizo tanto daño?
me pregunto en noches de insomnio y desvelo,
tu figura siniestra me sigue acechando en mis sueños,
y el miedo se ha vuelto mi mayor pesadilla en este duelo.

¿Dónde estabas cuando necesitaba de tus brazos?,
¿Por qué me convertiste en tu juguete roto?,
nunca entendiste el valor de mis palabras de crío,
y en lugar de amor, coseché espinas en mi corazón herido.

El secreto que compartimos, un pacto silenciado,
una sombra que se cierne sobre mi alma y me rompe cada vez que lo recuerdo,
te convertiste en cómplice de ese daño desgarrador que me dejó malogrado,
donde la violencia y el miedo son mis únicos recuerdos.

Y aún siendo débil, seguí deambulando por la senda de la vida,
lejos de tu presencia tóxica, pero marcado por tus heridas,
me llaman sobreviviente, pero no hay final feliz que me espere,
sólo una realidad que duele y que nunca podré deshacer.

Las cicatrices en mi piel son testimonio de tu crueldad,
y aunque busco cerrar el capítulo de este oscuro cuento,
no puedo olvidar el infierno que viví en tu oscuridad,
ni el dolor que me provocaste cada día, que permanecer como un eco en mi pensamientos.

Así que aquí estoy, enfrentando mis penumbras sin tregua,
rompiendo las cadenas que me ataron a tu tormento,
luchando por encontrar la luz y retomar mi senda,
buscando sanar las heridas y levantarme del suelo.

No permitiré que tu sombra me consuma,
aunque hayas dejado marcado y sin nada,
mi coraje se alza como un escudo en mi alma desesperada,
y no descansaré hasta cambiar mi vida mancillada.

He aprendido que el perdón no significa olvido,
y aunque sobrevivo con las secuelas a cuestas,
mi alma herida aún busca un respiro,
un renacer que me libre de todo el daño y de tus cadenas.

Fuiste parte de mi pasado más oscuro,
pero ahora soy capaz de mirarte sin compasión,
porque sé que eres el reflejo de un alma impura,
de alguien que se perdió en su propia maldición.

Ya no albergo el miedo que una vez me consumió,
pues sé que solo perpetuaría el ciclo de dolor.

Aunque la herida nunca desaparecerá por completo,
permito que el tiempo cure las marcas en mi ser,
y en cada paso que doy,
encuentro fuerza para seguir adelante, renacer y crecer.

Me dejaste sin niñez y me robaste momentos de alegría,
pero eso no significa que mi vida deba ser gris y sombría,
mi infancia perdida ahora es mi motor de valentía,
para enfrentar mis miedos y forjar mi propia melodía.

Así que aquí me encuentro, en plena transformación,
liberando el pasado y abrazando mi libertad,
soy el autor de mi destino y dueño de mi redención,
no permitiré que tu presencia me amedrente, jamás.

No, ya nunca más.

ENTRE SOMBRAS Y SUSURROS: Poemas íntimos llenos de desamor y tormento.  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora